También es necesario rescatar la idea de una convocatoria mucho más extensa, en la que prácticamente ningún sector de la cultura queda afuera en sus opiniones y en sus acciones. Yes valioso el aporte que hace la ministra Mariana Juri cuando afirma que la necesaria colaboración de todos los ofertantes culturales, no implica que se deje de lado la cuestión principal: que la cultura no se hace para los artistas (en todo caso ellos la hacen de manera especializada) sino para todo la comunidad que es quien en definitiva debe gozarla y además intervenir en su gestación.
No se trata de un tema menor, porque durante mucho tiempo la “Cultura” en Mendoza ha sido entendida como algo sólo perteneciente a los profesionales del tema (o sea la oferta cultural) y poco a poco se ha ido recluyendo en una pequeña corporación en la que de tanto enfatizar en la supuesta “protección” a los hacedores de la cultura, se los ha dejado más indefensos que nunca por contribuir a su cerrazón y por no desarrollar la esencia de toda política cultural:las demandas sociales que permitan la participación de todos.
Desde este punto de vista, la idea incluida en el Plan Estratégico, de preocuparse por el desarrollo de las “audiencias” receptoras de cultura, es un aporte novedoso, al menos según las concepciones mantenidas hasta la fecha por las diversas gestiones de gobierno en el área.
En síntesis, la lectura de los fundamentos del plan permite deducir que -al menos en el papel, y por ende en las intenciones- se encuentra suficientemente cubierta la necesaria búsqueda de participación y consensos entre todos los que tengan algo que aportar. De ahora en más habrá que evaluar de acuerdo a las realizaciones del día a día, pero cuando se tiene una buena concepción inicial, es más fácil una implementación adecuada.
No obstante, el área oficial de cultura debe recordar que no sólo tiene una deuda hacia el futuro, sino que también debe saldar cuentas hacia un pasado por demás cuestionable, cubierto de imprevisiones, muchas de los cuales han costado la pérdida de valiosos testimonios patrimoniales.
En particular, la reconstrucción de los edificios tradicionales donde se alberga parte significativa de nuestras expresiones culturales (que son vitales para que la expansión turística que hoy vivimos pueda gozar y entender Mendoza también a través de sus símbolos) ha adolecido de graves falencias: un teatro mayor que permaneció cerrado durante años para una supuesta refacción estructural al cual hoy hay que cerrarlo otra vez para seguirlo refaccionando. O un Archivo documental que logró un edificio que ahora parece cualquier cosa menos el apropiado. Dos simples ejemplos de fallas evidentes de gestión que si no son solucionadas ya, poco podrá esperarse de un puñado de muy buenas intenciones que de nada servirán en manos de quien no es primero capaz de dar respuestas elementales a lo básico. He aquí otra gran cuestión de fondo: si la gestión actual de cultura demuestra sentido común para solucionar las cuestiones básicas, podrá dar en serio el paso de pensar en estrategias. Caso contrario, los planes serán mero papeleo sin destino alguno.