Asistimos a épocas difíciles en lo que hace a relaciones interpersonales. Cotidianamente, asombra ver imágenes que reflejan posiciones rígidas, intereses opuestos y escasa o nula búsqueda de necesidades compartidas, demostrando el desinterés por abrir caminos hacia el bien común.
¿Cómo evitar que la violencia social impacte negativamente en la escuela, si los niños y jóvenes están viviendo en escenarios hostiles, donde se muestran incertidumbres laborales, puertas cerradas y vallados en lugar de presencias y voces intencionadas hacia el diálogo fecundo para encontrar soluciones?
Como mediadora, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Cuyo, asisto con asombro y tristeza a la cuarta suspensión de la Asamblea Universitaria para renovar al rector de la Universidad de Buenos Aires, y hace pocas horas en una marcha de universitarios se observó nuevamente la actitud agresiva y violenta entre las partes, ante el intento de toma de una facultad.
Ese conflicto explícito, manifestado a través de las agresiones verbales, la violencia física y el vandalismo, se visualizaba hace algún tiempo, se anunciaba por indicios que anticipan los conflictos, percibidos pero no asumidos desde los implicados, lo cual confirma que al conflicto no se llega por casualidad sino por causalidad.
En respuesta a estas situaciones se intenta por la fuerza, sostener posiciones inflexibles, que traban a cada momento la posibilidad de comunicarse eficazmente en búsqueda de resolver la situación de conflicto, y ofreciendo en cambio una imagen oscura y poco ejemplificadora desde los ámbitos universitarios, ya que con distintos indicadores algún grado de violencia se manifiesta en todas las provincias argentinas desde hace varios años.
Los actos relatados brevemente, hacen percibir la escasa visión de las partes implicadas para el encuentro de necesidades globales, el escaso intento de acercar intereses y la falta de voluntad para flexibilizar posiciones.
Las normativas deben revisarse, los tiempos y las sociedades cambian con demasiada rapidez y los jóvenes perciben esto y quieren ser protagonistas.
Una vez más se demuestra la urgencia de implementar programas que prevengan estas situaciones, y no solamente en las carreras docentes sino en todas las instituciones superiores que formen profesionales.
En tanto los hechos cotidianos son observados por la sociedad, lamentablemente confluyendo en que prima la imagen de “bandos” y demostrando la nula visión de conjunto para la búsqueda de solución ante la grave crisis institucional universitaria, con evidencias muy graves, ya que desde esta semana ha quedado acéfala nuestra universidad mayor, por la caducidad del mandato del rector elegido democráticamente hace cuatro años.
“Separar las personas del problema” es lema para un mediador profesional, porque es muy difícil solucionar un conflicto cuando etiquetamos o individualizamos notoriamente a los protagonistas.
Los adultos debemos rever nuestras virtudes, para recuperarlas en valores y proyectarlas mejor en nuestros desempeños. ¡¡Cuánto perdimos de aprender !!
Hoy nos resulta muy difícil abordar situaciones de crisis, pero debemos asumir que las “dejamos crecer y desarrollarse” más que por desconocimiento, por no exponerlo socialmente, olvidando que en algún momento ese conflicto, tapado y oculto, estalla y la urgencia para resolverlo impide abordarlo adecuadamente desde lo técnico y lo ético.
El camino sigue estando a la vista... hace años se vislumbraba el impacto negativo de los conflictos familiares y sociales dentro del ámbito educativo, y quienes nos abocamos al tema hemos alertado sostenidamente, con el propósito de prevenir situaciones tan complejas a las que asistimos, y en donde la violencia con sus diversas expresiones, está queriendo instalarse como una forma habitual de comunicarnos, lo cual lleva a tomar decisiones tan fuertes como la decidida hace unos días con el proyecto interministerial en la provincia de Mendoza.
Con el asesoramiento del grupo GES (Grupo Especial de Seguridad) y la propuesta del Protocolo de Procedimiento, se incluye un ingrediente más a las acciones propuestas e implementadas desde hace años desde la DGE, pero al recordar que este especializado grupo interviene en situaciones de alto riesgo, sensibiliza a quienes estamos en la escuela, ya que la “mirada” puede agudizarse demasiado sobre la población escolar cuando se habla de “violencia extrema”, aumentando la opacidad social, con la que desde hace años carga la escuela argentina.
Es inminente que la sociedad y la institución educativa deben abrir espacios de información y reflexión sobre temas que enseñen a una mejor manera de socializarnos... no hay más tiempo que perder, hoy abordar las situaciones de conflicto con estrategias precisas es posible, pero lo indispensable es poner en vigencia acciones que favorezcan manejarse en la vida cotidiana de una manera más digna y humana, para evitar llegar a situaciones extremas de incomunicación, perjudicando a los protagonistas directos, a quienes toman decisiones y a los observadores afectados, que pierden día a día la posibilidad de asistencia, ante la impotencia individual y a veces institucional para gestionar positivamente los conflictos cotidianos.
La comunicación eficaz debe fortalecerse en todos los ámbitos, especialmente en el educativo, y así como enseñamos a leer, sumar e informatizarse, enseñemos sistemáticamente a convivir con los pares, respetando y escuchando a otros, conociendo nuestras ansiedades, manejando la tensión en la familia, escuela o boliche.
Hay que sentarse a pensar entre todos, si deseamos seguir fortaleciendo esta violencia social o si elaboramos nuevas formas de relacionarnos para convivir en armonía.
Los niños y jóvenes aprenden a escuchar cuando los adultos demostramos actitudes de diálogo, que queremos hablar y que disponemos de tiempo para escucharlos activamente... quizás hay que repensar si la cantidad y diversidad de contenidos curriculares impide desarrollar y practicar contenidos y habilidades sociales que son indispensables en la vida de los hombres del siglo XXI.