La afirmación de Borges acerca de que con cada anciano que muere, desaparece una Biblioteca de Alejandría, parece oportuna a propósito de Juan Draghi Lucero, en un doble sentido. Por un lado, en alusión a su tarea de folclorólogo y recopilador del "cancionero" cuyano, empeñado en rescatar de la memoria de sus depositarios de siglos esas reliquias de la lírica popular en trance ya de desaparición; por otro, en relación con su propio atesorar vivencias de una Mendoza que iba perdiéndose, de la que fue amoroso testigo y notario.
En efecto, desde los tempranos días de su niñez, en que diversos avatares lo acostumbraron a dormir al raso y a descubrir, alrededor del fogón, la magia de los relatos y cantares campesinos, hasta los largos años en que recorrió, ya hombre hecho y derecho, alejados "puestos"del desierto mendocino, el folclore se constituyó en norte y pasión de su vida. De esa búsqueda de caudales folclóricos resultó su monumental “Cancionero popular cuyano”, en el que no sólo reúne gran cantidad de composiciones de la tradición lírica cuyana -romances, coplas, tonadas...- sino que también teoriza y opina acerca de nuestro folklore, destacando sus rasgos distintivos. De este modo, logra salvar del olvido un caudal poético -ínfimo quizás en relación con lo perdido- pero fundamental para el conocimiento de la lírica popular cuyana. Y en cuanto al folclore narrativo, en sus “Mil y una noches argentinas” recrea y dota de un nuevo sentido -mágico, mítico- esos mismos relatos que encantaron o atemorizaron su niñez a través de una delicada alquimia poética que reúne en dosis justas la ilusión de oralidad del relato tradicional con la estilización propia del lenguaje literario.
Parejo con su vocación de folclorólogo corre su interés por la historia de esta tierra, que rastreó desde sus remotos orígenes a través de documentos coloniales tanto en nuestra provincia como en Chile. También en su haber de historiador se cuentan otros trabajos, en especial los que dedicó al general José de San Martín. A su intuición se deben asimismo algunas precisiones sobre la ubicación exacta del campo histórico de El Plumerillo o el batán de Tejeda, colaborador de San Martín en la preparación de los uniformes de los soldados para el cruce de los Andes.
Y en una comunidad como la mendocina, en la que sucesivos "quiebres" (la preparación del Ejército de los Andes, el terremoto de 1861, el impacto del aluvión inmigratorio de fines del siglo XIX) hacen aún más urgente y difícil la conservación de la memoria cultural, la figura de Juan Draghi se destaca con perfiles nítidos, a través de la reconstrucción que realiza, en su obra de ficción, de la vida cotidiana de la Mendoza del siglo XIX y principios del XX; historia menuda, "intrahistoria" que revive en páginas memorables como las de “Cuentos mendocinos”, “Andanzas cuyanas” o “El tres patas”. Así, conocemos usos, costumbres y leyendas tradicionales, hoy ya olvidadas (como la de La Pericana) junto al relevamiento casi topográfico de una ciudad aún aldeana, que recuesta junto al Zanjón su "Pueblo Viejo", recuerdo de la primitiva fundación.
Como reconstrucción minuciosa de toda una forma de vida tradicional, pero no ya de un ámbito urbano sino rural, puede mencionarse la novela “La cabra de plata”, que expresa la pasión que en el autor despierta la zona del desierto lavallino, plena de resonancias tanto históricas como legendarias: Huanacache, Los Bosques Teltecas, Los Altos Limpios... Este "desierto" no sólo tiene una flora y una fauna que el autor describe con minuciosa y amorosa atención, sino que también esconde, en la sugestión del vacío, algo así como la esencia huidiza de la tierra, ese misterio nativo que el escritor nos deja entrever a través de su obra.
Si bien no lo dijo nunca en forma explícita, es posible afirmar que Juan Draghi Lucero concebía su oficio de artista como un ejercicio de la memoria, pero también como una vía de conocimiento: conocimiento de una realidad que reúne en sí tanto lo empíricamente constatable como lo mágico. Conocimiento y memoria que dan de sí un legado invalorable para todos.
