-Esta es una pregunta que me hacen con frecuencia y que me ha exigido madurar mi respuesta. Hace unos años comencé a estudiar y profundizar en el surgimiento del feminismo en Argentina, concretado en el ámbito de las Letras. Lógicamente el espectro de mujeres es amplio. Venía leyendo la obra de distintas autoras, Norah Lange, Carmen Gándara, Jorgelina Loubet, Beatriz Guido, Alicia Jurado… . Enseguida Victoria Ocampo despertó mi interés por el espíritu universal que encierran sus escritos. Una mentalidad abierta capaz de generar cambios con una tenacidad imbatible. Usando una expresión suya, diría que fue conquistando los horizontes que vislumbró "contra viento y marea".
-Y en el libro, ¿qué has tratado de reflejar?
-Un hallazgo. Antes de entrar en contacto con el aparato crítico sobre la autora y su obra, me dediqué a leer sus libros y detecté un principio unificador que da cohesión a sus textos. Luego, al acercarme a los análisis críticos, encontré una diferencia entre mi percepción y el criterio que más abundaba en distintos comentarios. De Victoria Ocampo se ha resaltado la diversificación de su obra, al consistir ésta en su esencia, en ensayos, que la autora denominó Testimonios. Al igual que Borges, Victoria Ocampo sostenía que todo autor escribiera sobre lo que escribiera, siempre escribía un libro en su vida. Victoria quiso ser testimonio de la época que le tocó vivir y, en esa real apertura temática -sus testimonios versan de literatura, cine, música, costumbres, arte… -, se detecta una raíz anímica o etymon espiritual que va dando unidad a cuanto escribe.
-¿Por qué el subtítulo?
-Si tuviera que decir en pocas palabras quién es Victoria Ocampo, no dudaría en señalar que es una mujer en búsqueda. Una búsqueda permanente que se convierte en raíz anímica de su ser y por lo tanto de su obra. En este sentido, la autora argentina, refleja una actitud muy característica del hombre del siglo XX. En su caso, la búsqueda se articula en distintos niveles. En primer lugar, una búsqueda por construir puentes culturales con otros países y continentes; en una segunda instancia, una búsqueda para generar espacios literarios a la mujer escritora, hasta el momento negados; finalmente, una búsqueda de clarificación interior por medio de la escritura. “Escribo para exorcizarme, para liberarme, para clarificarme a mí misma”, afirma en su Autobiografía. A pesar de este empeño, confiesa que los enigmas la acompañaran hasta la muerte. ¿De qué enigmas se trata? No lo dice expresamente. El ser humano es completo y misterioso y de difícil comprensión total. Sin embargo, con reiteración afirma que hay en ella dos fuerzas que no logra armonizar: una inteligencia superior y un corazón necesitado de ternura. Estas fuerzas, en mi opinión, entran en conflicto que queda sin resolver. De allí el subtítulo de mi libro: en Victoria Ocampo existe un afán de búsqueda, que alcanza sus logros en todos los planos menos en el más personal e íntimo, al no resolver el núcleo del conflicto interior.
-¿Qué significa su obra para la literatura argentina?
-Un punto de referencia. Un hito. Es la primera mujer que accede a la Academia Argentina de Letras. A través de su empresa literaria, la revista y la editorial Sur, Victoria Ocampo y su grupo gravitaron en la conformación de la cultura argentina, especialmente en el período comprendido entre 1930 y 1945. Por ejemplo, en mi libro recojo de la editorial un índice de libros, cerca de cuatrocientos títulos, de obras argentinas y del extranjero, traducidas en su mayoría por autores argentinos. En la revista se dieron cita los grandes autores de la cultura occidental de la época. Es impensable estudiar la cultura argentina del siglo XX sin pasar por la figura de Victoria Ocampo
-Y ella, como mujer, ¿qué significado tiene en la sociedad de la época y en nuestra cultura?
