Pero son capaces de sortear estos obstáculos y cumplir con su meta. Lo toman como un desafío, y saben que es una buena oportunidad para afianzar los conocimientos que adquirieron en “la calle”.
“La Universidad te da la oportunidad de volcar toda la experiencia que te ha dado la vida”, sostiene Elena Giordano (55), que cursa Filosofía y Letras en la UNCuyo y decidió volver a la Facultad porque era un tema que tenía pendiente.
Si bien comparados con el número de estudiantes adolescentes son pocos, marcan un lugar en las tablas de las universidades.
Sumando los datos aportados por cinco casas de estudio, hay en la actualidad 2.111 alumnos mayores de 40 años siguiendo una carrera universitaria.
El hecho de abarcar varias responsabilidades al mismo tiempo los hace más organizados. La jornada se fracciona metódicamente entre los quehaceres diarios y los libros, y además son extremadamente voluntariosos.
“Cuando tenés hijos es más duro, pero vale la pena hacerlo. A veces el cuerpo no te responde y te la jugás igual. Al final sentís que es un logro personal y que has llegado adonde te propusiste”, contó Elsa A. (55), recibida hace unos meses de licenciada en Trabajo Social.
Dividir el tiempo
Según la psicopedagoga Jésica Verdenelli, al ser más grandes planifican mejor sus actividades, así les alcanza el tiempo para cumplir con todos sus compromisos (ver aparte).
Hugo Moyano (40) es despachante de aduanas. Actualmente estudia Abogacía en la Universidad Champagnat y es secretario en un Juzgado. Terminó de cursar y le quedan cinco materias para recibirse.
Para él, estudiar, trabajar y cuidar a los hijos, es toda una odisea que lleva adelante junto a su esposa, quien también estudia y trabaja.
“Los miércoles y viernes me junto en la casa de mi compañero y los demás días en la mía, porque mi señora cursa y me quedo con los chicos. Cuando voy a buscar al nene al colegio, hacemos un recreo y después seguimos estudiando”, comentó Hugo.
Cualquier momento es oportuno para sentarse a estudiar, no tienen la excusa de los más jóvenes, y ni siquiera “desperdician” los fines de semana.
Con respecto a esto, Elena explicó: “Lo que tenés a favor es que con los años aprendés a organizar racionalmente el tiempo. Trabajo de 2 de la tarde hasta las 9 ó 10 de la noche en una constructora, así que los viernes, sábados y domingos son días importantísimos para estudiar. Mi fin de semana se divide entre leer, estudiar, ir al supermercado y preparar el menú para el resto de los días. Valorás mucho más el tiempo”.
El caso de Violeta Hauck (40), también es un ejemplo de organización. Es docente y le falta una materia y una parte de la tesis para recibirse de comunicadora social en la UNCuyo. Ella les enseñó a sus dos hijos que la familia es como una empresa, para que funcione es necesario que todos colaboren.
Con el apoyo de su entorno puede estudiar, ocuparse de su casa y desempeñarse en varios lugares a la vez. Trabaja en la Facultad de Odontología, en la Radio de la Universidad, es ayudante de cátedra y además tiene campos en Corrientes.
“Cuando tengo que viajar, las cosas que debo estudiar las paseo por todo el país. A veces mi hijo me toma las materias y cuando estoy cerca de una mesa de examen mi hija se encarga de preparar la cena”, dijo Violeta.
Los preparativos del examen
Como cualquier adolescente, para fijar mejor los conceptos, recurren a fichas, esquemas, pizarrones y hasta papeles colgados como si fueran cuadros.
En la casa del compañero de Hugo, hay un pizarrón gigante en medio del comedor, donde anotan los contenidos más importantes que tienen que memorizar. Y Violeta pega láminas en las paredes.
Cuando se acercan las mesas de exámenes llega el momento de volcarse de lleno a los libros. Por unas semanas se deja ‘de lado’ el resto de las obligaciones y se focalizan en aprobar la materia.
Como todos los estudiantes quieren rendir bien, pero a diferencia de los demás no se permiten el fracaso.
“Si para un joven es complicado, para nosotros es cien veces más estresante; juega el miedo al ridículo y el compromiso ante el profesor; pensás: ‘Mirá si me llego a confundir’, describe Elena.
Por su parte, Violeta confiesa: “Cuando tengo que rendir es todo un tema, me dan muchos nervios. Dos semanas antes paso 12 horas estudiando. Termino estresada y a veces me levanto a las 3 de la mañana a estudiar porque no me puedo dormir. Nunca me presento si no sé algo”.
De todas formas, les gusta estudiar y no les cuesta. Consideran que si bien se agotan mental y físicamente por lo que realizan durante el día, la experiencia es su arma más fuerte porque les da un óptimo enfoque y abordaje de las materias.
“Planifican mejor sus actividades”
“En la adolescencia se logra la madurez de los procesos cognitivos, y si éstos se mantienen en actividad -ya sea porque leen mucho o trabajan en contacto con gente-, a los cuarenta poseen un método de estudio más eficaz; no estudian de memoria sino que leen y comprenden. Además, logran expresar mejor los contenidos y sacan buenas conclusiones.
“No dan vueltas. Aprovechan todos los horarios y estudian aunque estén cansados; esto es muy meritorio.
“Tienen otro tipo de motivación: realmente quieren estudiar y poseen una meta más clara.
“Por otro lado, se autoexigen demasiado. Tienen baja tolerancia a la frustración y no permiten que les vaya mal. Se estresan porque quieren saber todo por miedo a pasar un papelón”.