- Con la impresionante carrera que tiene a sus espaldas, ¿por qué decidió venir a dirigir esta orquesta mendocina?
- Porque me gusta coleccionar amigos (sonríe). Acepté hace seis meses, cuando supe que aquí hay varios integrantes que son compatriotas míos. Siempre he sostenido dos convicciones fuertes en mi vida: nunca rechazo una invitación, si mi cronograma de trabajo me lo permite; y nunca pregunto cuánto me pagarán: quiero que la gente disfrute mi música, aunque no tenga entrada. Es por eso que siempre en Moscú, donde hay presupuestos malísimos, acepto hacer algún concierto gratis, con la condición de que la gente pueda entrar también gratis. Mi representante dice que ésa es una mala política, pero yo no lo creo así, me ha dado muchas satisfacciones. En el Bolshoi, por ejemplo, que tiene una capacidad para 2.700 personas, a mis conciertos han ido unas 4.000: es una alegría que tantas personas puedan gozar de la música (estos conciertos son frutos de su tarea de director titular de la Russian Federal Orchestra, primera orquesta privada de Rusia que brinda todos sus conciertos gratuitos, gracias al esponsoreo de empresas privadas).
- ¿Cuáles son las particularidades que tendrá esta sinfonía de Berlioz, bajo su dirección?
- Quiero hacer un concierto de gran nivel. Ése es el desafío. Un gran maestro decía: “no hay malas orquestas sino malos directores”. Yo creo eso, que se puede hacer con una orquesta pequeña un gran concierto y también con una de primerísimo nivel un concierto mediocre.
- ¿Cuál es la mirada que tiene usted, como artista, sobre la Sinfonía Fantástica?
- Es como un sueño. Es una visión de ojos cerrados; es decir... creo que hay que escucharla y tocarla con los ojos cerrados. De ese modo se puede experimentar la fantasía propuesta por el autor. Pero, en algunos momentos, hay que abrir los ojos, para comprobar si lo que se vivencia es real o no. La otra pieza que interpretaremos es la Fuerza del destino, de Verdi; que tiene cierta similitud con la fantástica... Esa idea del destino golpeando a la puerta...
- Usted ha dirigido la música de Dersu Uzala, de Kurosawa: ¿tiene interés en continuar la relación con el cine?
- Fue una experiencia muy cálida y casual. Me encontré con Akira cuando tenía 30 años. Para esa película me tomó una prueba y quedó sorprendido por la exactitud con que yo llevaba el tiempo musical. Me hizo repetir tres veces un fragmento que debía coincidir con el amanecer, para ver si no era casualidad ese resultado (ríe).
- ¿Cómo ve a su país en la actualidad, luego de que usted se exiliara?
- Cuando yo me fui (en el ‘83), ya era famoso en la Unión Soviética, gracias al concurso von Karajan (se refiere al primer premio que obtuvo en el Concurso Internacional Herbert von Karajan, en 1971, que lo catapultó a los círculos más altos de los artistas soviéticos) y ganaba el mayor ingreso que estaba permitido tener. Pero yo no me fui de la Unión Soviética por una cuestión de dinero o de adherir al capitalismo. Lo hice porque me sentía tratado por el régimen como un niño al que le dicen lo que debe hacer. Hoy, después de tantos años, algunas cosas han mejorado, pero es muy duro vivir allá, hay mucha pobreza. No puedo decir que el sistema soviético sea mejor que lo que sucede ahora, pero sí es cierto que todos los que hicieron esta última revolución para tirar al régimen son los que tienen el dinero. De todos modos, hoy la gente tiene esperanza.
La ficha
Sinfonía Fantástica Opus 14, de Héctor Berlioz
Con: Orquesta Sinfónica de la UNCuyo.
Director invitado: Vakhtang Jordania.
Sala: Teatro Universidad (Lavalle 77 de ciudad).
Día y Hora: Hoy, a las 21.30.
Entradas: 6 y 8 pesos.
“La música es mi aire, mi alimento”
Vakhtang Jordania (59) es, en persona, tan interesante como las abultadas fojas de su currículum. Comenzó su romance con la música cuando recién tenía edad para emprender los primeros juegos infantiles (a los 5 años), en Georgia, de donde es oriundo. De allí en más, un fragor incesante de altas calificaciones en sus estudios (todos en prestigiosas instituciones de rango internacional) experiencias, éxitos y premios acumulados lo llevaron a convertirse en un músico de altísimo nivel en el circuito internacional de la música. Fue aclamado en su debut en el Carnegie Hall; respetadísimo en el mundo de la ópera, como director artístico y principal invitado de la Korea Opera Company; dos veces dirigió el Concurso Tchaikowsky; ha realizado grabaciones memorables (como las de las Sinfonías 6, 9 y 10 de Shostakovich), y otras de música inédita para el sello KOCH International, que se han convertido en uno de los discos más vendidos en el mundo. Ésta es apenas una somera enumeración de su faceta artística. Pero existe otra, íntima, que tiñe a la fenomenal trayectoria de un humanismo particularísimo: la generosidad para con sus colegas y el público, la placidez de la casa familiar (situada en un pequeño pueblito de 1.500 habitantes, cerca de Washington y a la que presumimos rodeadas de verdes estridentes), y el orgullo por sus hijos: llegada esa intancia de la conversación, Jordania saca presuroso de su billetera la foto de dos de ellos para mostrarla, mientras acota: “mi hijo más grande es director también, en Georgia, mi otra hija es conductora en la MTV y los dos más pequeños todavía estudian; pero todos tienen algún lazo con la música”.
Un gran desafío
Aquel reto que representara para la Sinfónica de la UNCuyo ejecutar la Sinfonía N° 1, Titán, de Mahler -en el 2002- vuelve a repetirse esta noche en lo relacionado con las exigencias técnico-musicales. Sin embargo esta vez, la difícil composición que les promueve el desafío es la Sinfonía Fantástica Opus 14 “Episodio en la vida de un artista”, de Héctor Berlioz (un artista francés que, debido a la búsqueda del elemento dramático en sus composiciones, se impone siempre un camino difícil de transitar).
Esta sinfonía (creada en 1830, plena vigencia del Romanticismo) está dividida en cinco movimientos (Sueños y pasiones, Un baile, Escena campestre, Marcha hacia el suplicio, y Sueño de una noche de aquelarre) “que describen la vida de un joven músico de sensibilidad enfermiza y ardiente imaginación que se envenena con opio en un acceso de desesperación amorosa -se afirma en la información brindada a la prensa por la coordinación de la orquesta-. La dosis de narcótico, insuficiente para provocarle la muerte, le sume en un profundo sueño acompañado por las más extrañas visiones, durante las cuales sus sensaciones, sentimientos y recuerdos se traducen, en su cerebro enfermo, en pensamientos e imágenes musicales. Incluso la mujer amada se convierte para él en una melodía que, como una idea fija, encuentra y oye en todas partes”. Es, por esta presencia de una suerte de “argumento trazado a través de las notas musicales” que la Sinfonía Fantástica forma parte del corpus de “música programática”, característica de este movimiento estético que es el Romanticismo. Berlioz la compuso inspirado en su amor por la actriz Harriet Smithson (quien luego fuera su esposa) y la admiración por la obra de Shakespeare y Goëthe.