Primero alumno, luego docente
Empezamos a repasar algunos de los testimonios de la Jornada sobre Universidad y Discapacidad organizada por la UNCuyo. El primer de ellos, tiene sintonía con el que te contamos la semana pasada, el de Margarita, que había dicho: “Yo voy a creer verdaderamente en la integración cuando el que hoy me da la mano como alumno, mañana me respete en plano de igualdad como colega”. Vamos con Javier.
Javier, graduado de Ingeniería, rememoró las dificultades que encontró en la década del ochenta, como estudiante con problemas motrices. Señaló que las autoridades y docentes de su facultad han sido insensibles a su problemática. “En ese entonces no usaba silla de ruedas. Les pedí por lo menos pasamanos en las escaleras, y dijeron que no. Menos aún se interesaron en construir rampas. Pero sí gastan dinero en construir grandes obras”. Según Javier, los estudiantes son los primeros dispuestos a dar una mano, no así las autoridades o los docentes. Desde hace dieciséis años es profesor de esta facultad. Sin embargo, “siempre he tenido el mismo cargo, Jefe de Trabajos Prácticos interino. Los cargos se los reparten entre los amigos”. Más aún, “ni siquiera me invitan a las reuniones del Departamento de Profesores. Yo me meto y opino igual”, indicó, emocionado.
Dos estudiantes ciegas
Valeria es estudiante de sociología, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Su caso tiene un elemento particular: acaba de quedarse ciega, por una enfermedad, en 2005. Entonces decidió dejar la carrera de Trabajo Social porque “no me sentí capaz de desempeñarme”. De inmediato, su recorrido por la UNCuyo fue positivo: en Orientación Vocacional (que queda en el Comedor) le dieron la información pertinente para cambiar de carrera. Dentro de la FCPyS, la referente del Programa de inclusión, Jorgelina Bustos, colaboró en los trámites. De Relaciones Estudiantiles, Ivana Velásquez gestionó un estipendio de fotocopias provisorio hasta que, meses después, logró la beca de la Dirección de Acción Social (de la SBU). Del mismo modo, en la Biblioteca Central encontró ayuda para el estudio. Y una tutora la asiste frecuentemente yendo a su casa. Finalmente, la facultad accedió un régimen especial de materias, para que rinda un poco más espaciadamente, sin sanciones. Sugirió que la cartelera de horarios de materias podría transcribirse a lenguaje Braille.
Ornela, en cambio, es ciega desde los ocho años. Asistió a una primaria y una secundaria “normales”. Sin embargo, su ingreso a la universidad fue chocante. Encontró numerosas trabas con compañeros y profesores de la carrera de Licenciatura en Inglés y con las autoridades de la facultad de Filosofía y Letras. “Era un espacio no abierto al desafío de tener un alumno con discapacidad”, define ella misma. Optó por cambiarse de carrera. Desde 2004 estudia Canto Lírico en la Facultad de Artes, donde encontró “otro ambiente”. Asimismo, contó con la colaboración del Sistema Integrado de Comunicación (SID), que pertenece a la UNCuyo. Esta dependencia trabaja en la traducción de partituras a lengua Braille y ofrece (como otras áreas) tutores a los discapacitados. Ornela comentó que participó de numerosas jornadas, pero era la primera vez que los mismos discapacitados tenían la palabra.
Si querés repasar las notas anteriores, hacé en 1, 2, 3 y 4.
La semana que viene, más testimonios.
Germán Darío Fernández
Para ¡en contActO!, boletín de la Secretaría de Bienestar Universitario
UNCuyo – 2007
encontacto@uncu.edu.ar