-Habrá notado la figura de Victoria Ocampo en la portada de mi libro. Se trata de un cuadro de Pedro Figari, el pintor uruguayo, amigo de Victoria. Lo pintó en agradecimiento por haberle invitado a pasar una temporada de descanso, con su familia, en Miralrío, una casa sobre las barrancas de San Isidro. Observe su figura: Victoria se encuentra apoyada en una tierra llana, el Río de la Plata, con su gesto, mira lejos, muy lejos y hacia adentro, avizorando nuevos espacios para la mujer argentina. Su actitud puede ser fuente de inspiración para quienes piensan en ser autores del futuro que quieren conquistar.
Finalmente me gustaría resaltar, su empeño por hacer, por construir, por batallar en aquello que cada uno considere que es su misión para levantar nuestro país. Ortega y Gasset decía “argentinos, a las cosas”. En esto Victoria Ocampo ofrece un ejemplo digno de imitar.
-Entre los que defienden su figura y los que la atacan, ¿cuál es su opinión?
-Ni la ataco, ni la defiendo. Intento comprender su obra. Por otra parte no comparto esa doble actitud enfrentada en la manera de calificar su obra. No cabe duda que Victoria Ocampo fue una hacedora. Hacer, construir, generar, no es fácil. Quien es capaz de emprender y lograr cosas merece gran respeto, aunque se difiera en algunos aspectos o en todos. Considero importante que los argentinos aprendamos a diferir en las opiniones sin atacar o destruir. A Victoria Ocampo las mujeres escritoras le debemos mucho, aunque en algunos casos no compartamos el contenido de todo lo que haya escrito o hecho.
Itinerario
Cristina Viñuela nació en la ciudad de San Rafael, Mendoza. Obtuvo el título de profesora en Letras, en la Universidad de El Salvador, Buenos Aires. Pasó seis años en el extranjero, tres en Roma y tres en España, donde obtuvo dos doctorados: en ciencias de la Educación y en Teología en la Universidad de Navarra. En 2002 obtuvo el Doctorado en Letras en la Universidad Nacional de Cuyo.
Integra el Consejo Superior de la Universidad Austral desde 1997 y Coordina el Área de Humanidades de la Facultad de Ciencias Biomédicas. Esto último tiene suma importancia, ya que uno de los objetivos de la Facultad es contribuir a la humanización de las ciencias de la salud, formando profesionales, médicos y enfermeras, técnicamente idóneos, con un hondo sentido ético en el ejercicio profesional y fortaleciendo en ellos el espíritu de servicio hacia el hombre enfermo. Es, además, profesora invitada de la Universidad Nacional de Cuyo y de la Universidad de Montevideo, Uruguay, en temas de su especialidad literaria.
Epílogo (fragmento)
Las biografías y estudios críticos sobre Victoria Ocampo, cada vez más frecuentes, ponen de manifiesto el interés creciente que despierta la personalidad de esta mujer de las letras argentinas. Al mismo tiempo, muestran los distintos enfoques con que se ha abordado su figura: interpretación, confrontación, apología, ficción. Marcos Victoria con su Coloquio de 1934 ya planteó lo esencial del debate en los términos en que, de forma permanente, se confronta la figura de Victoria Ocampo.
En su producción literaria apenas existe la obra de ficción -teatro, narrativa, lírica-. Sin embargo, con su amplio quehacer cultural y literario, primero a través de la revista Sur y luego de la editorial del mismo nombre, promovió lazos entre literaturas distantes y cercanas generando un auténtico diálogo de culturas. Por la familiaridad que, desde su infancia, tuvo con otras lenguas, acercó al castellano un buen número de traducciones de obras del francés y del inglés. Al mismo tiempo, promovió esta disciplina como verdadera creación artística haciendo que no pocos escritores argentinos la practicaran.