Realidad, folclore y mito en la obra de Draghi Lucero
Enamorado de las cosas del terruño, enrolado desde sus primeros libros en la corriente regionalista que despunta en la literatura argentina desde los primeros años de este siglo, su evolución literaria -más que en términos de variación de intereses o modificación de modos elocutivos- debe ser considerada en relación con su profundizar en el misterio folclórico de la tierra.
El folclore subsiste siempre, como punto indispensable de referencia, al mencionar libros que, como “Las mil y una noches argentinas” y “El loro adivino”, recrean motivos tradicionales, cuentos oídos junto a un fogón campesino o en un humilde ranchito de las serranías. Al folclore busca integrarse también el protagonista de “La cabra de plata”, en un intento de revivir arcaicos mitos. Aunque no explícito, el folclore preside el mundo narrativo de Draghi aun cuando su pluma se dedica a pintar cuadros costumbristas de la Mendoza de antaño; finalmente, se convierte en tema explícito, en su “Cancionero popular cuyano”.
Esta vinculación con el folclore se perfila nítida ya desde sus primeros libros de poemas, que le valen a nuestro autor el título de "poeta de las soledades cuyanas". En efecto, es la entraña árida de la tierra cuyana la que alienta en toda la producción de Juan Draghi Lucero, desde sus primeros libros, en una continuidad de motivos pero por sobre todo, de actitud estética.
Justamente famoso como narrador, Draghi ha escrito además varios libros de poemas: “Sueños” (1930); “Novenario cuyano” (1935); “Al pie de la serranía” (1966) y una “Antología poética” (1990) que recoge algunas composiciones publicadas en colecciones anteriores y agrega otras nuevas. El propio Draghi, en una entrevista de 1980, dice "Yo he escrito dos libros de versos... Siempre mis versos son de carácter nativista, no puedo salirme de ese molde...".
En efecto, ya desde su primer poemario se revela la preferencia por un determinado núcleo temático y un determinado tono expresivo, que el autor acendraría después...
Así, la literatura aparece como el medio más idóneo para penetrar el secreto de la realidad, esa entidad compleja que es América, y cuya característica principal está dada, según Nerva de Rojas Paz, por su manifestación simbólica: "Lo esencialmente vital se nos ofrece metafóricamente por medio de símbolos que exigen de lo humano una tarea hermenéutica". Así, la idea rectora que guió nuestro trabajo nos llevó a constatar los distintos niveles de sentido que origina el juego de estos tres elementos: la tematización de la realidad mendocina, la presencia del folklore y la postulación de un universo mítico, en función de un peculiar concepto del arte que tiende a erigirlo en conocimiento y memoria.
En efecto, comprobamos que para Draghi la literatura es un modo de aprehensión de la realidad mendocina; realidad presente, tal como se vive y se manifiesta, por ejemplo, en las notas perennes del paisaje mendocino; pero también realidad pasada: imagen arcaica de un tiempo que fue. Es aquí donde cobran significación, como instancias mediadoras o fuentes de la creación artística, la historia y sobre todo el folclore, como expresión de una sabiduría ancestral. Pero esa realidad comporta además una dimensión que, precisamente por tratar de crear una imagen prístina y original (en el sentido de originaria) se vincula con el mito.
Constatamos igualmente que la trasmutación estética de esa realidad adquiere un sentido especial en los diversos cauces genéricos por él cultivados, incluso aquel que, a primera vista, parecería ajeno a la noción de realidad o "realismo": el cuento popular maravilloso, y ello se logra a favor de un estilo en el que tradición y originalidad se conjugan admirablemente, aunando a la vez lo popular y lo culto, la expresión directa de la realidad y su formulación a través de símbolos.
“Draghi era un enamorado de Mendoza”
Por Ariel Búmbalo
¿Cómo definirías este trabajo tuyo sobre Draghi Lucero?
