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Los Andes-Sábado 18: Editorial: Promoción de la ciencia en la Argentina

Pionera en una serie de desarrollos que en su época la ubicaron científica y tecnológicamente como uno de los países avanzados del continente, la Argentina tuvo que resignar su posición de liderazgo en Sudamérica por el escaso apoyo que se dio a la investigación tanto desde fuentes oficiales como desde sectores privados. Así, se convirtió en importadora de bienes derivados de procesos de investigación y exportadora de científicos, investigadores y técnicos altamente calificados, que en alguna época constituyeron valiosos equipos humanos que impulsaron líneas de investigación aplicadas a las necesidades de nuestra sociedad o al crecimiento de nuestro acervo cultural.

20 de febrero de 2006, 13:04.

País que abrió su sistema de enseñanza a los inmigrantes y a sus descendientes en todos los niveles, la Argentina logró la formación de científicos, investigadores y técnicos en sus universidades e institutos superiores, y fue así como con el paso de los años algunos de ellos fueron galardonados con premios por parte de muchas instituciones: tres argentinos (aunque uno de ellos se vio obligado a desarrollar parte de sus investigaciones fuera del país) recibieron el Nobel por sus aportes en distintas ramas de la ciencia. Fueron formados dentro de los sistemas educativos nacionales, y se perfeccionaron con estudios en el exterior. Ningún otro país de la región latinoamericana puede igualar ese número.
 
El aparato de la investigación en la Argentina fue desmantelado como consecuencia de la falta de fondos tanto provenientes del Estado, como de los que desde algunas fundaciones propiciadas por sectores privados apoyaron distintos proyectos.
 
La falta de dinero se reflejó primero en la imposibilidad de acceder a equipamientos necesarios para el desarrollo de la tarea científica; luego, en los ingresos de los investigadores; por último, en una presunta racionalización que abandonó proyectos y desarticuló sus equipos humanos. Se consideraba más económico adquirir las tecnologías desarrolladas en el exterior y las consecuencias ahora están a la vista: al desmantelamiento de nuestros equipos científicos siguieron exigencias para la reformulación de nuestras leyes sobre patentes y ahora nuestros productores son forzosos asociados de empresas y países en rubros que bien pudieron ser desarrollados fronteras adentro.
 
Esta tendencia parece haberse revertido en parte. La prestigiosa revista Nature, de fama internacional y dedicada a la divulgación del progreso científico, ha reclasificado a la Argentina por sus esfuerzos en los últimos años por reconstituir sus esquemas destinados a la investigación. En poco tiempo, el país casi triplicó los montos destinados a sus organismos de investigación, y ello le ha permitido acceder al puesto décimo octavo en el concierto de las naciones que promueven sus programas científicos. La relación está establecida por el porcentaje del PBI que se destina a esos fines, y no a las sumas en sí.
 
Esto ha tenido como más inmediata consecuencia la reactivación en los distintos centros de investigación que dependen del Estado, algo que ha cundido en los distintos organismos del mundo donde se está al tanto de los planes y programas en ese sentido. Y casi 250 investigadores y científicos argentinos que se tuvieron que radicar en el exterior para poder seguir con su vocación y acceder a ingresos dignos han hecho conocer su decisión de reintegrarse a sus tareas en nuestro país.
 
Esto puede marcar un punto de inflexión en el proceso que determinó que la Argentina abandonara actividades de su interés para convertirse en dependiente de otras naciones en materia de ciencia y tecnología.
 
Y es del caso que los organismos estatales, por una vez al menos, reviertan su papel de estructuras burocráticas para poder agilizar y otorgar adecuado destino a los fondos que se destinan a la reactivación científica en el país y obtener un máximo aprovechamiento de los equipos humanos que ya están integrados y los que se pueden formar a partir del retorno de quienes tuvieron que abandonar su tierra.
 
No haremos punta, como las naciones del primer mundo, en materia de desarrollo científico y tecnológico, pero por lo menos podremos aportar para nuestro propio progreso en campos donde ahora dependemos del exterior hasta para la dotación de vacunas o sueros que antes producíamos y exportábamos.

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