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Los Andes-Lunes 22: El “autoquiosco” de la UTN: donde nadie atiende y todos pagan

Increíble para los tiempos que corren, un lugar donde los compradores se atienden y se cobran solos sin control de un cajero ni personal de seguridad que obligue a cumplir con el pago de lo que se adquiere. Es el “autoquiosco” de la Facultad Regional San Rafael de la Universidad Tecnológica Nacional, ubicada en la intersección de las avenidas General Paz y Urquiza, en el departamento sureño.

24 de mayo de 2006, 11:25.

Sólo bastan unos minutos observando el movimiento para comprender que el sistema funciona y muy bien, aunque parezca extraño. Los chicos entran al quiosco, eligen de las vitrinas alguno de los artículos, cada uno tiene marcado el precio y de forma automática sin que nadie deba decirles nada depositan las monedas correspondientes al importe en una caja de vidrio.
 
“Lo que se retira se paga, así de simple”, explicaron a Los Andes, Luis Ariel Naspi, Fabricio Grana y Ariel Condorí, alumnos de 5º año de Ingeniería Industrial que se acercaron al quiosco mientras esperaban para entrar a dar un examen. Y agregaron: “Si no tenés cambio las señoras que están acá y en la fotocopiadora te dan o te anotan lo que llevás y otro día pagás”.
 
Este sistema se viene realizando en la facultad hace 10 años por iniciativa de su decano, Horacio Pessano, quien además está cumpliendo el tercer período. Desde entonces funciona sin inconvenientes y con el dinero no sólo se repone la mercadería del quiosco sino que también se compra material como papel, libros o CDs.
 
“No somos marcianos”
 
Olga y Mabel son las encargadas de comprar la mercadería y verificar que no falte café o azúcar en el lugar, ya que también se puede tomar algo caliente. A un costado de las vitrinas donde se exhiben las golosinas, galletas, facturas y tortitas, están los vasos, las cucharitas y los envases con el café, azúcar y leche, además de la máquina del agua. “Cada uno se hace el cafecito a su gusto y echa las monedas en la cajita”, contaron las mujeres que llevan 10 y 15 años respectivamente trabajando en esa casa de altos estudios.
 
Mientras transcurre la charla, se acercan los jóvenes estudiantes y algunos profesores. Uno de ellos, el arquitecto Lucio Lanzi, en una pausa de su clase se sirve un café y comenta: “No somos marcianos, es una cuestión de responsabilidad”.
 
Así, Luis Naspi, relata que “con los que cuesta un poco es con los chicos de 1º año porque vienen del secundario con otra idea, pero de a poco ven cómo es y enseguida se adaptan”. Mabel asegura que si bien cuando ingresan les parece extraño porque “son más cancheritos”, enseguida aprenden el sistema.
 
El autoquiosco forma parte de una materia instrumentada para toda la Facultad, que se denomina “honestidad y responsabilidad”, y según los mismos alumnos-usuarios todos aquí la aprueban porque “demuestran que realmente se puede ser así”.
 
“En muchas ocasiones no tienen plata o vienen cuando ninguna de las dos estamos y nos dejan un papelito, ‘saqué dos tortitas, soy fulano de tal y curso tal año, mañana traigo la plata’, o simplemente pasan al otro día y depositan el dinero”, cuentan las dos mujeres que al hablar manifiestan un orgullo especial por estos jóvenes.
 
Lo que empezó como una pequeña solución para que los estudiantes no tuvieran que alejarse de la facultad que se encuentra en una zona poco poblada terminó siendo una manera diferente de dar cátedra y formar en valores .
 
“Las universidades te dan instrucción pero no te dan el don de gente, acá formamos personas antes que ingenieros”, dijo un docente.
 
Una biblioteca abierta
 
Pero no es el único ejemplo que tiene la Facultad Regional San Rafael de la UTN, ya que además de la biblioteca convencional donde pueden consultar también los graduados y los estudiantes, se trabaja con bibliotecas áulicas.
 
En cada curso existe un armario con el material de estudio para las materias correspondientes y hay destinados responsables por cada uno que recibe una beca de servicio de la misma Facultad y se encargan de abrir cada mañana la biblioteca.
 
Así, cada alumno saca el libro que necesita, hace las consultas y cuando finaliza devuelve el material a su lugar.
 
“Aquí no se pierde nada y lo cuidamos porque entendemos que las cosas son de todos y están para nuestro beneficio”, afirmaron unos alumnos que estaban buscando material para un examen.
Daniela Larregle - dlarregle@losandes.com.ar 
 

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