-Este libro es parte de mi tesis doctoral sobre "Realidad, folclore y mito en la narrativa breve de Juan Draghi Lucero". Por esos avatares de la fortuna publiqué primero "De magia y otras historias" (Ediunc, 2002) que es el análisis de lo que juzgo la parte más valiosa y original (sin que esto implique de ningún modo restar mérito al resto): su recreación de motivos tradicionales, que realiza admirablemente en varias colecciones de cuentos, comenzando por "Las mil y una noches argentinas". Luego de haber analizado exhaustivamente esos textos, me pareció que era importante contribuir al conocimiento de la obra de Draghi con un libro más general, que diera una semblanza (no necesariamente un estudio biográfico, sino más bien un "retrato" del escritor) y un panorama de toda su obra, especialmente la de ficción. Para realizarlo, además de la lectura de los textos, me basé en las entrevistas realizadas al autor por mí misma y por otros (aquí es oportuno destacar el valioso aporte de Daniel Prieto Castillo y su obra "La memoria y el arte. Conversaciones con Juan Draghi Lucero"). Además recurrí al testimonio de su esposa Yolanda, quien me brindó datos muy valiosos sobre lo que podríamos llamar "la cocina de la escritura": el modo de trabajar de don Juan, sus lecturas, su vida cotidiana. Traté de que el estudio se plasmara en un estilo ágil, accesible a todos los interesados en conocer la obra de uno de nuestros máximos escritores. Me propuse asimismo trazar un panorama de su quehacer total, aun sin ahondar su trabajo como historiador, pero siempre con la vista puesta en sus obras de ficción, como ya dije. Es que en su escritura literaria, la historia representa un papel importante en varios aspectos: como soporte de la creación, en tanto le suministra hechos, datos, personajes que se ficcionalizan y también en el plano lingüístico, porque el mismo Draghi repetía que muchos de los arcaísmos que dan un sabor tan particular a su prosa, los había aprendido estudiando documentos antiguos, muchos de los cuales copió "con paciencia de benedictino", como decía don Edmundo Correas y donó a la Junta de Estudios Históricos de Mendoza.
-En Mendoza se habla mucho sobre Draghi, pero ¿hay un conocimiento real de su obra?
-El conocimiento que se tiene sobre la obra de Draghi Lucero es relativo. Su nombre resuena, creo, en los oídos de todos los mendocinos como uno de esos hacedores de cultura que ha recibido varios homenajes (nunca los suficientes) a lo largo de su vida. Se conoce asimismo una parte de su obra, esencial sí, como son las ya mencionadas "Mil y una noches", y quizás también varios de sus relatos de costumbres (que figuran en algunas antologías, como es el titulado "El mate de las Contreras" que recopiló la Editorial Colihue en un volumen de la colección "Las provincias y su literatura") pero se desconoce en su conjunto. Por ejemplo, pienso que pocos lo conocen en su faz de poeta y, desde luego, menos aún lo han leído. Esto puede deberse a lo que es ya un problema clásico de los autores mendocinos: la ausencia de reediciones de libros antiguos o ya agotados. En el caso de Draghi Lucero esto se aplica perfectamente a sus dos primeros poemarios: "Al pie de la serranía" y "Novenario cuyano", si bien la Editorial La Sopaipilla realizó en los años ochenta una antología que ayudó a conocer siquiera en parte esta producción lírica. Debo decir también que entre los que se dedican a la historia hay un conocimiento de los trabajos de Draghi sobre el pasado cuyano, pero la mayoría de la gente ignora, por ejemplo, que el actual emplazamiento del Campo Histórico de El Plumerillo se debe a una deducción suya: cuando partió el Ejército Libertador, según era costumbre, San Martín ordenó desmantelar todo el campamento y así, su emplazamiento exacto era relativamente desconocido hasta que Draghi, según cuenta, descubrió que los chicos del lugar jugaban con bolitas de plomo que resultaron ser balas de fusil, lo que le permitió ubicar el paredón de tiro y a partir de allí, reconstruir todo el plano del campamento. También son muy interesantes los datos que aporta sobre el poblamiento huarpe de las Lagunas de Huanacache, uno de esos "sitios" privilegiados en su obra y cuya reconstrucción amorosa, como paisaje natural, humano e histórico, realiza en la novela "La cabra de plata", un texto que por su enorme riqueza documental debería ser lectura obligatoria para los mendocinos, del mismo modo que "Las mil y una noches argentinas".
