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Los Andes: Una excursión al Sosneado y a sus misterios

Asistir a clases, estudiar y rendir exámenes no es lo único que pueden hacer los alumnos de la Universidad Maza.

A través del Programa de Recreación y Deporte de la institución -encuadrado en el vicerrectorado de Extensión Universitaria y Asuntos Estudiantiles-, los jóvenes tienen la posibilidad de hacer turismo-aventura en diferentes lugares de la provincia y del país.

Al moverse dentro del ámbito estudiantil, a la hora de organizar, se planifican las salidas en fechas lo más alejadas posible de los parciales y finales, tratando de que coincidan con fines de semana largos.

De esta manera, durante la primera quincena de enero, nueve personas partieron rumbo al cerro Sosneado, en una de las primeras actividades del ciclo 2005.

“La idea es que todos los profesores, alumnos y administrativos de la universidad puedan conocer y explorar ciertos lugares que, si bien no son muy nombrados o conocidos, igual poseen cierta mística y un atractivo especial”, explicó Germán Casado, coordinador a cargo del programa.

La agenda de este año, ya tiene marcada varias metas. Algunas de ellas son: una excursión a villa La Angostura; otra al Salto o a Uspallata en el mes de julio; y entre noviembre, diciembre y enero, la mira está puesta en el “avión de los uruguayos” y el cerro El Plata.

Si bien hay algunas actividades que requieren un mayor compromiso de los participantes, tanto mental como físico, existen otras -como el trekking o salidas por el día- que están al alcance de cualquier persona que integre el plantel universitario.

El “avión de los caballos”

Para inaugurar las actividades 2005 en esta área recreativa, el sitio elegido fue el cerro más alto del departamento de Malargüe.

Desde el 9 hasta el 11 de enero, 5 personas de la Universidad Maza, más 4 acompañantes, escalaron el Sosneado, de 5.300 metros de altura.

De la expedición participaron los profesores Daniel Villar y Diego Chia, y los alumnos de educación física Alejandro Rodríguez y Oscar Granado, que estuvieron dirigidos por el coordinador Germán Casado.

“Al principio íbamos a ir al 'avión de los uruguayos', pero nos propusieron visitar el 'avión de los caballos' en Malargüe, y como tiene una historia misteriosa que queríamos conocer, decidimos cambiar el destino”, contó Casado. (Ver aparte).

Luego de ambientarse en la zona, realizando diferentes actividades, transitaron más de diez horas por terrenos pedregosos y barrancos, hasta llegar al campamento base a 4.200 metros de altura. Allí hicieron noche, para recomponer fuerzas.

“Al día siguiente emprendimos el viaje nuevamente. Llevábamos ocho horas caminando sin encontrar nada. Nos habían dicho que el avión estaba cerca de la cumbre, pero estábamos a 5.000 metros y no lo veíamos”, precisó Casado.

Hasta que sorpresivamente, en el arroyo de los Caballos, divisaron un objeto metálico. Cuando se acercaron pudieron comprobar que se trataba de una rueda de 2 metros de diámetro, y que también había partes del avión esparcidas en las cercanías.

Cumplida la misión que se habían impuesto, y urgidos por la hora, los escaladores comenzaron el descenso. “Fue muy duro; demoramos seis horas en volver a la base, y el último tramo lo hicimos de noche”, contó el coordinador.

“Hicimos un gran esfuerzo, nos sobrepusimos al cansancio y al agotamiento físico y mental, pero la experiencia valió la pena”, agregó satisfecho Germán Casado.

Así, tras un total de cuarenta y cinco horas de expedición, con veintiocho horas de caminatas intensivas, el grupo estuvo en contacto directo con la historia de la montaña mendocina. / VD

Los secretos del avión saqueado

El 17 de mayo de 1960 se estrelló contra el cerro Sosneado (Malargüe) un avión Curtis C46 de la Compañía TransAmerican, que salió de Buenos Aires a Panamá con escala en Santiago de Chile. En el impacto fallecieron las nueve personas y los siete caballos de carrera que iban a bordo.

Tras la desaparición de la máquina no se tuvo más noticias de ella, a pesar de una intensa búsqueda por aire y tierra.

En 1962 una expedición compuesta por funcionarios policiales y judiciales llegó al lugar de la catástrofe, a unos 5.000 metros de altura. Encontraron el avión destruido y entre sus restos los cadáveres mutilados de los 9 pasajeros y los caballos.

Circuló a partir de entonces la versión de que el avión y sus pasajeros habían sido saqueados y que las sumas rescatadas eran elevadas.

Diez años después, en 1972, por denuncias de puesteros vecinos de la zona, la policía detuvo a Víctor Arteaga, Jaime Rojas, Jorge Riveros, Raúl Rivero Rojas y Julio Guzmán, pobladores del lugar, quienes confesaron ser autores del saqueo del aparato y de las víctimas del accidente aéreo.

De hecho, uno de los implicados había empapelado con billetes norteamericanos las paredes de su casa, lo que demostró que desconocían el verdadero valor de la moneda extranjera. Se entiende así que los saqueadores fueran, a su vez, despojados de importantes sumas por comerciantes lugareños.

Se estimó que habían sustraído más de 500.000 dólares, una importante cantidad en moneda argentina, soles de oro peruanos y dinero chileno, además de ropas y otros objetos de valor.

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