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Los Andes: Opinión: El milagro educativo finlandés

Por Aleardo F. Laría, periodista, especialista en Educación.

03 de agosto de 2005, 14:01.

Finlandia es un ejemplo en cualquier estadística. Y en educación no es la excepción, ya que los sucesivos gobiernos de ese país han fijado una pauta madre para lograr el éxito de la calidad educativa: una educación que sea, además de universal, eficiente. Hoy en día existe un cierto consenso entre los economistas acerca de la importancia que tiene la difusión del conocimiento técnico como el factor fundamental del crecimiento a largo plazo. Se considera que una variable importante, en una zona o un país, es el “índice de tecnología”, que refleja el conocimiento disponible para todas las empresas.

El mecanismo fundamental para alcanzar el progreso técnico es acumular conocimientos a través de la inversión en investigación y en educación. Cuánto más se amplía la frontera tecnológica, más importante es la educación. En las economías industriales tradicionales, la educación secundaria era el factor principal, pero en las nuevas economías del conocimiento, donde impera la innovación, es más importante la educación superior. El gasto de los Estados Unidos en educación superior representa 3 por ciento del PBI, (del cual 1,4% es gasto público y 1,6% gasto privado). En la Unión Europea supone el 1,5 del PBI, (del que 1,1% son fondos públicos y sólo 0,4% privados).

El número de personas con estudios superiores, como porcentaje de la población entre 20 y 30 años es de 37% en los Estados Unidos, frente a 25% en la Unión Europea. Sin embargo, no sólo cuenta la inversión en educación, sino también la calidad alcanzada. Al observar la calidad de la educación, utilizando como referencia el nivel de lectura y el conocimiento científico y numérico, los Estados Unidos salen peor parados que los países de la Unión Europea. Algunos de estos países europeos superan ampliamente la media, como Finlandia, Irlanda, Holanda, Reino Unido y Suecia.

Existe un Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, conocido por PISA, sus siglas inglesas. A la cabeza de esa evaluación están los estudiantes finlandeses, que son los primeros en matemáticas, en comprensión de la escritura y en cultura científica. Finlandia destina 5,7% de su PBI a la educación (del que 5,7 es público y sólo 0,1 privado) una cifra superior a la media de los países de la OCDE que es de 4,8%. Las claves del “milagro finlandés” según la ministra de Educación de ese país, Tuula Haatainen, son cuatro: igualdad, dado que la educación es gratuita e igualitaria con independencia de la situación geográfica o la posición económica del alumno; sólida formación académica del profesorado; activa participación del medio social (las familias están en contacto permanente con el colegio) y amplios y gratuitos servicios para los alumnos (la comida y el transportes están asegurados para todos los alumnos hasta que terminan la educación obligatoria).

En Finlandia el sistema educativo es público y gratuito, desde que un niño nace hasta que hace el doctorado en la Universidad. La educación es obligatoria de los 7 a los 16 años y se divide en un ciclo básico de seis años y en un ciclo superior de tres años, hasta cumplir los 16 años. La escuela primaria y secundaria están unificadas, dado que los alumnos permanecen en el mismo colegio entre los 7 y los 16 años. Los profesores y maestros finlandeses están muy motivados. No sólo porque perciben unos 2.300 euros brutos al mes por una jornada semanal de 37 horas (y 13 semanas de vacaciones al año) sino también porque se han visto sometidos a un esforzado aprendizaje. La carrera docente dura cinco años y un tercio del contenido es netamente pedagógico.

Esta es la enorme diferencia entre Finlandia y los Estados Unidos donde, a pesar de gastar casi el doble que los países europeos por alumno, el sistema educativo adolece de una gran ineficiencia. El sistema norteamericano es además muy poco igualitario, dado que las diferencias socioeconómicas marcan en exceso el resultado de los estudiantes.

En la Argentina, como consecuencia de la crisis, la escuela pasó a desarrollar una función asistencial. Maestros con exiguos salarios, elevado nivel de niños sin escolarizar y abandono temprano son algunas de las deficiencias del sistema. Ahora, según ha indicado el ministro Daniel Filmus, el gobierno se propone “conseguir una educación media de calidad, que sirva para seguir estudiando, que esté vinculada al trabajo y que forme una ciudadanía responsable y activa”. Sin embargo, pese a las buenas intenciones, no se tiene todavía la sensación de que la educación, como en Finlandia, esté en el centro de atención de todos.

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