Los escritos de Ocampo discurren por el llamado género autobiográfico. La incursión que la escritora realiza en algunas formas literarias del discurso del yo permiten sugerir la utilización de un concepto más amplio y analógico para referirse a su producción escrita: la literatura egotista de Victoria Ocampo. La denominación propuesta no se limita solamente a una precisión semántica, útil por otra parte, sino que define una característica esencial de su estilo. Bien puede decirse que el egotismo de Ocampo se articula sobre tres líneas que se entrecruzan de forma constante: habla desde sí porque quiere ser y dar un testimonio; habla de sí con una forma cercana a la confesión buscando hacerse perdonar por el lector bueno; y, en tercer lugar, habla para sí como quien busca explicarse y aclararse por el proceso de la escritura. Estos tres rasgos están siempre presentes en su expresión, variando la intensidad de uno u otro según se trate de la Autobiografía o Testimonios.
La materia real de la literatura de Victoria Ocampo es ella misma, semejante al caso de Montaigne: la matiere de mon livre c ´est moi. Ocampo afirmó, sostenidamente, que no poseía cualidades de genio literario como para crear personajes, aunque exigió siempre de sus escritos que fueran buena literatura. Las obras ajenas al género egotista “Habla el algarrobo” y “La laguna de los nenúfares” no escapan, sin embargo, a sus rasgos característicos. En el primer caso, el algarrobo de la quinta Pueyrredón es testigo de una parte de la historia del país. A su sombra han pasado generaciones de familias forjando mundos y convirtiendo en realidades los sueños que nacieron bajo su cobijo. Quien es testigo no puede dejar de hablar y de comunicar. “La laguna de los nenúfares” representa el camino de la vida, donde el espejo -el libro- es útil para conocer el pensamiento de los hombres y, de esta forma, encontrar el propio rostro.
Vida y obra en Ocampo forman una indivisible unidad. Su obra literaria es de naturaleza complementaria, según la distinción que ella misma establecería: es una prolongación de su ser y no una forma vicaria de otra naturaleza. Cada cuestión o tema abordado en su obra es un punto de partida en la exploración de su intimidad. La realidad de la que trata opera como un disparador hacia el centro de sí misma. Incluso asocia películas, novelas, músicas con etapas de su propia vida, de la que resultan ilustraciones alusivas. Las obras artísticas estimadas por la autora actúan como despertadores en la red de sus recuerdos personales. De esta forma, al tratar de los variados temas, asoma su intimidad, que busca la claridad a través de la expresión.
El discurso literario de Ocampo se mueve yendo y viniendo en un doble plano, el exterior y el interior, tendiendo puentes de sentido, asociaciones y articulaciones entre ambos, lo que fuerza a que todo lo mencionado lleve a su propia realidad íntima. Así, las realidades -no sólo ya del mundo cultural, artístico, sino también las del mundo natural o social humano como un árbol, un animal, o un episodio callejero- valen como llaves para abrir su intimidad y descorrer cerrojos hasta ese momento inaccesibles.
El proceso de exploración interior encuentra un caudal enriquecedor en la lectura. Leer es para Victoria Ocampo un alumbramiento de tesoros interiores, latentes y dormidos. Los libros le revelan secretos existentes que le permiten entrar en posesión de aquello que, existiendo, era ignorado; la lectura es un proceso de esclarecimiento y auto conocimiento, donde el alma se hace sonora en el proceso de alumbramiento.
La literatura crítica sobre lo autobiográfico ofrece variados ángulos de abordaje a textos de este tipo. La obra de Ocampo contiene, de forma asistemática, una poética de los diferentes discursos del yo que su discurso adopta. Existe una especie de fuerza centrípeta en su literatura, una suerte de vital nutrimento de unos géneros egotistas para con otros: cartas que alimentan la autobiografía, episodios autobiográficos incluidos en testimonios, testimonios constituidos por cartas, y así de manera similar. El gran sedimento o decantación es la autobiografía, donde la perspectiva del tiempo ofrece otros ángulos de consideración que escapan al testimonio. Sus textos se caracterizan por una manifiesta y fuerte vinculación con la honestidad, otorgándoles el carácter de documentos, expresados en buena literatura, para poder comunicar; los textos son dialógicos, no están cerrados en sí mismos, sino siempre dirigidos y pensados para el lector.
