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Los Andes: Opinión: Rex non verba

Mendoza se ha quedado sin su sala de espectáculos más importante: el Rex. El cierre del otrora cine y hasta hace muy poco sala de eventos artísticos más grande de nuestra urbe, expresa mucho de lo que somos como sociedad. Como se sabe, el espacio está en manos de un particular. Nada pudo hacerse ante la solicitud municipal -con efectos pos Cromañón- de mejoramiento de su estructura y de sus servicios.

13 de marzo de 2006, 14:33.

Es muy grande la inversión y probablemente no sea factible una amortización en el mediano plazo. Como hombre de negocios, el propietario está en su derecho de evaluar las posibilidades futuras. Dentro de todo, habría que agradecerle que hizo durar bastante tiempo la espléndida sala luego de la debacle paradigmática de los consumos culturales, que cambió la forma y el espacio de los lugares que perseguían el fin recreativo y de goce estético de los pueblos, según las nuevas necesidades creadas.
 
De acuerdo a la información, el querido Cine Teatro Gran Rex pronto contendrá una sucursal de un restaurante estilo chino.
 
Lo único que no cambiaría el paisaje urbano es que el exitoso local gastronómico también acostumbra a generar colas en la vereda, como alguna vez lo logró el cine y muchos espectáculos de música y teatro.
 
Las masas piden comida... china
 
En nuestro país se entiende que una situación de crisis es cuando se descontrola una situación económica que afecta a la mayoría de la población. El caso más a mano es la medida tomada por el Gobierno nacional para evitar el aumento de la carne. Se plantea en un contexto de crisis y se toma la decisión, sea la más atinada o no. Pero nadie duda de que es una situación crítica.
 
Lo que resulta difícil que nuestros gobiernos entiendan es el concepto de crisis aplicado a otros ámbitos de la vida social. Claro que ante una situación ligada al consumo básico de alimentos, necesidad primaria, la cultura aparezca (como siempre) relegada al último lugar.
 
Si sólo se acercara la idea a nuestros dirigentes de que la cultura es tan fundamental como la alimentación de los individuos, así como lo es también la educación y la salud, pues otra sería nuestra realidad.
 
La cultura nos afirma como seres sociales pensantes y determinantes en las decisiones de la organización ciudadana. La cultura nos otorga identidad de pueblo. Nos concede la categoría de personas distintivas, no alienadas ni masificadas. Y, además, es la llave para el equilibrio emocional, para el sosiego mental, para la serenidad espiritual. La cultura es funcional al ser humano como la comida. Es indispensable para el sencillo placer de sentirnos vivos y no sólo de parecerlo.
 
Vamos de paseo... al supermercado feo
 
El mendocino promedio parece que opta con mayor entusiasmo salir a recrearse a los numerosísimos centros comerciales, conocidos shoppings, malls, hipermercados, supermercados, o minimercados (este último para un paseo corto.) Y cuando se habla de recreación se entiende que, sobre todo, tales visitas se desarrollan durante los fines de semana, cuando se tiene la disponibilidad horaria.
 
Curiosa forma de expresión del ocio. En realidad, este hecho también nos otorga una identidad a los mendocinos, ya que no es un rasgo tan común en otras ciudades de nuestro país y del mundo occidental que la gente disfrute tanto de un paseo entre góndolas, exceptuando Venecia, pero en otro sentido, por supuesto.
 
Aquí, las estanterías con mercadería subyugan más que una pintura. Será tal vez porque es menos costoso, luego, admirar los objetos expuestos, adquirir un paquete de azúcar que un cuadro.
 
La diferencia radica en que el consumo del arte uno lo realiza con los sentidos y no forzosamente necesita llevarse a su casa el objeto en cuestión. Muy complicado y oneroso resultaría adquirir una orquesta sinfónica para poner en el living.
 
Estado de las cosas y cosas del Estado
 
El amparo y resguardo que tenemos los ciudadanos, de las cosas que importan, está en manos del Estado. Tal afirmación no obliga al Estado a hacerse materialmente de todas las empresas o los inmuebles de valor para los individuos que los reclaman. No siempre el Estado debe poseer o financiar todo lo que no resulta un negocio. Pero sí debe hacerse cargo de tomar partido por lo que resulta trascendente. Y la cultura lo es, aunque los gobiernos no siempre se percaten de ello.
 
En este caso del Rex, el Estado tiene la obligación de resguardar algo que contiene cultura en su esencia. Y eso que hablamos de la acepción más sencilla del término, la que se refiere al arte en un sentido de espectáculo.
 
No entramos aquí a integrar conceptos sociológicos ni antropológicos más abarcadores de la palabra cultura, aunque también tengan que ver en el asunto. Sólo hablamos del "show bussines", muy cercano a la idea de tener un ministerio de turismo con la cultura adosada y funcional a los fines del primero.
 
Así pues, este gobierno debe tomar las riendas del asunto y lograr una función mediadora. No debe ser tan problemático acercarse al empresario que decide cambiar el uso de su propiedad para intentar un entendimiento. Podrían revisarse ventajas impositivas, posibilidades de subsidios de diverso origen, apoyo de fundaciones locales y foráneas, acuerdos de programación con productores de espectáculos, acercamiento con otras empresas del rubro turístico-cultural.
 
Son los gestos los que definen a los estadistas, más allá de los resultados que logren. Nuestro primer mandatario se autodefinió hace poco como una persona poco "cultural". Valga pues aclarar que en algunos países latinoamericanos, como en nuestro caso, la palabra "culturas/a" es una forma despectiva de definir a alguien que aparenta tener una alta formación cultural. Me imagino que no queremos eso en un gobernante. No es bueno aparentar lo que no se es, pero tampoco que sea su aspiración la de parecer culto.
 
Hechos, no palabras
 
Ya sufrimos la devastación de preciadas salas de cine y teatro en nuestra ciudad. Está bien tener la posibilidad de estacionar un coche, sólo que no queda bien estacionarlo frente al escenario. Ahora está por suceder lo mismo con el Cine Teatro Gran Rex de calle Buenos Aires. A menos que se haga algo de manera urgente (aunque es posible que ya sea tarde otra vez).
 
A la vuelta, en calle Lavalle, la Universidad Nacional de Cuyo mantiene la única sala de cine que queda en el centro y una de las pocas salas de teatro y conciertos de la ciudad. Aunque resulte difícil hacerlo, aún es posible sentirse parte del juego. Aún quedan perspectivas para la resistencia y sobran los motivos para hacerlo.
 
Dicen que en los restaurantes chinos uno no sabe muy bien qué está comiendo. Pero en este caso del cierre de una sala cultural, quienes apreciamos la cultura sabemos muy bien qué es lo que nos estamos comiendo. Huele muy mal y, sin dudas, sabe peor.
Por Gustavo Corrales, Licenciado en Comunicación Social – Coordinador Cine Universidad

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