En Mendoza, en este sentido hay avances, pero también asignaturas pendientes. La provincia cuenta desde esta temporada con un mapa del riesgo de heladas, por zona e incluso por productos (o al menos de buena parte de los que se cultivan en la provincia). Esa radiografía de las zonas más riesgosas ante el rigor climático, está ahora a disposición de los productores y nuevos emprendedores, para ajustar el diseño de sus inversiones agrícolas. Es el resultado de un intenso trabajo de varios años por parte de dependencias del gobierno provincial, del INTA y de facultades de la UNCuyo.
Por otra parte, después de muchos años de experiencias y acumulación de datos en la lucha antigranizo, la provincia cuenta también con un mapa del riesgo granicero por zonas, conformado con los chequeos recogidos durante muchas temporadas de combate contra las tormentas graniceras en los oasis productivos provinciales.
En esa fotografía del riesgo de la piedra -que se está utilizando para la coordinación del seguro agrícola con el pool de aseguradoras- cada productor puede medir puntualmente los riesgos en cada rincón de los oasis productivos y plantear su inversión sin sorpresas o con un mayor grado de prevención.
No es un dato menor en la provincia: en Mendoza se pierden en promedio más de 100 millones de pesos anuales por la agresión de heladas y granizo. Alrededor del 12% de cada producción vitivinícola, por ejemplo, suele ser destruido, en promedio, por el granizo. De las 67.000 hectáreas plantadas con frutales -excluida la vid- se calcula que unas 10.000, alrededor del 15%, son segadas cada año por los efectos de heladas tardías que no alcanzan a ser prevenidas o combatidas. Es decir, esfuerzo perdido, recursos dilapidados. Hace un par de temporadas, debieron ser arrancadas más de 50 hectáreas de almendros, plantados en las inmediaciones del Cordón del Plata, en el Valle de Uco. Las heladas arrasaron con una cuantiosa inversión, que -evidentemente- no contó con información suficiente al definir la plantación, el lugar y el tipo de cultivo.
De manera que -además de los sistemas activos de lucha contra la helada y el granizo- estos instrumentos de prevención con que ahora cuenta el productor, permitirán afrontar el esfuerzo agrícola en función, entre otros elementos, de los datos del riesgo de heladas y del granizo, reorientando el diseño productivo o ajustando las tareas de prevención.
Sin embargo, la Provincia debiera intensificar la gestión para contar, además de esos instrumentos, con un mapa específico para la explotación de la vid. Hay todo un bagaje histórico, existe información no clasificada, la mayor parte de ella en manos de distintas organizaciones, algunas instituciones públicas y unos pocos grupos empresarios. Pero no está sistematizada, pese a nuestra historia vitivinícola (Mendoza es la mayor productora nacional).
Hay tradición y datos dispersos en vitivinicultura, pero carecemos de un verdadero mapa científico de las cunas más convenientes para la mejor vid, por variedad y por destino de sus granos (si es para vinos, para mostos, para pasas, para comercialización en fresco).
Como no existe tampoco un verdadero mapa o código del suelo para uso agrícola, con una discriminación científica del mejor lugar y tierra para cada tipo de cultivo o destino productivo, y por ende lo que podría equivaler también a un mapa del riesgo contra el equívoco en el uso de determinado suelo para una explotación agrícola.
Hay, por cierto, un avance destacable en la democratización de la información, partiendo de la necesidad de racionalizar el esfuerzo y los recursos destinados a la producción agrícola, base además de la industria manufacturera de origen agrario, que tiene un gran peso en el PBG provincial y en nuestras exportaciones. Pero es necesario persistir en el propósito de sistematizar toda la información y extender su difusión, uno de los métodos más efectivos para promover la inversión y por ende la producción y el trabajo.
Los Andes-Sábado 3: Editorial: Los mapas del riesgo agrícola y lo que falta
La evolución de la estrategia agrícola en Europa y Estados Unidos, fundamentalmente, muestra cómo están apelando al conocimiento, a la extensión de la información y la tecnología, poniendo al servicio de la producción una serie de herramientas de alta precisión que permiten que los productores diseñen sus emprendimientos. En esos escenarios, pocas cosas se hacen ya por tradición o por impulso empírico: la información ya no es patrimonio exclusivo de unos pocos y cada inversión agrícola es ahora abordada con antecedentes previos, exhaustivos y probados.