“Los intolerantes no entendieron nada, ellos decían ‘Guerra’, yo decía: ‘no, gracias’. Amar a la Patria bien nos exigieron, si ellos son la Patria, yo soy extranjero.” (Fragmento de “Botas Locas” Sui generis)
A principios de 1982, el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional perdía fuerza, las protestas crecían y el pueblo despertaba de su letargo. Ya no había un mundial para organizar y enmascarar la situación que atravesaba el país.
La idea era muy simple, consistía en una gesta nacional de recuperación de las Islas Malvinas y esperar que Inglaterra no tomara la decisión de recuperar el archipiélago mediante un conflicto armado. Y en caso de que lo hiciera, que Estados Unidos apoyara al gobierno militar argentino.
El 2 de abril de 1982, tropas argentinas desembarcaron en Malvinas y retomaron su control para el país gobernado en ese momento por Leopoldo Galtieri. Esta acción tuvo su relativo éxito: el pueblo argentino celebró en las plazas la recuperación del archipiélago. Pero el Reino Unido se sintió herido. La primer ministro Margaret Thatcher entendía que Inglaterra pasaba por la misma crisis que la dictadura argentina. Entonces la guerra también parecía ser la oportunidad de salvarse.
El 1 de mayo las tropas británicas atacaron por primera vez. Tenían mejor equipamiento que los argentinos y eso se tradujo después. Finalmente, el 14 de junio, el general argentino Mario Benjamín Menéndez se rendía ante el general británico Jeremy Moore. Era el final de una guerra mal planificada y el principio del fin de una dictadura militar criminal y sangrienta. Con el fin del conflicto, llegó la debacle del gobierno militar. Galtieri fue reemplazado por Bignone que llamó a elecciones en 1983. El sufragio dio vencedor a Raúl Alfonsín. Durante su gobierno se les inició juicio a los militares del proceso y sus cabecillas fueron condenados a cadena perpetua.
La Justicia parecía que tomaba forma pero sólo en apariencia. El mismo Alfonsín beneficiaría a muchos militares con las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final
(declaradas inconstitucionales recientemente). Entre 1989 y 1990, Menem haría lo mismo mediante indultos, dejando libres a los responsables de la dictadura y de la guerra.
“Porque después de tanto llorar los veo salir de nuevo, porque no habrá perdón, porque no habrá consuelo, de qué sirve el castigo sin arrepentimiento” (Fragmento de “Indulto” de Alejandro Lerner)
Los olvidados
Desprovistos de equipos, de abrigos y de otras cosas, (incluso de experiencia) miles de argentinos fueron a vivir uno de los momentos más difíciles de su vida. Actualmente continua siéndolo, a causa del olvido estatal y por sobretodo de su mismo pueblo; el mismo que festejó en las plazas y calles la recuperación de las islas.
“La figura que noté fue que entramos por la puerta de servicio, por la puerta de atrás sin bombos y sin platillos, no hubo ningún tipo de recepción que se destacara” explica Santiago Domínguez, ex combatiente de Malvinas, Presidente de la Agrupación de Veteranos de Malvinas de Mendoza. Fue prisionero de guerra durante 31 días.
Pero no sólo el pueblo no les da el reconocimiento merecido, el Estado, después de 23 años, aún tiene varias deudas que pagar con los héroes de Malvinas, “los argentinos no somos proclives a aceptar las derrotas, si ganamos está todo bien, si se pierde viene una condena. Esa misma condena nosotros la sentimos desde el punto de vista social y desde el punto de vista oficial también, y la postergación de nuestras demandas se circunscribe a un período de tiempo de 23 años. Es una postergación demasiado extensa, teniendo en cuenta que ha traído como consecuencia la no contención del sector y la estadística nefasta de 400 suicidios después del conflicto”, agrega el ex militar.
La cantidad de ex combatientes que se quitaron la vida, la falta de contención oficial, la necesidad de establecer un escenario de demandas y reclamos, llevaron a los veteranos de Malvinas a formarse en agrupaciones “se reclama ya en función de la indignación y de la impotencia (...) Básicamente todos nos reunimos en un objetivo común: que el Estado se haga cargo de todo aquello que está postergado, en materia de salud, en lo económico, lo laboral. El sector nuestro nunca pretendió ser privilegiado, pero sí es distintivo, tiene necesidades muy específicas. Si hablamos de salud todavía no se ha logrado un programa que logre establecer parámetros de contención desde el punto de vista profesional” afirma Domínguez.
En Argentina no existen hospitales destinados a los veteranos de guerra cuando en todo el mundo los procesos de posguerra llevaron a la creación de establecimientos sanitarios encargados específicamente de las patologías provocadas por las guerras. “Como por ejemplo el síndrome post-traumático de guerra, que trae como consecuencia el riesgo de que se produzcan muertes por voluntad propia y que muchos no logren reinsertarse laboralmente en la sociedad”, según explica Domínguez
El trabajo en la vida de quienes participaron en la guerra toma un sentido especial, sobretodo después de las hostilidades de un período bélico. El ex combatiente de Malvinas explica lo siguiente: “Desde el punto de vista laboral, tenemos una población con un nivel de desocupación importante y esto también tiene que ver con una cierta discriminación laboral (...) los empleadores analizan tomar a un veterano de guerra pero siempre con un gran temor a pensar que están introduciendo mano de obra riesgosa. Esto no es así, es un error. En definitiva, en la gran mayoría de nosotros, hay profesionales, gente que tiene capacidades anteriores a la guerra y que no han podido desarrollarlas a lo largo de estos 23 años. Estamos todavía (los veteranos de guerra) en esta lucha porque reivindicamos la causa de Malvinas como una gesta, (...) Cuando se habla de un Galtieri nosotros también tenemos nuestras profundas críticas hacia él como la mayoría de la sociedad” afirma Domínguez “la sangre que se derramó en Malvinas fue una sola, ahí está el testimonio de 649 compañeros nuestros que quedaron y entregaron su vida por la Patria y esto es lo que creo que hay que destacar”.
Y sin embargo...
649 argentinos muertos, 323 pertenecen al crucero General Belgrano, 74 días de combate en los cuales hubo pérdidas para ambos bandos, Argentina gastó más de 400 millones de dólares, incalculables lágrimas, tristezas, dolor, ilusiones pero sobretodo se perdió sangre. Sangre que reclama justicia y que la Historia se encargará de recordarnos por siempre
“No hay mal que no venga el hombre, no hay un Dios a quién orar, no hay hermanos, ni soldados, ya no hay jueces ni jurados, sólo hay una guerra más” (Fragmento de “La isla de la buena memoria” Alejandro Lerner).
Daniel Calivares
Departamento de Cultura