En la actualidad, todas las facultades organizan cursos de nivelación para asegurarse que los aspirantes a seguir estudios superiores estarán en condiciones académicas no sólo de ingresar sino de, posteriormente, cursar las carreras universitarias. Pero ese trabajo no ofrece garantías ni responde al esfuerzo que hacen los alumnos, los docentes y las casas de estudios, porque las falencias con que vienen los jóvenes son tan notorias que son imposibles de solucionar en el tiempo que toma el actual curso de nivelación.
Por ello, la UNCuyo ha resuelto aplicar un curso nivelatorio de ingreso que tendrá una duración de un año lectivo y que se cursará junto con el último año del Polimodal. Luego de aprobado este curso de contenidos generales, se realizaría el curso de nivelación que se exige para el ingreso a cada facultad.
El plan parece razonable aunque habrá que juzgarlo según el modo en que se lo aplique, porque son precisamente las circunstancias las que deben preverse para que la iniciativa no fracase y tenga un aprovechamiento por parte de todos los alumnos.
Se hace hincapié permanentemente en el problema del desgranamiento o abandono de los estudios universitarios, de lo que se culpa a los niveles primario y secundario, y puede que ello sea así. Pero si el curso de nivelación de contenidos generales va a ser concebido y aplicado para alcanzar mayor “eficiencia” estadística en el ingreso y posterior egreso en las facultades, se habrá alcanzado la cota de menor esfuerzo y de resultados más dudosos.
Lo que debe tener una solución integral es el sistema de enseñanza, que hoy hace agua por todos lados y que no se salvará con parches ni cataplasmas.
El sistema educativo en su conjunto debe asegurar a los educandos que recibirán en cada nivel la cantidad y calidad de contenidos necesarios para alcanzar con éxito las metas propuestas... Bien, pero... ¿dónde está la falla?
Yendo a lo elemental, quizá se pueda coincidir en que el sistema educativo, al menos mientras no se demuestre lo contrario, falla porque no está al servicio ni de los niños ni de los jóvenes ni de la sociedad. Y a veces, hasta los fines, los propósitos, los medios y los resultados buscados parecen haber sido diseñados en función de los intereses de los docentes, de las autoridades educativas, de la imagen de la clase política y de otros factores, pero no en función de las necesidades de los niños y jóvenes o de la sociedad.
Si esta aseveración no es cierta, alguien debe hacerse cargo de responder por qué el sistema está colapsado y en crisis desde hace decenios y hasta muy recientemente, al menos, todos los esfuerzos de las autoridades estaban enderezados a ocultar los problemas y no a prevenirlos y darles solución.
Para los desmemoriados, recordaremos que no hace tantos años, a través de la cadena institucional de mandos de la Dirección General de Escuelas, se instruyó a los docentes -de manera más o menos explícita, pero efectiva- que debían bajar la deserción y la repitencia. Como se eligió hacer recaer en el docente la responsabilidad de bajar esos ominosos índices, sin tocar casi en absoluto los contenidos curriculares, el seguimiento de los alumnos, la capacitación de los docentes, la infraestructura técnica y edilicia... el resultado bien pudo ser la disminución de la calidad académica, aunque haya bajado la repitencia.
Recientemente, y con buen criterio, la Dirección General de Escuelas resolvió incrementar las horas de dictado de lengua, matemáticas e historia. También, con visión, el gobierno de la Provincia decidió impulsar la doble escolaridad y aumentar los días de clase.
Ahora habrá que ver si se implementan los cambios necesarios para asegurar el éxito de estas iniciativas, porque tal cual como están siendo adoptadas, quizá deba opinarse que no se planificaron profundamente la labor y los contenidos docentes acordes a estos cambios.
Al día de hoy, y sin negar los esfuerzos que el gobierno de la Provincia y el gobierno escolar pudieren estar realizando para asegurar la educación pública, el pueblo tiene derecho a pensar que no se está haciendo todo lo que se debe. Esta aseveración se basa en un solo punto, que es el que debe ser contestado por los responsables, y es que a la vista de los resultados obtenidos -y los exámenes de ingreso en las facultades son suficiente pauta y demostración-, son insuficientes en alto grado.
Quizá, el gobierno escolar debiera estar trabajando en el rediseño de los contenidos curriculares de todos los cursos de EGB y Polimodal, día por día y hasta hora por hora. Porque si los contenidos son adecuados, los programas y la planificación son eficientes, los directores y los supervisores cumplen estrictamente su obligación, los docentes están capacitados y los alumnos exigidos como se debe, entonces nada explica el fracaso.
Resumimos: la iniciativa de la UNCuyo de propiciar la realización de un curso de nivelación a lo largo del último año del Polimodal, es en principio elogiable si no comete errores similares a los cometidos en otras jurisdicciones o áreas educativas, como ejemplificamos arriba.
La finalidad de los ciclos primario y secundario es preparar adecuadamente a los niños y jóvenes para su ingreso a la sociedad como seres pensantes, responsables y con conocimientos suficientes para que cada etapa culmine eficientemente en la realización del educando y en su inserción en los sistemas productivos, de manera que prepararlos para el ingreso a la facultad es sólo una de las metas.
Cada niño, vaya a ingresar o no a la universidad, debe tener asegurado un nivel de instrucción de excelencia para su edad y su nivel de egreso del sistema. De lo contrario, la escuela -pública o privada- no habrá cumplido y habrá sido motivo de una nueva e injustificada frustración de presentes y futuras generaciones.