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Los Andes: “Los científicos deben aprender a comunicarse con el público”

Los científicos somos notablemente ineficaces en nuestras comunicaciones con el mundo externo a nuestro propio hogar profesional”. La contundente frase pertenece al físico Juan Roederer, uno más de los científicos argentinos que debió abandonar el país en 1966 para hacer carrera -en este caso brillante- en el exterior.

22 de marzo de 2006, 13:11.

“El problema es que los científicos viven en las nubes -no todos- y entonces la comunicación con el público es bastante mala. Esto es una pena porque es una responsabilidad social de los científicos de transmitir información, no sólo a sus colegas sino a todos los demás”, completa Roederer. El físico entiende que la ciencia hoy en día, especialmente la ciencia básica, va a formar el futuro de toda la tecnología. El problema es que los beneficios no se verán mañana, sino dentro de 50 años.
 
Con respecto al proyecto de Rayos Cósmicos Pierre Auger, Roederer explica que a simple vista para el público general “los rayos cósmicos no sirven para nada. Sin embargo sirven para entender cómo funciona el universo y eso es muy importante. Es decir, al público no se le puede decir sobre el detalle de las partículas, las masas, las reacciones nucleares, hay que tratar de explicarlo, de decir por qué es importante para la humanidad y eso el Proyecto Auger lo hace muy bien. Tiene una infraestructura de información pública muy buena”.
 
Muy interesado por la política científica, ya que fue presidente de la comisión presidencial de investigaciones árticas de los gobiernos de Ronald Reagan y Bush padre en los Estados Unidos, Roederer considera que la ciencia es ilimitada; “Es una cuestión de tiempo y plata”. Por eso “los científicos debemos descender de las nubes y dedicar mucho más tiempo de lo que habitualmente dedicamos a escribir artículos de divulgación y explicar lo que estamos haciendo, pero más bien porqué y para qué lo hacemos”.
 
Sin dudas, el volumen de las publicaciones científicas crece exponencialmente y es casi imposible predecir lo que va a pasar en diez años mas, pero este argentino entiende que “lo más significativo de lo que está pasando en los últimos veinte o treinta años es la interdisciplinariedad. Por un lado, necesitamos especialistas; en física lo sería un individuo que estudia un aspecto determinado: la nanotecnología, por ejemplo. Pero por otro, ese trabajo en un ámbito especializado no se puede hacer si uno no trabaja en cooperación con biólogos, ecólogos o sociólogos. Esta mezcla depara un desarrollo enorme. Los físicos se involucran en la biología y viceversa; incluso se involucran en áreas de la economía donde se aplican principios como el de entropía. Es fabuloso lo que está pasando”.
 
En referencia al grado de abstracción que van adquiriendo algunas teorías y que alejan la posibilidad de que el común de las personas pueda comprenderlas, Roederer manifiesta que esto ha sido siempre así. Pero como “logramos entonces información y cierta capacidad de razonamiento que la persona promedio no tiene, nuestra misión es poner en uso todo el conocimiento acumulado. En esto, siempre recuerdo al profesor Werner Heisemberg, que nos decía a los jóvenes investigadores: Si usted no le puede explicar algo, sea mecánica cuántica, sea otra cosa complicadísima, a su abuela para que ella lo entienda, pasan dos cosas: o usted no lo entiende o está mal lo que trata de explicar”.
 
Escapar para estudiar
 
Cuando Roederer tenía diez años, en 1939, llegó a la Argentina con su familia, escapando del nazismo. Años después la violencia lo volvía a obligar a partir, esta vez hacia EEUU.
 
“En 1966 acababa yo de volver de Estados Unidos, donde había sido profesor visitante en la NASA y a las tres semanas se produce la Noche de los Bastones Largos -relata-. En ese momento el Departamento de Física de la facultad de Ciencias Exactas de la UBA estaba a la par de los departamentos de Física de Estados Unidos y Europa, de manera que el impacto fue realmente tremendo. Toda una generación de estudiantes quedó en el aire. Pero no tuve más remedio que renunciar, como tantos otros profesores. Las consecuencias de esa fuga de cerebros hoy la estamos lamentando”.
Walter Samchuck - Especial para Los Andes

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