Los vaivenes del cursado, los horarios entrecortados y la presión por llegar a tiempo con los exámenes -entre muchas otras cosas- no han hecho más que aumentar, a veces, el desorden alimentario.
Sin embargo, los especialistas insisten con que los jóvenes buscan, por diversas razones, estilos de consumo diferentes, que sólo resultan peligrosos cuando el equilibrio de comer absolutamente de todo y en la cantidad recomendada se pierde de vista. “Todo en su justa medida”, dice el refrán.
¿Comida o hábitos chatarra?
Si uno se atiene a la definición misma del término “chatarra”, el diccionario la describe como un conjunto de desechos o desperdicios de hierro.
Según la opinión de Ana Yannelli de Araniti, licenciada en Nutrición y ex presidente de la Sociedad Latinoamericana de esta especialidad, capítulo argentino, el término chatarra es inadecuado, porque este tipo de comida rápida sólo puede ser perjudicial si se toma como hábito de vida. “Los alimentos siempre son buenos; la comida es chatarra cuando deja de prestar el servicio de alimento para pasar a ser un riesgo de salud, porque se distorsionan los porcentajes adecuados a la hora del consumo”, enfatizó.
Sin embargo, no puede pasarse por alto que su consumo puede transformarse en un hábito, debido a múltiples y variados aspectos. Según la opinión del doctor Pedro Eliseo Esteves, docente y director del Cenmad (Centro de Medicina del Adolescente, Facultad de Ciencias Médicas, UNCuyo), “la comida denominada ‘chatarra’, seguramente, sigue ocupando un lugar importante ya que es accesible para muchos, satisface por el alto contenido graso y posibilita que los adolescentes se encuentren entre ellos más fácilmente, en un sitio orientado para este fin”.
La elección de una buena comida casera, en detrimento de las denominadas “rápidas o chatarra” como hábito permanente de alimentación, tiene relación directa con las costumbres gastronómicas hogareñas. “Un adolescente prefiere comida casera y elaborada, cuando ha conocido las bondades de la misma en vivo y en directo, alrededor de la mesa familiar desde edad temprana”, explicó Esteves.
Sin embargo, y lejos de lo que pueda creerse, los jóvenes mostrarían una orientación hacia la innovación en las comidas. Ya sea por hábito de vida, moda, perfil personal o convicción filosófica. Todo estaría permitido “siempre y cuando las cantidades finales de los principios alimenticios de su régimen, respondan a las necesidades alimenticias actuales de cada joven”, aclaró Araniti.
En concordancia con la nutricionista, Esteves, comentó que “existe, sin duda, una mayor conciencia de los estudiantes secundarios y sobre todo universitarios de las bondades de una buena alimentación. Sin embargo, este concepto implicaría mucho más que los alimentos mismos que se consumen: calidad en lo que se come y la ambientación que rodea a la comida, son aspectos fundamentales que harían al buen comer”.
Cuando desde chicos en la casa se comió en soledad, apurado o mirando la TV sin comunicarse, esos malos hábitos se trasladan, directamente, a la adolescencia y la adultez. “Esto significa un empobrecimiento de la calidad de vida de toda la familia”, apuntó Esteves.
El combustible del cuerpo
Sin la necesidad de que la comida se transforme en una ceremonia, la alimentación es un hecho cotidiano que define la calidad de vida que se quiera tener. En términos generales y de acuerdo con Araniti, las pautas bases de una buena alimentación para jóvenes con actividad fuera de casa debería tener en cuenta los siguientes parámetros:
Desayuno. Es una de las comidas más importantes, ya que es posterior a un proceso de ayuno fisiológico. Durante la noche el metabolismo sigue trabajando, y entonces hay utilización de materia y energía, que debe ser repuesta a primera hora de la mañana. Lo ideal es un jugo de frutas de estación (provee energía, hidratos de carbono, minerales y vitaminas.); yogur o leche (para proveer el calcio suficiente); consumir 1 o 2 cucharadas de cereales (para la energía de larga duración); pan tostado o no (brinda energía y proteínas); y dulce de cualquier clase. Lo fundamental es no consumir juntos lácteos con pan integral o galletas de salvado, porque esta combinación arrastra gran parte del calcio. Los productos de salvado o integrales deben combinarse con otras infusiones (té o café).
Media mañana. Consumir una fruta, yogur, jugo de frutas o alguna bebida de soja como variante.
Almuerzo. Con alimentos balanceados y prácticos a la hora de consumirlos. Las opciones son variadas: puede ser un sandwich de pollo y tomate con pan integral o francés o con queso, peceto y lechuga. Lo ideal sería que, además de los dos sandwiches, consuma también fruta.
