El sistema educativo actual plantea que la lectura es transversal a todas las materias, ya que en rigor en todas hay que leer textos. Pero el Senado mendocino cree que esto no ayuda a aumentar la comprensión lectora en los chicos y propone revivir la vieja hora de lectura.
“Los profesores siempre priorizan los contenidos de su materia y la lectura queda relegada. Queremos asegurar su obligatoriedad”, argumentó Marcos Garcetti, ideólogo del proyecto. En realidad, por la obviedad del pedido, el ex titular del SUTE había presentado un proyecto de resolución, pero logró tal adhesión que se aprobó sobre tablas en el Senado y se espera igual reacción en Diputados.
La futura norma estipula una hora diaria de lectura sistemática en EGB 1 y 2 y la inclusión de un espacio curricular destinado a leer en los niveles de la EGB3. “Los niños no pueden aprehender conocimientos a través de la lectura, si no dominan la técnica”, opina Garcetti. Según el senador, la obligatoriedad se perdió por el afán de combatir el autoritarismo educativo, pero “fue un retroceso”, asegura.
La falta de comprensión lectora es el gran problema de la educación argentina. El estudio internacional Pirls en el 2001 corroboró la percepción general: los alumnos argentinos obtuvieron el puesto 31 en el examen de lectura y concursaban 35 países.
Lo mismo percibe Jaime Ayzemberg, un actor exiliado en los ‘70, que trabaja en la biblioteca popular Pedro Arce y lleva el programa ‘La hora del cuento’ a distintas escuelas. “Los niños se enganchan con mis relatos, pero les cuesta cuando deben leerlos. Eso explica sus ‘horrores’ de ortografía, mientras la escuela sigue sin incentivarlos”, dijo.
Para el diputado José Rivas, el proyecto será bien recibido pero no resolverá el problema. “No se trata sólo de leer, hay que activar mecanismos de estímulo con distintas actividades. Y eso no se logra sin recursos escolares y sin padres”, opinó.
El mismo punto destaca una promotora de la lectura en Mendoza, Silvina del Pópolo. Ella dirige talleres de capacitación donde ayuda a los padres a descubrir el rol crucial que deben cumplir en la formación del hábito de sus hijos. “Si no hay un referente lector en la casa, no hay lector”, asevera. Según la profesora, la obligatoriedad no es positiva. “El libro siempre fue sinónimo de estudio y hay que erradicar esa idea en los niños, para que vivan la lectura como algo placentero”, agregó.
El lingüista Gustavo Zonana aclara que los textos que perdieron terreno en la escuela son los de ficción. “La literatura es fundamental para desarrollar habilidades cognitivas, porque coloca al lector en un tiempo y lugar de otros y porque allí el uso del lenguaje es sometido a su máximo rendimiento expresivo”, dijo.
Guillermo Romero, asesor de la DGE, indicó que los directores demandan cada vez más libros. Además del programa ‘Lee y cosecha’, que incluye autores mendocinos, el Gobierno ha repartido miles de libros enviados por la Nación. También se proyecta crear bibliotecas en los colegios que no poseen.
La tarea del docente
Son muchos los especialistas que ven un déficit de interés en los mismos maestros. “Son contados los docentes que conocen a varios autores de la literatura infantil. Por lo general, se quedan en María Elena Walsh”, comentó uno de ellos. El tema es que si el docente no es un ávido lector, no puede sugerirles textos a sus alumnos ni entusiasmarlos a interiorizarse en esta práctica. El problema es tan agudo que la Asociación de Bancos de la Argentina lanzó premios de 15 mil y 5 mil pesos para docentes y público en general que presenten un trabajo para el restablecimiento de la lectura y la comprensión de textos en la EGB. Los interesados tienen hasta el 20 de setiembre para presentar su propuesta (entre 20 y 50 carillas) en San Martín 229, piso 10, Capital Federal.
Libro por edad psicológica
Se consideran 4 etapas en los niños, que manifiestan la maduración del lector. Etapa animista: atribuyen características del yo a la realidad circundante, es decir que los objetos inanimados cobran vida. Leen libros breves o repitentes, pues no les preocupa que aparezca lo mismo en varias ocasiones. Libros con muchas ilustraciones y poco texto. Temas preferidos: los vinculados con contactos cotidianos. Etapa imaginista: tratan de proyectarse en función de los demás. Leen relatos mas bien breves, y si se trata de temas novelados, los capítulos deben poseer un final para no provocar fatiga. Aparecen aventuras con otros niños, algunas humorísticas otras sentimentales, y el folklore de raíz tradicional. Etapa robinsoniana: (niños de 9 a 12 años) demuestran placer por el cuento y una búsqueda del realismo. Los gustos varían según el sexo: los varones prefieren aventuras sobre hechos reales, mientras que las niñas trasladan esa misma apetencia a peripecias de tono hogareño: relaciones familiares, sentimentales, viajes, etc. Etapa racionalista: (niños de EGB2) buscan valores que representen modelos de vida. Sigue gustándoles el humor, aunque con connotaciones más profundas, y el descubrimiento de lo que ‘se oculta detrás’ de lo escrito.
A leer se aprende leyendo Por Liliana Cubo de Severino
No hay vueltas ni matices: a leer se aprende leyendo. Recuerdo años atrás, cuando era profesora en la secundaria, con mis alumnos colgábamos un cartel en la puerta que rezaba: “No molestar, chicos leyendo”. Era una forma de valorar y respetar ese momento. Y hoy es necesario dar a la práctica de la lectura la importancia que merece.
En el Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras, hicimos una investigación que derivó en el libro “Leo pero no comprendo”. El estudio mostró que a los chicos les cuesta ‘hacerse la película’ cuando leen, como refieren algunos autores. El libro requiere un esfuerzo de imaginación muy superior al de un filme o al audiovisual.
Las mediciones indicaron que tienen graves dificultades para armar la representación mental de lo que están leyendo. O, lo que es lo mismo, no están capacitados para establecer relaciones causales, descubrir las intenciones de los personajes, etc.
El lector no se hace de un día para el otro. La lectura implica un proceso psicolingüístico complejo que trabaja con la memoria a corto plazo y en el que se deben realizar varias acciones a la vez. Se debe atender a la superestructura (seguir el hilo de la narración, reconocer la idea principal) y, al mismo tiempo, decodificar lo microestructural de la oración (palabras).
Los chicos no consiguen combinar estas funciones sistemáticamente y se quedan atados a ciertas palabras o traen a colación información que no necesitan... Todo esto se supera con la práctica.