A lo largo de cuarenta y dos años he sido administrativo, ayudante ad honorem, docente secundario, docente universitario por más de treinta años, de post grado por más de veinte años, investigador categorizado, he ocupado el cargo de director de investigación de mi facultad y en calidad de tal, integrado el consejo de investigaciones. Finalmente, he creado un laboratorio, uno de los pocos existentes en el país en su especialidad. Hoy como jubilado, con familia, no llego a fin de mes. Entonces, me sobran motivos para estar consustanciado con los reclamos docentes. Debo además aclarar que mi caso no es el peor, he conocido algunos bastante más graves. Sin embargo se ven “politiquerillos”, algunos sin formación, en vehículos último modelo, muy elegantemente vestidos, etc.
¿Cómo es posible llegar a semejante situación? Por el momento no se avizora una solución de fondo, y ello por una razón muy simple. A lo largo de las últimas décadas, nuestros políticos -de facto o democráticos- han permitido -han sido cómplices- la instalación en nuestro pobre país, de un “proceso de endeudamiento” del que tampoco hay expectativas de salir ya que no podemos pagar ni la mitad de los intereses anuales. Mientras tanto, aceptamos que se drenen del suelo patrio recursos no renovables como petróleo, gas, carbón, uranio, zinc, plomo, cobre, oro y plata. Pocos meses atrás, hemos tenido noticia de un caso vergonzoso. Una empresa extranjera pretendía explotar oro y plata en la provincia del Chubut. Después de diez años y cosechar algunos miles de millones de dólares, debido a los reintegros por salir por puertos patagónicos y otro provincial, el monto de estos reintegros otorgados por ley, sería superior al porcentaje que la empresa debería pagar a la Nación, de modo tal que después de diez años y de llevarse el oro y la plata, el Estado argentino, es decir nosotros, deberíamos pagar a esta empresa una suma aproximada de unos 75 millones de dólares.
Hoy gracias a este proceso de endeudamiento, las decisiones más importantes acerca de nuestras políticas educativas, sanitarias, de defensa, económica, de desarrollo ni que hablar, se toman en el hemisferio norte del planeta. En semejante contexto ¿qué es posible esperar?
Lo más doloroso es que tenemos un suelo privilegiado como pocos y gente joven con un alto nivel de capacidad. No estoy hablando acerca de hechos que me han sido narrados, sino por lo que he podido comprobar a lo largo de más de treinta años de docencia universitaria. No es que nuestros jóvenes sean genios. Hay de todo, inteligentes, mediocres, trabajadores y holgazanes, pero en el balance debe reconocerse el potencial que esta juventud representa. Pruebas de ello sobran cuando vemos los desempeños en el contexto internacional, no sólo de nuestros profesionales sino inclusive de algunos estudiantes adelantados. Yo he sido testigo de ello. Sin embargo muchos emigran a otras latitudes porque no encuentran futuro en su propia tierra.
Esta carta es un llamado angustioso. ¿Cuánto tiempo más habremos de tolerar y soportar semejante desatino?
Marcelo J. Vernhes, LE 8.143.499
Los Andes: Escribe el lector: La Universidad y el país
Soy docente jubilado y he seguido con mucha atención las expresiones de docentes y autoridades de nuestra Universidad respecto del conflicto salarial de los docentes. La problemática me toca hondamente. He vivido esta Universidad, desde la condición de estudiante secundario hasta la de docente universitario.