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Los Andes: Tener estudios ya no garantiza un ascenso en la escala social

Según un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, hoy en día ya no basta con tener estudios para crecer en la escala social. Actualmente, sólo dos de cada 10 jóvenes de entre 18 y 25 años -de los hogares más pobres del país con estudios universitarios- tienen un empleo de calidad o pleno. En cambio, son 7 de cada 10 los jóvenes de los hogares más ricos con título universitario los que obtienen un empleo de esas características.

14 de noviembre de 2005, 14:47.

La explicación es que cuando la desigualdad y el deterioro social es profundo, como en nuestro país, la formación educativa no logra siquiera equiparar oportunidades. Los jóvenes de los sectores medios-altos y altos de nuestro país, a diferencia de los de hogares de ingresos medios y pobres, cuentan con más estructura familiar que le da apoyo y con una red mucho más amplia de influencias.
Los datos surgen del proyecto Ubacyt: “Los jóvenes excluidos y las políticas posibles”, dirigido por el sociólogo Agustín Salvia y codirigido por Fortunato Mallimaci, investigador del Ceil-Piette Conicet y de la UBA, con la participación de becarios del Conicet. La base del estudio fueron las Encuestas Permanentes de Hogares del Indec (2003-2004 y primer semestre de 2005). También entrevistas propias y grupos de discusión.
“La educación dejó de ser un factor de movilidad social porque no hay más movilidad. Cuando esto sucede se refuerza el papel de las redes sociales familiares”, indicó la investigadora del Conicet Claudia Jacinto.
 
Las diferencias
Según el proyecto Ubacyt, los jóvenes que viven en los hogares más ricos de los grandes aglomerados urbanos de nuestro país tienen 4 veces más posibilidades de conseguir un empleo de calidad, que los sectores de la juventud que viven en los hogares más pobres -más allá del nivel de estudios-. La relación es menos desigual respecto de los sectores medios. Los jóvenes de los hogares más ricos del país tienen 1,5 más oportunidades para conseguir un empleo pleno que uno de clase media.
“Los jóvenes más pobres no sólo tienen menos oportunidades de conseguir un empleo mejor remunerado que los de estratos sociales aventajados, sino que aunque tengan un nivel educativo mayor los de los hogares más pobres tienen pocas oportunidades de aumentar el ingreso que perciben”, describió la socióloga y becaria de investigación del proyecto de doctorado, Ubacyt, Ianina Tuñón.
A la hora de ejemplificar, los números no dejan dudas. Un joven de entre 18 y 29 años con título terciario o universitario de los estratos más altos de la socie dad gana en promedio unos 1,346 pesos. Pero uno con las mismas características aunque de los sectores más pobres apenas obtiene una media de 344 pesos. En síntesis: lo que gana un joven de un hogar rico casi cuadruplica el ingreso de uno de un hogar pobre.
“La relación entre educación e ingresos está altamente asociada a los puestos de trabajo disponibles en los distintos momentos históricos. La crisis del mercado laboral ha determinado que los jóvenes tengan pocos empleos esperándolos”, explicó la investigadora de Flacso y becaria de Conicet Ana Miranda. Y concluyó: “En los contextos de restricción social cobran más fuerza las relaciones laborales”.
A esta problemática se suma otro detalle alarmante. Es cierto que hoy son más los que ingresan a la primaria y que finalizan el secundario en comparación con los que lo hacían treinta años atrás.
Pero “estamos viviendo un proceso de polarización de la educación” -observa la investigadora Jacinto-- “y los pobres, en términos generales, acceden a una educación de baja calidad”. CC
 
“No pude insertarme en el mercado laboral”
A sus 25 años confiesa que hoy lucha “entre las ganas de vivir en la Argentina y el cansancio por la falta de perspectivas”
“Toda mi vida busqué dar lo mejor de mí misma, aprender, perfeccionarme, superarme cada día, y defender mis principios de ética, integridad y honradez”.
Egresada de la Universidad de la Policía Federal en 2002, con medalla de oro al mejor promedio, es autora de ensayos, poesías, cuentos y una novela en colaboración. Domina el inglés, francés y portugués y también estudió Ceremonial y Protocolo y Periodismo.
“Sin embargo -se quejó-, aún no pude insertarme en el mercado laboral. Choqué repetidas veces ante la frustrante frase: ‘Tu perfil es demasiado elevado para la posición que ofrecemos’ y yo sólo pido la posibilidad de comenzar. ¿No es la excelencia a lo que deberíamos apuntar?... Necesito seguir creyendo que la gente capacitada tiene lugar”
 
“Después del título nos faltan los contactos”
Alos 25 años, Roberto Castaño dice que en su vida hay una heroína sin la cual su historia sería otra: su mamá Rosa. La mujer trabajó en casas de familia y en cuanto trabajo fuera necesario para que el hijo pudiera estudiar.
Roberto, es el primer universitario en la familia. Sueña que su título de Licenciado en Trabajo Social le abra más puertas.
Muy cerca de la graduación, luego de años de trabajar en el sector envoltorios de una empresa, algo más parecido a su profesión: Desde hace 6 meses trabaja en una delegación del Ministerio de Trabajo en Banfield, atendiendo los casos de desocupados que gestionan un subsidio. “Ahí está la diferencia, porque alguien de una familia de buen pasar sólo debe preocuparse por el estudio y, encima, logra los mejores puestos. Dicen que bastan las ganas, pero no es cierto. Y después, con el título en la mano, nos faltan los contactos”, opinó Roberto.
 
Esperando un país con futuro
Hoy el deterioro laboral continúa castigando más a los jóvenes que a otros grupos sociales de nuestro país. La mayoría de ellos viven en hogares pobres sufriendo discriminación social. Para amplios sectores juveniles la educación técnico-profesional es una credencial inaccesible o de poco valor.
En la actualidad, la mayor parte de los jóvenes tienen sueños, pero no parecen tener futuro. Castigados por su sobrecalificación, deben devaluar expectativas o buscar nuevos rumbos.
Durante la mayor parte del siglo XX la Argentina brindó el espacio para una amplia movilidad ascendente, cuyos principales protagonistas eran jóvenes jugados a un proyecto de vida y de país.
El paso por el sistema educativo y la posterior inserción en una carrera laboral eran un recorrido posible. Pero eso pasó a ser historia.
Los jóvenes disponen de mucho más capital educativo que sus progenitores. Sin embargo, enfrentan escasas oportunidades de movilidad y un futuro incierto, cuando no hostil.
Esto se debe a la ausencia, desde hace treinta años, de un proyecto estratégico de Nación que ofrezca a los jóvenes libertad, progreso e igualdad de oportunidades ciudadanas.
El problema no es la falta de condiciones favorables ni de conciencia oficial, sino la inexplicable ausencia de una política hacia los jóvenes.
Pilar Ferreyra - Especial para Los Andes

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