Nos recibió en su casa, junto a su esposa, Alicia Notaro, que tiene una memoria prodigiosa y le ayuda a recordar los nombres.
-¿Qué hace, actualmente, da clase o es sólo un oyente de lujo?
-Tengo un par de alumnos de saxo, que vienen de vez en cuando, como hacen los alumnos privados. Lo que a mí me gusta, a la gente no le gusta y, además, de mis compañeros, el que no murió, está en el exterior, de modo que no tengo con quien tocar. Por eso toco clásico y es un volver a las fuentes, porque por ahí empecé y llegué a tocar hasta con Perceval como director de la Sinfónica. Después me dediqué al jazz que era lo que más me gustaba. Grau me dedicó una pieza para clarinete.
-¿Se ha estrenado?
-No. Se iba a tocar en el Hollywood Bowl, en 1995, pero los yanquis se hicieron los locos con la plata. Quedaron en pagarme cuatro mil dólares y después salieron con doscientos. Hablé con Roberto Chiófalo, que era el intermediario y que iba a dirigir la orquesta, pero me dijo que era baja temporada y después se olvidó todo.
- ¿Se considera saxofonista?
-No. Soy clarinetista y toco el saxo, aunque el maestro Scarabino me dijo: “Ese es el sonido de saxo que yo soñé”.
-¿Se sigue haciendo swing; qué lo caracteriza?
-No. No hay con quien tocar. En Swing Tempo había un tipo que empujaba, que era Coco Vargas. Swing Tempo era Benny Goodman y ahora esa música no gusta. La gente quiere baile y moverse para que la vean, no por el gusto de bailar. No es música de este tiempo. No hay vuelta que darle.
-¿Y el rock?
-La primera vez que se usó la palabra rock, lo hizo un trompetista que tocó un tema que se llamaba “La mecedora” (“Rocking chair”). Y allí, el pianista fue el primero que usó el tresillo como nota “ostinata” y hubo un grupo de músicos de menor valor que los de jazz, que eran populares por allá por 1948, que tomaron ese ritmo. Luego fue derivando y apareció Elvis Presley, que lo hacía muy bien, pero era otro tipo de música. The Beatles hacían el rock europeizado.
-¿Y el rock argentino?
-No existe. Al baterista de The Beatles, Ringo Starr, le preguntaron por el rock argentino y dijo: “No existe”. Es lo mismo que preguntar por el jazz argentino o por el tango inglés.
-¿Qué impresión le hizo Mendoza cuando llegó?
-Tenía 14 años. Me parecía el barrio de Flores por la edificación, pero no tan comercial, porque Flores era muy comercial en esa época. Ahora está peor. Pero Mendoza era superior por la cultura. Con todo su provincialismo, era sumamente respetuosa de las manifestaciones musicales. Yo me enamoré de Mendoza y desde ese enamoramiento fui mendocino. Entré derecho a la Escuela de Música, tuve muy buenos maestros. Era un mundo nuevo, de música en serio, porque en Buenos Aires sólo tenía la radio.
-¿Es positivo para la cultura de Mendoza que haya dos orquestas sinfónicas?
-Sí, pero, en realidad, hay una muy buena, que es la universitaria y la otra es buena sólo para algunas obras. Yo tocaba allí cuando era la Agrupación Sinfónica, con dirección de Ducci y luego fui solista cuando estuvo Gorelik. El problema es que había muchos músicos jubilados de bandas militares, aunque algunos eran buenos. Tocábamos todos los domingos en la galería Piazza. Ducci soñaba con una orquesta sinfónica y puso muchas cuerdas.
-¿Le iba bien con Swing Tempo?
-Yo ganaba diez veces más con Swing Tempo que tocando en la Agrupación Sinfónica, porque ahí pagaban muy mal. Nació en la década del '60 y terminó cuando entramos en grupo a la orquesta municipal. Coco Vargas, que le puso el nombre, pensaba que el conjunto debía tener swing, que quiere decir balanceo, pero para los músicos significa que si alguien pregunta por el swing, nunca lo va a tener, porque se lo debe llevar dentro. El swing es tan claro, que si no se hace bien, se cae en el ridículo. Hay que respetar ciertas normas armónicas y melódicas que no permiten la nota falsa ni la mentira.
-¿Y a la orquesta municipal, por qué no se la escucha?
-Ah, pregúntele al Intendente. Mientras yo fui director, se la escuchaba. Cuando estaba Billy Romero en Cultura, planeábamos una orquesta con más cuerdas, para hacer un repertorio más amplio y no sólo tango, aunque me gusta mucho el tango. Hacíamos folclore también y yo los obligaba a tocar jazz. Salía bastante bien. Sobre todo, teníamos ganas.
-A Radio Ideas, la única emisora que transmitía música clásica, le quitaron el permiso.
-Sí, nosotros también la extrañamos mucho. Esa emisora cumplía una función importante, porque cubría las expectativas de ese público que gusta de la música clásica, que no se emite por ninguna otra.
-¿Qué opina de la música en general en los diez últimos años en Mendoza?
-No quiero criticar. Hay gente que toca muy bien, sobre todo algunos chicos de la UNCuyo, particularmente Emme, que toca el celo, y los clarinetistas. La música sinfónica debe tocarse en un buen teatro, con su buena acústica y sus comodidades. A la música popular se la toca muy mal. Todavía, en algunas cosas, somos provincia. En mis tiempos de estudiante no había alumnos tan buenos como el chico Emme, que tiene un futuro bárbaro. Los músicos búlgaros le inyectaron calidad a varios sectores de la Sinfónica. Aquí falta, más que nada, la costumbre de tocar seguido obras difíciles, que es el único modo de tocar mejor.
Perfil
Nació el 27 de febrero de 1930 en Mar del Plata y se radicó en Mendoza en 1942, cuando su padre, Luis Mario Pontino, destacado cellista, fue contratado como profesor por la UNCuyo. Estudió con su padre y luego en la Escuela de Música, perfeccionándose con los maestros Elifio Rosáenz y Ramón Gutiérrez del Barrio.
Improvisador nato, fue socio fundador del Hot Jazz Club Mendoza; clarinete solista de la Casaloma Jazz; director del conjunto Los Peniques; fundador e integrante de Swing Tempo; primer clarinete de la Agrupación Sinfónica y saxofón solista con la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo en obras de Musorgsky, Ravel, Bizet y Gershwin.
Ofreció conferencias sobre música, particularmente jazz, en diversos institutos, radios y entidades universitarias.
Fue profesor de cultura musical en establecimientos de nivel medio.
Es autor de numerosos arreglos de obras del repertorio popular y hasta hace 5 años, fue el director de la Orquesta municipal de la Capital.