Por Santiago Centeno
Sin meditarlo demasiado, cualquiera podría decir que la ansiedad conduce al pánico y tendría razón, pero sólo en parte. La otra parte, la menos sospechada, la aportan los que piensan en el cerebro y sondean esa madeja que aún hoy es una suerte de Pandora; ellos tienen motivos para decir que la ansiedad también inhibe el pánico.
Resultados como éste surgen de estudios recientes y gente como el Dr. Frederico Graeff se preocupa en analizar la relación entre tales fenómenos emocionales y el funcionamiento neurobiológico.
Graeff es brasileño, pero no necesitó ningún traductor. Con un ritmo pausado que desdibujaba el acento carioca, el científico apeló a un buen castellano para dar una cronología fugaz de su extensa carrera profesional y de su línea de trabajo actual.
Pasó por Argentina a raíz del Segundo Encuentro Internacional de Neurociencias que, durante octubre, se llevó a cabo primero en Buenos Aires y después en Mendoza.
Para el evento, llegaron desde Capital Federal científicos españoles, estadounidenses, alemanes, argentinos y brasileños, con el objeto de confrontar avances en los campos de la psicopatalogía y la psicofarmacología.
Graeff ha profundizado en esta última área, en la que sus opiniones gozan de un extendido reconocimiento por parte de sus colegas. Algunos de ellos fueron los que aconsejaron hacer público el perfil de este profesional. Así es que en un breve descanso de las sesiones, los jardines del Cricyt -sede del Encuentro- se transformaron en un buen espacio para atender a las palabras del investigador paulista.
“Yo trabajé en tres lugares –recapituló Graeff. Primero, 20 años en el departamento de farmacología de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto, en la Universidad de São Paulo. Después, 10 años en un departamento de Psicología, concretamente en un grupo de psicobiología. Ahora estoy en el sector de salud mental, dentro de un programa de posgrado y estamos trabajando en psiquiatría experimental.”
-¿De qué modo está organizado el grupo de investigación?
En este departamento hay dos líneas generales de desarrollo. Una conducida por psicólogos y la otra, más biológica, en la cual trabajo yo, que soy de formación médica. Ésta, que tiene como objetivo estudiar la fisiopatología de los trastornos psiquiátricos, se subdivide a su vez en dos líneas principales: una dirigida a la esquizofrenia y otra a los trastornos de ansiedad, que es adonde me ubico yo.
-¿Cómo ha llegado a localizarse en ese punto tan específico de estudio?
Hace ya muchos años, desde los ‘60, que estoy particularmente interesado en el rol de un neurotransmisor llamado serotonina y su relación con los trastornos de ansiedad. De esta conexión serotonina-ansiedad es que hablé en el Encuentro Internacional, haciendo un racconto histórico de la investigación. Aunque la mayoría de los trabajos han sido hechos en animales de laboratorio, hay también experiencias en seres humanos sanos y más recientemente en individuos con trastornos de ansiedad y de pánico.
La serotonina es un neurotransmisor muy disperso en el cerebro y tiene variadas funciones, de acuerdo a los diferentes pathways -conjunto de fibras nerviosas- que van dentro del sistema nervioso. A distintas vías le corresponde enervar distintos territorios, con funciones diferentes. Las que a nosotros nos interesan, relacionadas a la ansiedad y el pánico, tienen origen en el núcleo dorsal del rafe, situado en el tronco cerebral.
-¿Qué ventajas trae conocer las funciones de este neurotransmisor?
Permite saber, por ejemplo, si algún desorden puede ser tratado con fármacos. Hasta hace poco, al trastorno que ahora denominamos “ansiedad social”, en la principal clasificación de psiquiatría se le llamaba “fobia social”. Pero todo está indicando que no es una fobia real, es un trastorno. Las fobias -como el miedo a la altura, a la sangre y otras- son resistentes a los psicofármacos y en cambio ésta sí se puede medicar. Las otras fobias solamente responden al tratamiento psicoterápico, el cognitivo conductual.
Recién hace 10 años se empezó a verificar que la ansiedad social se puede tratar con antidepresivos. Nosotros estamos por empezar ahora un programa especial para este trastorno.
-¿Qué características tiene la ansiedad social?¿Cómo se la analiza?
La padecen en general personas excesivamente tímidas, que si están siendo observadas se sienten muy mal. Es gente que usualmente cambia su estilo de vida con tal de evitar estas situaciones. Y es muy interesante porque rara vez esta gente busca atención psiquiátrica, a pesar de ser un problema ya muy difundido. Esto trae grandes limitaciones laborales, afectivas y otras. Hay que despertar la conciencia social de que este problema existe y que puede ser tratado.
En nuestro departamento usamos técnicas experimentales para generar ansiedad en personas normales y enfermas. Utilizamos dos tipos de técnicas que producen ansiedad anticipatoria; una a través de condicionamiento y, últimamente, otra muy simple: cuando va a hacerse el examen de resonancia, la gente se asusta un poco porque la máquina es agresiva, la ven como un túnel.
Entonces presentan ansiedad anticipatoria. Me refiero a la resonancia magnética funcional, porque es una tecnología de neuroimagen con la que también estamos trabajando en el grupo. Por medio de ésta verificamos cuáles son las regiones cerebrales que están siendo activadas durante la ansiedad, o entre ataques de pánico, para detectar problemas de vulnerabilidad. Intentamos ver la base neurobiológica de la gente que, por ansiedad, se ve imposibilitada a hablar en público o que sufre sudores y taquicardia en ataques intensos de pánico.
-En relación a la otra línea general que integra el departamento, la de psicología, ¿no le quitan fundamento los adelantos que se están registrando con la neurobiología?
Los estudios de neuroimagen están demostrando que la psicoterapia produce alteraciones persistentes en el funcionamiento del cerebro, que son semejantes a las que produce el tratamiento farmacológico. Entonces está floreciendo una base neurobiológica para el efecto de la psicoterapia. No hay incompatibilidad con la psicología, todo lo contrario.
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