Resulta entonces importante resaltar que la sociología es una disciplina científica que se propone conocer y explicar la multiplicidad de hechos y fenómenos en los que los seres humanos participamos en interacción con otros. Es, como puede apreciarse, un espacio muy amplio.
Por otra parte, y desde sus comienzos, la sociología no sólo se ha planteado objetivos de conocimiento más inmediatos, sino también finalidades últimas vinculadas al mejoramiento de las condiciones de vida para la sociedad humana, es decir la aplicación de sus resultados a la transformación social.
Muchos de los primeros investigadores de nuestra disciplina fueron personas preocupadas por los problemas de su época. Así, los llamados “reformadores sociales”, durante el siglo XIX, tenían como propósito fundamental convencer a la sociedad y presionar a los gobiernos a partir de sus investigaciones (inspecciones, encuestas, relevamientos de informes diversos) para modificar las condiciones socioeconómicas de los sectores más desprotegidos y corregir las distorsiones de un sistema cada vez más inequitativo.
Con el paso del tiempo nuestro oficio se fue afianzando y se fueron incorporando procedimientos más estandarizados, pero también desarrollos teóricos más sólidos junto con métodos más diversificados y técnicas estadísticas cada vez más sofisticadas.
Los sociólogos han visto ampliarse cada vez más su ámbito de indagación, mientras se desarrollan especialidades en un número cada vez mayor de espacios en que es posible reconocer la interacción humana.
Desde la sociología de la educación, el trabajo y la salud, hasta la sociología de la ciencia y la comunicación, del deporte, la cultura... no hay prácticamente campo de acción humana que no se haya constituido en objeto de estudio de la sociología.
Sus profesionales cubren las áreas más diversas, desde la administración pública, hasta la empresa, las organizaciones deportivas o de la sociedad civil, desempeñándose como investigadores, analistas, gestores, consultores y docentes.
Sin embargo, los desafíos de la sociología en la actualidad se sintetizan, como hace casi dos siglos, en generar respuestas que permitan explicar y comprender la sociedad en que vivimos.
Pero esta sociedad globalizada, lugar de cambios permanentes dista bastante de aquella cuya interpretación desvelaba a los primeros científicos sociales. Hoy el marco de nuestras indagaciones es una sociedad mundial compleja, donde la formación histórica más importante de la modernidad, los estados nacionales, presenta signos de una evidente resignificación y los espacios de interacción real entre los individuos parecen ceder ante los procesos virtuales.
Este sistema mundial es probablemente el más inequitativo en la historia y las diferencias entre países parecen transportarnos a remotas épocas, mientras al interior de las naciones se produce una redefinición de lo que alguna vez fueron las clases sociales y se definen nuevas relaciones entre el trabajo y el capital.
En este contexto se ha consolidado el tratamiento de temáticas tradicionales en la Sociología como la consideración de la violencia y el delito; o las condiciones de vida de los sectores más sumergidos; se han redefinido otras como la clásica indagación sobre la estructura social y las clases que la componen, y surgen muchas otras nuevas, como el estudio de redes en la sociedad de la información, los modernos procesos comunicativos, el paso de la sociedad cara a cara a la sociedad mediática; y la mutación en la constitución de las identidades sociales y en la vida familiar.
En este marco de cambios, más que antes, se tornan insuficientes las explicaciones monistas de la realidad social y se vuelve imprescindible la interacción de diferentes paradigmas que se conjugan en el de “la complejidad”.
Hoy los científicos sociales están en condiciones de manejar, a través de las herramientas informáticas, mayores caudales de información y de refinar notablemente sus técnicas con el objeto de disminuir los márgenes de error en la observación de cualquier fenómeno.
Sin embargo, si la Sociología aspira a cumplir sus objetivos y propósitos deberá entonces, necesariamente, ser capaz de redefinir no sólo sus teorías sobre la realidad social, sino también sus métodos y técnicas de indagación, y su misma posición epistemológica.
Deberá retomar lo mejor de sus viejos enfoques reconociendo la tradición americana, más aplicada y empirista, y la europea, más teórica o, si se quiere, reflexiva sobre los núcleos centrales de la problemática social. Y deberá, además, incorporar las perspectivas culturales diversas y sus productos científicos.
Frente a la sensación de pérdida de rumbo o callejón sin salida hay que reencontrar el espíritu crítico, el espíritu de los clásicos, en cuanto a su preocupación permanente por los problemas centrales de su época y por la creación de nuevos mecanismos para conocerlos y resolverlos.
Las últimas décadas marcaron el afianzamiento de la sociología como ciencia, con la obtención no sólo del reconocimiento por parte de la comunidad científica, sino también la valoración pública de sus aportes.
Pero las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, deben ser capaces de repensar su propia realidad. Rigurosamente, con el apoyo de todo el arsenal científico y técnico que hemos sido capaces de desarrollar, pero también críticamente, con una mirada que sea capaz de descubrir no sólo la existencia de “problemas” sino de predecir su evolución y aportar a sus soluciones.
Volvamos a ser, como los fundadores, científicos sociales profundamente preocupados por los problemas de nuestra época y aportemos con humildad, pero de manera efectiva y concreta a la resolución de los males de nuestra sociedad.
Por Ana Graciela Burgardt, Socióloga