En el núcleo del egotismo de Victoria Ocampo -hablar desde sí, de sí y para sí,- hay una raíz vivencial o etymon común consistente en una búsqueda articulada a niveles diferentes. Los niveles por los que discurre esta exploración alcanzan distintos grados de desarrollo. En lo que atañe a la búsqueda de un espacio literario para la mujer, no cabe duda de que su figura contribuyó en gran manera al reconocimiento y respeto de la mujer escritora. De sí misma decía que estaba en la etapa de desbroce, adosada al vacío, pero con la conciencia de estar legando un camino a las generaciones venideras. En la búsqueda referida a generar intercambios y lazos culturales es donde alcanzó notables logros. Basta recordar ahora las numerosas distinciones y premios con que fue galardonada en el mundo entero, reconociéndole su labor pontonera. En cambio, la búsqueda de resolución de un conflicto interior no parece haber encontrado un grado de maduración que la aliviara de sus angustias y contradicciones. Finalmente, la búsqueda de expresión de la mujer en la doble dimensión que Ocampo la considera, la conquista fue dispar. Su expresión literaria con los años fue alcanzando mayor soltura y precisión. Por el contrario, en la expresión más acabada que ella misma otorga a la mujer, la maternidad, no alcanzó una realización personal ni hizo los renunciamientos necesarios para que tal expresión se concretara.
Hemos probado en nuestro trabajo que es inexacta la estimación, reiterada por casi todos los estudios críticos, acerca de la dispersión temática que se exhibe en su obra. Por el contrario, la lectura atenta de la totalidad de sus Testimonios demuestra que la autora se mueve en torno a un conjunto de temas recurrentes y asociados a sus intereses fundamentales. Este es su haz temático, al cual siempre retorna: los recuerdos de infancia, los conflictos de la mujer, el deleite ante la naturaleza, los libros, la música.
Más allá de las propias motivaciones diversas de las que parte, todo lo asocia a esta temática propia. A su vez, resulta evidente que dicho conjunto constituye una suerte de constelación que gira en torno a pocas preocupaciones básicas. Para revelar este proceso ella no ha encontrado mejor expresión que la del calidoscopio: unas mismas piezas combinadas diversamente en un juego de espejos. El eje de ellas es el amor a la vida...
...
Victoria Ocampo ¿ha sido buen o mal testigo? Su testimonio ofrece, más allá de los documentos legados a la posteridad, un prototipo de la cultura argentina, tan llena de contradicciones. ¿Por qué, cabe preguntarse, el argentino ha tenido y tiene tan sostenida necesidad de expresarse a través del género egotista? ¿Acaso por la ausencia de la llamada falta de identidad de nuestra cultura, o por el individualismo o exhibicionismo que nos caracteriza? ¿O quizás por la necesidad de encontrar caminos de salida a una angustia existencial que nuestra acendrada sensibilidad nos hace experimentar como trágica y pesimista? La ensayística de interpretación nacional maneja todas estas posibilidades explicativas. Victoria Ocampo parece un personaje de su tiempo que no quiso o no pudo escapar a una forma de búsqueda sin hallazgo. La vida de Ocampo transitó por circunstancias coyunturales complejas que acentuaron estas dicotomías.
Más allá de las razones objetivas en las que se basa este conflicto, se descubre que en buena medida éste no alcanza a resolverse por la actitud vital que se mantuvo frente a la verdad, a la realidad. Quizás, más que en cualquier otro autor, de Ocampo se pueda decir que es una mujer en permanente búsqueda que no logra alcanzar con plenitud, por medio de la escritura, un auto esclarecimiento sobre sí misma.
La escritora cultivó un estilo de honda raigambre argentina -a través de formas diversas: testimonio, autobiografía, cartas- con una profusión tal que no se había dado antes en la obra de una mujer escritora en el país. Su obra destaca como el más caudaloso aporte al género egotista argentino, en la totalidad de la historia de nuestra literatura editada.