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Los Andes: Las escuelas respondieron bien al simulacro sísmico

Son las 10.30. Una voz en off se oye desde la radio que suena en el patio más chico de la escuela. “En orden y sin correr los alumnos deberán salir de las aulas cuando esta señal termine”, indica. A los segundos comienzan los ruidos de derrumbes y los niños se ubican bajo los pupitres con las manos sobre la cabeza. Cinco minutos más tarde todos están en la zona despejada del colegio. Así fue la reacción de los alumnos de la escuela Manuel Antequeda (Godoy Cruz), ante el simulacro de terremoto que ayer se repitió en dos mil colegios de Mendoza.

11 de mayo de 2006, 13:49.

Con algunas diferencias en los tiempos para desalojar los edificios, ayer se concretó la prueba sísmica organizada por la Dirección General de Escuelas (DGE) y Defensa Civil. La actividad incluyó a unos 500 mil alumnos, docentes y no docentes de todos los niveles y turnos: a las 10.30 y a las 16.30 y a las 21.

 

El lugar elegido para realizar la experiencia oficial fue el colegio Martín Zapata, de Capital. Allí unos 500 estudiantes de EGB3 y Polimodal evacuaron la escuela en menos de dos minutos (ver aparte).

 

El objetivo de la simulación -que se repetirá en octubre- es crear conciencia y educar a la población y, a la vez, lograr que los edificios educativos tengan en buenas condiciones sus mecanismos de contingencia. Algunos de ellos, de acuerdo a Defensa Civil, se basan en que las salidas de emergencia, así como las puertas y la señalización, sean adecuadas. Pero en muchos casos, para llegar a la situación ideal, las escuelas locales deben mejorar su infraestructura.

 

Algo positivo, desde el punto de vista de las autoridades de la escuela Manuel Antequeda, tiene que ver con el alto grado de concientización de los 400 niños de Nivel Inicial y EGB 1 y 2 que allí concurren.

 

Sin ensayo previo, los chicos salieron en fila hacia el patio. Luego de que cada maestra realizara un conteo de sus alumnos, una de ellas salió corriendo en busca de una niña descompuesta que apareció en una camilla. La recreación sirvió como condimento para coordinar las tareas que se distribuyen entre el personal del colegio.

 

Técnicos de la Municipalidad y agentes de Defensa Civil hicieron algunas recomendaciones a las autoridades. “Haría falta una malla protectora en algunos vidrios, revertir el sentido en el que se abren las puertas y dibujar con una línea roja en el piso la zona de peligro lindante a las ventanas”, explicaron.

 

En pocos minutos, todos regresaron a los cursos. Y ante la pregunta sobre cómo actuarían ellos ante un temblor respondieron sin perder tiempo. “Nos ponemos abajo de la mesa con la cabeza tapada y después vamos al patio sin correr”, contestó Agustín (6) de primer grado. En este colegio, las tareas están distribuidas de antemano. Los docentes trasladan a los chicos hacia la zona de seguridad. Mientras tanto, los directivos tienen la responsabilidad de recorrer la escuela y comunicarse al exterior en el caso de emergencia, y los no docentes tienen que cortar la luz y el gas.

 

Los auxiliares y la profesora de Educación física son quienes proveerán de herramientas de primeros auxilios y trasladarán hacia la salida a los chicos que queden atrapados.

 

La hipótesis es un terremoto como el de 1861

 

Retornaron los simulacros de terremoto a las escuelas públicas. Hacía seis años que no se practicaban y Defensa Civil estimó que era el momento de realizar dos ejercicios este año. El de ayer fue el primero y, en octubre, habrá otro.

 

La idea, con estos entrenamientos de catástrofes, es que los alumnos lleven los conocimientos a sus hogares para enseñarlo a sus familiares y así desarrollar una mejor cultura sísmica, en una zona proclive a estos movimientos. En 1861 se produjo el mayor terremoto en la historia de Mendoza. Alcanzó los siete grados en la escala de Richter y entre IX y X en la de Mercalli modificada. Murió el 70 por ciento de los habitantes del oasis norte.

 

“Los entrenamientos que realizamos se hacen bajo la hipótesis de un terremoto como el que afectó a Mendoza en aquella oportunidad. Se supone que, si llegase a ocurrir, debería ser la propia gente, organizada por cuadras, quienes tendrían que ayudar. La ayuda oficial demoraría muchas horas o días en llegar y tampoco habría servicios como agua, gas o electricidad”, explicó el ingeniero Melvin Cavalo, responsable de Planeamiento de Defensa Civil, mientras supervisaba el simulacro que se realizó en la escuela Martín Zapata. Allí asistieron, como observadores: el jefe de Policía, comisario general Héctor Quiroga, y el subsecretario de Seguridad, Omar Pérez Botti.

 

“Queremos generar una conducta para que los individuos enfrenten bien una emergencia, para que no se entre en el pánico y la amenaza se neutralice”, comentó Cavalo.

 

En el ensayo sísmico realizado ayer en el Martín Zapata, los alumnos demoraron casi dos minutos en desalojar un edificio de tres plantas. “En este colegio siempre realizamos simulacros, por lo menos dos al año. El año pasado enfrentamos un par de emergencias reales y la capacidad de respuesta fue muy buena”, señaló la directora, Mirta Jiménez de Paz.

Zulema Usach y Gonzalo Tapia - De la redacción de Los Andes

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