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Los Andes: Opinión: Reflexiones en torno de la pobreza rural

Por Juan Carlos Aguiló, Decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.

20 de septiembre de 2005, 12:11.

A pesar de los avances del último tiempo, el doloroso e inaceptable nivel de pobreza presente en nuestra sociedad nos compele a continuar discutiendo sobre el tema. Dejaré de lado por un momento el necesario y soslayado debate sobre las responsabilidades políticas que de este ruinoso fenómeno tienen los ideólogos y ejecutores de los programas neoliberales de los noventa y trataré de aportar algunas ideas a la imprescindible tarea de clarificación conceptual del mismo. Intentaré, además, incluir algunos elementos que contribuyan a entenderlo en referencia al mundo rural.
Como punto de partida y toma de posición al mismo tiempo, creo importante dejar en claro que toda conceptualización de una problemática social condensa las visiones dominantes que prevalecen en una sociedad en un determinado momento de su historia. Al mismo tiempo, estas explicaciones configuran los criterios que orientan las acciones a emprender para modificar ese fenómeno.
No es casual entonces que seamos testigos desde la década pasada del reverdecimiento de concepciones culpabilizantes sobre la pobreza que creíamos superadas. Cuando las explicaciones sobre el fenómeno de la pobreza ponen el acento en las características individuales -negativas para los valores dominantes- de los sujetos que las padecen, las acciones que se emprenden para su combate y/o contención necesariamente apelan a la responsabilidad individual y al aporte del sujeto pobre en la solución de “su” problema. La sociedad adhiere entonces a la reaparición de la neobeneficencia y en el mejor de los casos a las políticas compensatorias.
Dicho lo anterior y abocados a la tarea de operacionalización del concepto, puede observarse que existe cierto consenso entre las diferentes corrientes que estudian el tema en admitir que la pobreza es un estado de privación.
Asimismo, existe consenso en afirmar que este estado de carencia, además de ser multidimensional y reconocer gradaciones, debe -necesariamente- ser definido para un espacio social en un tiempo determinado.
Lo anterior nos indica que no es lo mismo ser pobre en el cordón periférico de una gran ciudad que en las zonas rurales. Y lo que es más definitorio aún, no es lo mismo ser pobre rural en un territorio provincial que en otro.
Pienso que es más dificultoso llamar la atención sobre la pobreza rural en nuestra provincia donde históricamente el tema ha sido “invisible” para la mayoría de los sectores dirigentes ubicados en los espacios de poder centrales.
Puede ejemplificarse lo anterior con la ausencia -histórica ya- de un marco regulatorio provincial que posibilite el diseño y la aplicación de políticas de Estado que fomenten la actividad agrícola y no agrícola en el mundo rural y detengan la sangría de jóvenes rurales a las zonas urbano-marginales de nuestras ciudades.
Ante la ausencia de esta política de Estado (con honrosas excepciones de algunas instituciones) y frente a las consecuencias de las políticas económicas de los ’90, los distintos sectores de la población rural resistieron estos embates con una profunda dignidad apelando, entre otras estrategias, a la autoproducción de alimentos y a la búsqueda de ingresos extraprediales.
En la mayoría de los casos, estas formas de sostenerse en el campo significaron el deterioro del capital propio y la imposibilidad de sostener la producción. En muchos, lamentablemente, lisa y llanamente el abandono de la zona rural.
Estas respuestas disímiles frente a lo arrasador del fenómeno económico han generado un denominador común que impregnará las decisiones de las familias rurales hacia el futuro: no queda margen para tolerar nuevas crisis si no existen políticas que contemplen las particularidades y vulnerabilidades del mundo rural y que amortigüen los efectos de los riesgos específicos del desarrollo de la actividad rural en Mendoza.
En este marco, son de vital importancia los estudios específicos que arrojen luz sobre las condiciones de vida de las poblaciones rurales y que contribuyen a disminuir su nivel de “invisibilidad” para el resto de la sociedad mendocina.

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