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Los Andes-Sábado 24: Editorial: Enseñar a futuros ciudadanos

Ya desde épocas antiguas se indicaba que si una persona o un grupo de ellas deseaba establecer su dominio sobre un pueblo, el mejor recurso consistía en mantenerlo en la ignorancia. Los pueblos ignorantes han sido -típicamente- los más sometidos a la influencia de los tiranos y los que peor nivel de vida han tenido.

26 de diciembre de 2005, 13:50.

El hombre que ignora es incapaz de establecer proyecciones en muchos aspectos, especialmente en materia de derechos personales y sociales, en cuestiones atinentes a la justicia y, por supuesto, sobre cualquier tema de política que le sea presentado. Adquiere la errónea noción de que las cosas son así por su propia naturaleza y que es imposible cambiar el orden establecido en beneficio de unos pocos. La palabra libertad pierde en ese entorno su real significado.
Algunas monarquías ilustradas propiciaron, aunque con una base clasista y adaptadas a los intereses de la corona, cierto grado de enseñanza entre sus súbditos. Se necesitaban personas capacitadas para servir en Estados que se mostraban cada vez más complejos, y esas personas debían ser capacitadas.
La democracia, sucesora en las naciones centrales de la anterior aristocracia, vino a instituir como una forma de perfeccionar las libertades republicanas que los pueblos recibieran instrucción.
La capacidad de leer y escribir, de tener acceso a los escritos de personas sabias y acumular conocimientos se convirtió en el principal elemento que contribuía a la igualdad ante la ley, básico principio de las sociedades modernas.
Cuando, dentro del mismo esquema republicano, los gobernantes se desentienden de la obligación de garantizar la enseñanza por incumplimiento de sus deberes o por diseño de políticas destinadas a sujetar al pueblo, se viven desastrosas consecuencias dentro del entorno social.
Algunas de ellas están presentes en la Argentina de hoy, donde se ha quebrado el anterior sentido ascendente, integrador y de contención de un sistema de educación que en alguna época se convirtió en modelo para otras sociedades.
Las crisis, la corrupción entronizada ya en diversos rubros de la actividad nacional, el empobrecimiento de muchas personas, niegan las oportunidades de aprendizaje que debe brindar un sistema educativo.
Y ello debe ser urgentemente revertido, porque es a través de la escuela por donde avanzarán los actuales marginados hacia mejores posiciones dentro del esquema comunitario.
Hay condiciones que, por cambios en la conformación de básicas instituciones -como la familia- o la asunción de escalas de valores diferentes, ya no pesan tanto dentro de los sistemas de enseñanza. Pero aunque ello sea así, la escuela debe seguir siendo el lugar donde van unos a enseñar y otros a aprender. Los programas deben estar adaptados a las cambiantes circunstancias, pero solamente en parte.
El cuerpo de conocimientos que debe asumir hoy un estudiante no es muy distinto, en esencia, del que sirvió para formar a anteriores generaciones. Y aunque se incorporen nuevas técnicas y hayan variado los contenidos básicos en ciertos capítulos del conocimiento humano, la necesidad de ilustrar a los que poco o nada saben sigue subsistiendo.
Formación Ética y Ciudadana fue una de las materias que poco menos desapareció de los currículos en etapas claves del proceso de enseñanza.
Grave error: es la materia que asegura que los futuros ciudadanos comprendan los marcos de referencia que hacen funcionar a la sociedad, qué derechos poseen y qué límites tienen; qué libertades y qué restricciones existen. La falta de contención de muchos jovencitos puede estar proviniendo de su equivocada asunción de que sólo existen derechos y no obligaciones.
Por ello, consideramos acertado que durante su formación se les enseñen los criterios que regulan la vida en sociedad, les permitan actuar como ciudadanos libres y reconocer el derecho que también asiste al resto de las personas.

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