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Los Andes-Martes 6: Opinión: Crisis en la educación de los policías

Los errores que a diario se cometen por parte del personal policial tiene relación inmediata no sólo con la falta de preparación inicial que recibe hoy el cadete, sino también, y principalmente, con la falta de existencia de claras directivas de quienes tienen a su cargo el manejo de las estrategias para prevenir o reprimir el delito.

En la mayoría de los casos, el personal policial es una verdadera víctima del actual sistema desarticulado, que se encuentra sin cabeza, y que no les da las pautas necesarias de un buen actuar.

Sin dudas que el Instituto de Seguridad Pública no está capacitando correctamente a los cadetes que ingresan al mismo, y esto es algo que en la fuerza policial se ha venido señalando y advirtiendo desde hace un tiempo.

Esta falta de capacidad se da no tanto por la rapidez en el egreso en sí del cadete, que puede no ser malo si se recibió y asimiló la formación necesaria, sino por el relajamiento en el nivel de exigencia indicado desde arriba, y sobre todo, por la falta de enseñanza de lo que significa pertenecer a una institución como la policial, donde la obediencia es fundamental, las jerarquías deben existir y ser respetadas, y donde debe necesariamente haber una clara verticalidad en la cadena de mando.

Si no se enseña todo esto desde el inicio, el resultado será el que tenemos hoy.

No sabemos si no se enseña intencionalmente o por simple inadvertencia.

Estas falencias del Instituto no deben ser atribuidas a quienes enseñan en el mismo, sino a quienes elaboran los planes de estudio y disciplina que han prescindido de incluir algo básico para la formación del policía, es decir, al Gobierno.

No sabemos si lo han hecho intencionalmente o por simple inadvertencia.

Formar una mejor policía no quiere decir que deba dejarse de lado lo que significa la disciplina, el respecto a la jerarquía y la obediencia. Si realmente se pretende tener una policía más “educada”, más “capacitada” y más “culta”, eso debe significar y tener necesariamente como resultado que los egresados sean más respetuosos, más obedientes y más subordinados a la jerarquía.

Si no logramos esto, estamos teniendo una policía peor, no mejor como se pretende, y eso debe preocupar a quienes tienen a su cargo determinar los planes de estudio de los cadetes.

Que no quepa ninguna duda de que todas las falencias perjudican la prestación de un buen servicio de seguridad.

La falta de instrucción de los cadetes tiene como consecuencia directa un deterioro en la prestación del servicio policial, cosa que ha venido ocurriendo claramente.

Encontramos tres tipos de perjudicados:

1) El ciudadano, que es quien recibe una mala atención o malos tratos, o directamente una privación de su libertad sin que se haya desarrollado ningún comportamiento que permitiera que fueran conducidas a una seccional o ser encerradas en un calabozo.

2) El mismo policía, que por no cumplir adecuadamente con su función, recibe sanciones o vive un momento de tensión absolutamente innecesario, producto de una mala enseñanza inicial, con su consiguiente desprestigio dentro de la sociedad.

3) La sociedad en su conjunto, ya que un procedimiento policial mal llevado significa lisa y llanamente la impunidad de posibles delincuentes que se ven beneficiados por esa mala actuación, justamente de quienes tienen a su cargo prevenir el delito, y resolver un hecho ilícito una vez producido.

Me pregunto: ¿Cómo puede implementarse el programa Policía a Mano si no alcanza el personal y el que egresa del instituto no tiene la formación necesaria para cumplir adecuadamente la función?

Sin dudas que la mala formación del cadete perjudica la prestación del servicio de seguridad.

Pretender que el cadete egresado se termine de formar disciplinariamente sobre la marcha, dentro de la dependencia, no resiste el menor análisis.

Por supuesto que uno aprende todos los días de la vida algo nuevo, pero eso no significa que el cadete no deba aprender desde el primer día lo que significa ser policía, lo que significa la forma de vida del buen policía, lo que significa para su persona y su familia ser policía.

Además, el problema disciplinario no viene solamente de los nuevos egresados sino de quienes conducen la fuerza, que deben hacerlo dando el ejemplo en todo momento.

¿Cómo cree, estimado lector, que un policía puede asimilar que el ministro de Seguridad de la Provincia le pase revista en una formación policial, vestido con ropa deportiva y zapatillas blancas? ¿Qué clase de disciplina les enseña el jefe al subalterno de esta forma?

Como puede advertir, señor lector, desde arriba se está mal enseñando al policía.

No podemos afirmar si es intencionalmente o por simple inadvertencia.

Lo más grave de todo es que falta una clara política de prevención del delito que baje inteligentemente desde las más altas jerarquías hasta los policías más modernos, lo que termina desarticulando cualquier programa, por más bueno que éste sea en teoría.

La actual gestión de gobierno lleva seis años a cargo del manejo de la cosa pública, y parece no dar en el clavo del problema tan grave de seguridad que nos toca vivir a todos los mendocinos.

Lamentablemente se encuentran encerrados en sí mismos, no escuchan a nadie que opine distinto, rotan de función como si fuera lo mismo ocupar uno u otro cargo, se comportan como verdaderos autistas y, lo peor, se pelean entre ellos, dejando perplejos a la sociedad que mira atónita lo que ocurre.

No sabemos si intencionalmente o por simple inadvertencia.

Carlos Aguinaga (Vicepresidente del PD y candidato a senador provincial)

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