-Historiador, estudioso del folclore, escritor, poeta ¿cuál de todos estos perfiles define mejor a Draghi Lucero?
-Creo que en el caso de Draghi Lucero es imposible escindir las distintas actividades o perfiles, ya que, como intento poner de manifiesto en el libro, son todas facetas de una vocación de irrenunciable unidad. Si tuviera que definirlo, diría que es ante todo un enamorado de Mendoza y su pasado, en tal sentido folclore e historia son pilares de su obra. El folclore sobre todo, en tanto rescate de elementos culturales en vías de extinción, pero también como mediación que conduce a un plano mítico, un sentimiento particular de la naturaleza que lo acerca a la forma de sentir de los primitivos habitantes de estas tierras. Y, como es un escritor plenamente dotado de las herramientas del "oficio", sabe plasmar todos estos conocimientos e intuiciones en una imagen poética de la realidad mendocina, tema excluyente de su obra. Prieto Castillo señala muy bien, a través del título del libro de entrevistas ya citado, que la memoria es un concepto capital en la concepción del arte que Draghi Lucero sustenta. Yo agregaría también que para él la escritura es un medio de conocimiento que le permite acercarse a la esencia de la tierra mendocina, no sólo en sus aspectos tangibles, materiales, sino también en su dimensión en cierto modo mistérica, ese trasfondo compuesto por las creencias, las leyendas y supersticiones y todo lo que el escritor percibe a través de lo que él llama "sus entresueños".
-No pocos lectores le cuestionan a Draghi cierta pesadez en su escritura y el uso de un lenguaje arcaico, ¿qué podrías decir con respecto a estas críticas?
-Si bien reconozco que para alguien no familiarizado la escritura de Juan Draghi Lucero puede resultar a primera vista poco ágil o difícil, creo que es precisamente su trabajo sobre el lenguaje lo que lo eleva a la categoría de "gran escritor", no simplemente de contador de historias. Su léxico sabe amalgamar perfectamente lo popular (empleo de cuyanismos, giros coloquiales de la región, empleo del voseo, etc.) y lo culto (empleo de recursos literarios como imágenes, personificaciones, comparaciones, metáforas, etc.). Es un lenguaje muy cuidado pero no artificioso y apenas nos familiarizamos un poco con él, y nos acostumbramos, por ejemplo, a encontrar esos usos arcaicos a los que ya me referí y que Draghi calificaba como "vocablos sumamente sonoros", nos atrapa con su magia particular. Todo gran escritor, repito, tiene su magia, su encanto propio, y ese encanto reside, en última instancia, en el empleo que hace del lenguaje común, elevándolo a una tensión poética que lo hace digno de perdurar. Hay que emprender pues el redescubrimiento de autores como Draghi que recuperan lo mejor de nuestra fisonomía lingüística cuyana, pero elevada a la categoría de lenguaje artístico, quizás como pocos autores lo han logrado.
-¿Cuál es el legado de Draghi para la cultura mendocina y para las nuevas generaciones de lectores y escritores?
-El legado de Draghi podría resumirse en las siguientes notas:
- un profundo amor a la tierra mendocina, como todo lo que ello implica: una labor continua de promotor de cultura en los diversos ámbitos en que desarrolló su actividad.
- la capacidad de integrar los diversos aspectos de su vida en una línea directriz, que le dio unidad y sentido a cada uno de sus actos
- un compromiso social que hace de la escritura, como él mismo manifiesta, "la voz de los que no tienen voz".
- la conciencia de la escritura como una tarea ejercida sin pausas a lo largo de toda su vida, con constancia, con amor y con el afán constante de superación.
- su profunda calidad humana, que perdura en el recuerdo de todos los que lo conocimos.
Los Andes-Sábado 18: Genio y figura del escritor de Altos Limpios
Por Marta Castellino, profesora y licenciada en Letras