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Los Andes-Martes 14: Biólogo sanrafaelino investiga en la única base civil de la Antártida

Desde febrero de 2002, cuando llegó por primera vez a la base antártica Jubany -la única civil-, Adrián no deja de asombrarse por este continente blanco que aún depara tantos misterios. Y en este vivir “de lo que te formaste”, alcanzar el sueño de llegar a ese punto tan distante, los sentimientos se entremezclan en un “hacer patria” que al menos él siente profundamente, con el doble valor de estar trabajando por la ciencia.

17 de marzo de 2006, 13:44.

“No es fácil ir a un lugar donde no podés comunicarte a diario y sabés que estarás mucho tiempo sin regresar”, cuenta mientras muestra fotos tomadas por él mismo en la base. “Por un lado el tema de la soledad, de tanto sacrificio y resignación por lo que uno deja: la familia, la novia, los hermanos, los sobrinos”.

 

Habla con la tranquilidad de quien se acostumbró a que de nada sirve desesperarse y andar a las corridas. “Uno lo ve de una forma especial pero no se olvida que es un sacrificio. Relativamente la pasás bien, no tenemos todas las comodidades, ni absolutamente las posibilidades de estar en contacto con la familia para vivir ese día a día”, relató.

 

Adrián estuvo en San Rafael para “cargarse del afecto” de sus seres queridos -su papá que es comerciante, su mamá, dos hermanas y dos sobrinos que son sus ahijados, además de un montón de amigos- y continuar este año realizando su trabajo. Así, comentó que la primera vez que viajó a la Antártida estuvo 13 meses y medio sin regresar, pero “siempre trato de llamar una vez a la semana”. Aunque allí nada es fácil, ya que se comunican a través de una radio estación y en invierno la “ionósfera por donde se propaga la onda es muy inestable debido a que no hay radiación solar”.

 

Durante estos años de diferentes estadías, a veces con más gente -en el invierno de 2002 eran 14 hombres en Jubany y en otros momentos hasta 44- aprendió que “en síntesis la vida es diferente, como en otro mundo. No sólo sos el responsable de tu actividad específica sino también de las instalaciones. Por el frío y el viento las cosas se deterioran y hay que repararlas constantemente, ya sea un corto circuito, un pequeño incendio o problemas con el gas y las estructuras. Así que uno empieza a darse maña para realizar tareas que no sabía”, contó.

 

La charla transcurre entre mates y así este joven biólogo explica que su investigación tiene que ver con “la tasa de sedimentación de partículas orgánicas e inorgánicas, el rol de la sedimentación y la resuspensión en un ambiente costero de Antártida. Es el tema de mi tesis para optar por el título de doctor de Ciencias Naturales”, agregó. Para ello toma muestras en el mar Antártico que conformarán el proyecto presentado dentro del Instituto Antártico Argentino. Además posee una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica que le permite “volver al continente para desarrollarlo. Mi lugar de trabajo actual es el departamento de Ficología del Museo de Historia Natural de la Universidad de La Plata que está dentro de la facultad de Ciencias Naturales y Museos”.

 

A pesar de estar transitando los últimos tramos para su tesis, no olvida sus primeros acercamientos con las ciencias. “Iba al museo y allí (Humberto) Laggiglia (el director del museo de Historia Natural de San Rafael), junto a los antropólogos Gustavo Neme y Fito Gil me empujaron a conocer más”, recordó. Más tarde vinieron sus años de la Universidad Nacional de Córdoba y el contacto con algunos profesores de la cátedra de Ecología marina quienes lo ayudaron a alcanzar su sueño, investigar en la Antártida.

 

“Con tus compañeros se establecen relaciones de unión y solidaridad, hay gente de todo el país, con diferentes expectativas. Todo depende de respetar lo que le gusta al otro, de compartirlo y hacerle el aguante. Es como una familia”, finaliza.

 

Por la ciencia

 

En su tarea de investigador, Adrián Atencio recoge muestras para analizar el rol de la sedimentación de materia orgánica e inorgánica, y así determinar la cantidad de algas que crecen en la superficie marina y que al hundirse le sirven de alimento a la fauna animal, como el krill y los bivalvos.

 

“Tomamos muestras bajo un sistema de reglamentación para salir al mar, donde hay que tener en cuenta muchas cosas. Una de ellas es el clima, porque el viento puede dar vuelta la embarcación y la temperatura del agua ronda los 2º -0 . En los trajes especiales (equipos antiexposición) que usamos no entra el agua, salvo que se pinchen, y si no nos mojamos la cabeza podemos llegar a durar 15 minutos hasta que llegue otra embarcación, de lo contrario las posibilidades de sobrevivir son nulas”.

 

La base científica Jubany queda a unos 400 kilómetros de la base Marambio.

 

En Jubany durante el mes de enero hay días de luz de 19 horas y en invierno penumbra desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la tarde.

 

“La oscuridad es un factor que influye mucho. Estás terminando de almorzar, de lavar los platos y ya es de noche, pero hay que seguir hasta las 21.30 porque el ritmo de vida se mantiene”, acotó Adrián.

Daniela Larregle dlarregle@losandes.com.ar

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