Obviamente estamos muy lejos de lo que el potencial de una provincia como Mendoza está en condiciones de ofrecer. Pero además, se repiten las mismas deficiencias del centralismo que tanto mal hace a la República Argentina a lo largo y a lo ancho de su territorio. Casi todo gira alrededor de la Capital y a medida que nos alejamos de ella, aumentan la despoblación y el desierto. Y por ende, la falta de difusión del saber.
La concentración poblacional de la provincia no es un fenómeno que existió siempre en igual magnitud, sino que con los años se ha incrementado, lo cual es peor aún, porque más que de una herencia estructural se trata de un problema que hemos ido creando a medida que dejamos de pensar Mendoza en su integridad y sucumbimos a la inexistencia de planes estratégicos, planes que alguna vez supimos tener y concretar.
El equilibrio en el conocimiento, incluyendo el desarrollo universitario, podría ser una de las alternativas de solución frente a tal concentración, pero sin embargo el mismo ha seguido la misma curva de decadencia que el abandono poblacional. Por lo cual la educación sigue a la inercia reinante en vez de atreverse a combatirla.
Hasta la fecha, las respuestas parciales que han surgido de nuestra dirigencia, tanto política como universitaria, han transitado por dos caminos discutibles: en las palabras, muchos legisladores se han dejado influir por el intento de buscar crear universidades en las zonas interiores de la provincia. Y en los hechos lo que ha ocurrido es que muchas instituciones universitarias, públicas y privadas, han instaurado en las zonas más alejadas algo así como especies de repetidoras de sus casas centrales.
Crear más universidades no es la solución ni en el interior de la provincia ni del país, porque ellas ya existen en suficiente magnitud, e incluso a veces de modo excesivo (con carreras que se repiten y que, para colmo, muchas veces ni siquiera responden a las demandas y necesidades reales de cada lugar). Ysólo imitar en el interior lo que ocurre en la Capital tampoco es un eficaz remedio porque la única manera de retener a los estudiantes en sus zonas de origen luego de recibidos es que sus títulos, habilidades y pericias tengan relación con el territorio específico.
Por eso es necesario imaginar un tercer camino, que no consiste simplemente en otorgar becas para que los chicos del interior accedan a la educación superior en las universidades del centro urbano (tarea que, por supuesto, no debe descuidarse en lo poco que existe, sino que es preciso incrementar sustantivamente). Ese tercer camino implica que cada universidad sea capaz de pensarse como un foco de pensamiento y de acción que cubra con su luz la totalidad provincial y que, por lo tanto, utilice a sus mejores especialistas y a sus mejores estudios para que, junto con los gobiernos y los sectores de la sociedad civil, implanten en todo lo largo y lo ancho del territorio provincial aquellas carreras y estudios que tengan que ver con la realidad local y con el futuro que sea posible prever. Ni nuevas universidades ni repetidoras de formas convencionales, sino creadoras de estímulos intelectuales e impulsoras del re-poblamiento y de una Mendoza auténticamente federal.