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Los Andes: El Cricyt cumple tres décadas de trabajo fructífero en Mendoza

El objetivo número uno fue constituir un ámbito apropiado para la ejecución de investigaciones científicas y desarrollos tecnológicos. Para lograrlo, se necesitó el respaldo de la Universidad Nacional de Cuyo y del Gobierno de Mendoza. La meta se alcanzó y ayer el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Cricyt) festejó sus primeras tres décadas de vida.

En la actualidad, el Cricyt cuenta con cuatro institutos (Imbecu, Incihusa, Ianigla e Iadiza) y un área de Ciencias Exactas, en los que trabajan 145 investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Sin embargo, para el primer director ejecutivo que tuvo este centro, Virgilio Roig, “cuesta creer que todo esto hace treinta años era una ripiera. Ha tenido un crecimiento muy importante y esperamos que siga en esa línea”, destacó el biólogo.

Durante la década del setenta, la necesidad obligó a que Mendoza tuviera un espacio para el progreso de la ciencia y la técnica, tal como estaba pasando en Tierra del Fuego, Bahía Blanca y Rosario. “Por aquellos años ya existían el Ianigla (Instituto Argentino de Nivología y Glaceología) y el Iadiza (Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas) y había otros en formación, pero era necesario la creación de un centro dedicado exclusivamente a la ciencia”, aclaró Roig.

Finalmente, el 22 de marzo de 1973 se firmó el convenio de creación del Cricyt. Entre los propósitos que se establecieron, se determinó que este centro debería brindarle respaldo a las investigaciones ejecutadas por terceros, establecer buenas relaciones con los grupos científicos de la región, diseñar mecanismos de transferencia de conocimiento y servir de sede para las actividades docentes de capacitación en todos los niveles.

“Hoy seguimos trabajando para mejorar lo que existe, pensando en nuevas propuestas y tratando de lograr una mejor integración entre la Provincia y la Universidad”, señaló el actual director e ingeniero agrónomo, Juan Carlos Guevara.

Un edificio sobrio

Hace treinta años que se colocó la piedra fundamental en el Parque y se comenzó a trabajar en este proyecto.

Juan Brugiavini fue el arquitecto mendocino que tuvo a su cargo el trabajo y que llegó desde la Dirección de Obras de la UNCuyo. “Las consignas fueron muy claras, el edificio tenía que ser austero, sobrio y con posibilidades de ampliación. La construcción comenzó a principio de la década del ochenta”, contó el profesional.

En aquellos primeros años, la construcción se dividió en dos partes, que totalizaron diez mil metros cubiertos. “Es importante destacar que se trabajó con empresas constructoras de la provincia, que hicieron un muy buen trabajo”, concluyó Brugiavini.

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