Mediatarde. Un yogur, o una bebida estimulante (café, té, mate) con alguna factura o tortita. Estas últimas no son malas si forman parte de una alimentación variada nutricionalmente.
Cena. Si el almuerzo ha sido liviano, en la cena hay que cubrir las necesidades de hidratos de carbono, proteínas, grasas, minerales y vitaminas que pueden haber faltado. Una buena opción en proteínas está dada por la carne y el huevo. También son muy importantes los vegetales crudos o cocidos (lechuga, tomate, zanahoria, hinojo, coliflor, zapallo). Otra opción también pueden ser las pastas, el arroz o la sémola. Para terminar, también es importante consumir frutas.
Las bebidas estimulantes
El café, el té y hasta el mate mismo, son los verdaderos tótems sagrados de los estudiantes en todos los niveles. Resuelven de manera rápida los problemas de sueño, pero hay que ser cautos a la hora de los excesos. Según Araniti, éstas son la propiedades que brinda cada uno:
Café: Lo ideal es ingerir no más de 2 pocillos diarios, ya que el exceso produce irritabilidad e insomnio.
Mate: Es un excelente estimulante pero también un buen tranquilizante. Además aporta hierro, algo que muy pocos saben.
Té negro: Además de estimulante es un excelente astringente para los problemas gástricos.
¿Cómo y qué comen los estudiantes?
“Un sondeo realizado por El Paraninfo entre estudiantes de las distintas facultades de la Universidad Nacional del Litoral , reveló que casi la mitad de los encuestados no respeta las 4 comidas diarias que aconsejan los especialistas.
La consulta realizada a 50 jóvenes de entre 18 y 22 años reveló que el 40 por ciento de los estudiantes no desayuna, en tanto que el 60 por ciento restante no siempre lo hace bien porque sólo un 34 por ciento elige tomar leche, mientras el 66 por ciento elige infusiones de como mate, café o té, que si bien tienen un efecto farmacológico, no aportan ningún nutriente. Por otra parte, las galletitas dulces, los bizcochos y las facturas -ricos en grasas y azúcares- son mucho más consumidos (59 por ciento) que el pan (11 por ciento).
“Además el 90 por ciento consume comida casera, factor que determina que el segmento del presupuesto destinado a la alimentación no sea superior a los $40 semanales, de acuerdo con los datos recabados”.
Trastornos alimenticios en alza
“El aumento casi epidémico de los trastornos de la conducta alimentaria tiene que ver en parte con estas malas costumbres que se han ido imponiendo de a poco, que resumimos en el comer despegado del encuentro humano y familiar. Por supuesto que colaboran otros factores que presionan como la imagen de delgadez asociada a estar bien, los cambios de la adolescencia y la intolerancia social generalizada de quien es diferente.
“El peso del ‘tener’ frente al valor del ser es determinante. La gravedad y la complejidad de estos trastornos, de los cuales la anorexia y la bulimia son los conocidos pero no los más frecuentes, nos lleva a que la resolución sea solamente posible si se ataca multidisciplinariamente la enfermedad. En esa recuperación precisamente enfatizamos y enseñamos como fundamental el comer acompañados, equilibradamente, en la medida que el cuerpo lo pide y necesita y dedicándole un tiempo adecuado. Esto se puede prevenir si la familia lo transmite”.
(*) Médico endocrinólogo especializado en Medicina del Adolescente, director del CIBA (Centro Integral de Bulimia y Anorexia).
Mariano, 23 años Estudiante de Cs. Políticas
“En general, si desayuno, lo hago con un café o un té con tortitas, no me gusta la leche. Cuando llego a la facu cerca del mediodía, me tomo otro cafecito hasta el almuerzo, donde seguro que me compro un sandwich con una gaseosa. Cuando llego a mi casa a cenar, mi mamá siempre cocina elaborado y cenamos algo bien sustancioso. La cena es mi comida más fuerte”.
Micaela, 25 años Estudiante de Abogacía
“Desde chica siempre tuve el hábito de tomar un buen desayuno, con leche, pan, manteca y mermelada y una cucharadita de cereal. Es la energía asegurada para el resto de la mañana, porque recién vuelvo a comer bien a la noche. Las tortitas y facturas me pierden, pero trato de equilibrarlas”.
Gisela, 23 años Estudiante de Inglés
“Por una cuestión de cuidado de mi cuerpo, me controlo en las comidas tratando de consumir cosas sanas porque tengo tendencia a engordar. Me tiento con las facturas, pero trato de comer más seguido alimentos con menos calorías que me nutran”.