Que es de un “ennardelacimiento” propio de mis gestiones agotar todos los medios posibles en pos de aquella excelencia a que nos referíamos en el párrafo anterior, y en el caso que nos ocupa, en la puesta en escena de la obra “Padre Nuestro” del actor Gerardo Romano, toda aquella preocupación se maximizó a límites por mí insospechados.
Así, a manera de rogatoria, literalmente hablando y con una devoción rayana en los monjes budistas, le pedí, ante testigos, de todas las formas y por todos los medios, a Gerardo Romano que continuara con la puesta de la obra ya iniciada... pero fue inútil, bajo el epígrafe reiterado de “estoy desconcentrado y no sé por dónde retomar la obra”, toda gestión se tornó estéril.
En ese momento, con la certeza de que la gente no paga por ver a Nardella y sí por ver a Romano, me “ennardelací” y salí a las tablas yo, a explicar lo inexplicable y a pronunciar por primera vez en 16 años de trayectoria la fatídica frase: “Señores, por ventanilla devolveré ahora mismo y personalmente el importe de las entradas”.
De más está decir, y reiterado está, que el sonido y el micrófono falible fue aído desde Buenos Aires por el propio actor, que ese y no otro era el que necesitaba y utilizaba, y que literalmente no estaba en mis manos arrimar algún atisbo de solución inmediata al problema técnico surgido.
Pero parece que ya era tarde... tarde para continuar la obra... tarde para calmar a la gente... tarde para superar el mal momento, en fin tarde, tarde para todo, menos para devolver el importe de las entradas, tarea que ya he cumplido acabadamente.
Caso fortuito y fuerza mayor: me vienen a la memoria la actividad de los viejos juglares de pueblo y cantares populares de plaza mayor, que entregaban su actuación y su arte con el acento mejor puesto en el contenido que en el continente y deduzco que el Teatro Universidad tampoco es tan grande y su acústica es más que aceptable para poder haber continuado la obra según su estado; al fin y al cabo, el desperfecto se solucionó en cinco minutos, la suspensión se resolvió en treinta, pero mi angustia y molestia se encuentran aún muy lejos de prescribir en el tiempo.
Sólo me resta agradecer la solidaridad y el apoyo incondicional que he recibido de todos los medios de comunicación y periodistas de Mendoza y el país, de mis sponsors de siempre, de las autoridades y personal del Teatro Universidad y, por supuesto, del público.
Todos me entendieron. A todos les quedó bien claro quién fue el que los abandonó -totalmente encaprichado- aun con los problemas técnicos solucionados. Y entendieron que nadie está exento de un caso fortuito o fuerza mayor, pero también percibieron que cuando no hay una voluntad positiva en pos de solucionar las cosas, como decía una crónica, se “enardeció”.
Este productor, por todo lo expresado y en el convencimiento extremo de que cualquier explicación es poca para las sinrazones, se “ennardelació”, permítame señor Director adjetivar mi apellido, pero es de la única forma que sé trabajar, proponer, hacer, cumplir, rendir cuentas, dar la cara, de frente y sin guardarme nada, es decir “ennardelacido”.
* Néstor Nardella - DNI 20.525.247