Y esa tarde hubo razones para cambiar el frío del principio, por la euforia del final. Es que verdaderos popes de la integración continental (el uruguayo Alberto Methol Ferré; el boliviano Jorge Siles Salinas; el chileno Luis Mayra Aguirre, embajador de Chile en la Argentina; el argentino Humberto Podetti y el inmenso Helio Jaguaribe, brasileño), derramaron razones históricas, culturales, políticas, sociales y económicas para convocar a la Gran Cruzada de edificar un “modelo industrial continental en la América del Sur”.
El sur: ¿Unidos o dominados?
Humberto Podetti advirtió que “en la Europa del referéndum, es SÍ a la integración continental, pero es NO a la sociedad global de mercado”. Supuso que hay conciencia de que la única estructura para resguardar la autonomía, es el bloque continental. Habló de los “4 ejes de la integración sudamericana”: una política supra-nacional, por encima de los vaivenes internos; centro en lo educativo, porque ésta es una cruzada cultural; estrategia común para decidir sobre las inversiones y una política internacional coordinada.
Práctico, con un enorme bagaje de conocimiento internacional (trabajó y estudió el tema durante 10 años en México y Estados Unidos), el embajador chileno Luis Mayra Aguirre, pintó, crudamente, la hegemonía norteamericana: “Estados Unidos maneja un presupuesto militar de 450.000 millones de dólares (que suma el total de los 15 países que le siguen en poderío bélico); controla 4 de cada 5 imágenes y palabras que se transmiten en la red mundial de comunicaciones y concentra en sus universidades e institutos, el 70 % de los Premios Nobel y otros científicos destacados en el mundo, a los que convoca y nutre de recursos y medios para la investigación”. Habló de la multipolaridad económica (Norteamérica, Unión Europea, el Sudeste Asiático con China y Japón; Rusia y la India) y fue a lo concreto: la integración del bloque de América del Sur exige una inmediata estrategia de integración física, energética y financiera. Vial y ferroviaria del Atlántico al Pacífico y viceversa, con autopistas que crucen el continente de Norte a Sur y de Este a Oeste. “Tenemos en América Latina el doble de la energía que necesitan nuestros países, pero está dispersa y desconectada”. “Hay que perforar la cordillera con cientos de pasos modernos y eficaces desde una punta a la otra del continente”. “Tenemos que potenciar los organismos de financiación, como la Corporación Andina de Fomento y nuestra participación en el BID”. Methol Ferré y Siles Salinas indagaron en la historia y trazaron una línea sólida de puntos comunes en lo cultural y político, desde los libertadores y pensadores hasta los líderes políticos que intuyeron la fortaleza de “la nación continental”. “En realidad, hemos llegado a 2.000 medio unidos y medio dominados”, dijo con humor parafraseando a Perón, que vaticinó hace 55 años que “el 2.000 nos encontrará unidos o dominados”. Methol Ferré insistió en edificar un “Estado Industrial Continental” y Siles Salinas convocó a recordar la fusión de varias culturas pre-existentes a la colonización europea, integrando a la América rubia de los colonizadores, la América marrón de nuestros aborígenes.
“Basta de retórica”
El plato contundente, fue Jaguaribe. “Si seguimos con pura retórica, seremos meros seguidores del mercado internacional. Las multinacionales marcarán el destino de los pueblos como simples números de mercado”, arrancó, terminante y enérgico en contraste con sus casi 80 años. No tiene dudas y lo expresa: “La unión sudamericana depende de la integración de Brasil y Argentina. Solos no podrán sobrevivir en la mesa mundial; se necesitan uno a otro. Y el Mercosur debe ser el núcleo duro de la integración continental del sur americano”. Cree que “Brasil es un gigante débil, porque tiene un bajo índice de integración social, que es precisamente lo que puede aportar Argentina al cuerpo continental. Pero Argentina -que se va a recuperar- tiene que recuperar su propuesta de industrialización y coordinarla con el bloque, porque de lo que se trata es de edificar un bloque con capacidad propia de industrialización, de investigación y de desarrollo cultural. Aquí nadie se salva solo frente a la hegemonía de Estados Unidos o frente a los bloques que se están formando: a la mesa hay que ir desde una integración política, económica y cultural, fuerte y contundente. Si no, no hay salida: seremos espectadores del mercado internacional”. Con bríos asombrosos, cerró: “No tendremos ninguna capacidad de preservar nuestras identidades y de ser interlocutores independientes en el mundo, si navegamos aislados. Pero no tenemos mucho tiempo para integrarnos: no más de 10 años. Si no lo hacemos, podremos tener banderas e himnos, pero seremos domesticados por las multinacionales y por Washington”.
Y fue entonces -3 horas y media después del arranque- que explotó el Independencia, como si se hubiera gestado, bajo la piel de los que gritaban y aplaudían, una semilla de una gran cruzada para la América del Sur.
* Por Gabriel Bustos Herrera