A pesar del ascensor…
Anahí es alumna avanzada de Comunicación Social (Facultad de Ciencias Políticas y Sociales). Ella es discapacitada motriz; padece una enfermedad que fragiliza sus huesos. Requiere frecuentemente ayuda para desplazarse en su silla de ruedas. Comentó que en la primaria y en la secundaria encontró trabas para ingresar. En la facultad, no tuvo esos inconvenientes con las personas. Pero sí con las barreras arquitectónicas (tema recurrente en los testimonios). Dio su ejemplo: en la facultad (a diferencia de otras), hay ascensor. Pero es demasiado estrecho, la puerta es dura de manipular y las botoneras se encuentran demasiado altas para alguien en su condición. Comentó que fracasó en su intento de realizar sus prácticas en la FM Universidad, en el CICUNC (predio universitario), ya que la radio se encuentra justo en un piso adonde no llega el ascensor. ¿No suena increíble? Perder una oportunidad de formación profesional sólo por las escaleras… “Cuando ingresé a la facultad no existía ningún programa de inclusión. Tuve que pelear sola, con mi papá”. En 2005 Anahí abandonó los estudios porque a su padre le robaron el auto, medio imprescindible para trasladarla a la universidad. La gente del Programa en su facultad, recientemente creado en ese momento, gestionó los recursos para que ella pudiera concurrir en vehículo a sus cursos.
Dos sordas, dos estrategias
A continuación te presentamos dos testimonios. Se trata de dos mujeres con sordera que encararon respuestas diferentes ante su problema. La primera, Beatriz, se comunica con lenguaje de señas. La segunda, Carolina, aprendió a modular y habla.
Beatriz es docente en la Facultad de Educación. Dudó en venir a la Jornada: no le habían asegurado que hubiera un intérprete (una persona que traduzca la lengua oral a lenguaje de señas y viceversa). Sin él, la comunicación es casi imposible para ella en ámbitos públicos. Afortunadamente, la intérprete estuvo presente toda la jornada. Beatriz comentó que intentó tomar cursos de teatro. Le dijeron: “Los sordos no pueden hacer teatro”. Finalmente, superó el “no se puede” y se recibió de docente en Educación. Expresó su pedido de que se incremente el número de intérpretes en nuestra sociedad.
Carolina es hipoacúsica. Es decir, tiene muy baja audición, problema que palia parcialmente con audífonos. Al no ser completamente sorda, le fue posible aprender a modular en lenguaje oral. Y habla muy bien. Estudia Artes Visuales. Comentó que al comienzo los profesores no lograban entenderle; con el tiempo, fueron habituándose a su estilo. Sus compañeros siempre la apoyaron. Su gran problema, comenta, son los exámenes escritos: “Me cuesta entender las preguntas escritas. Estoy acostumbrada al lenguaje oral”, ilustró. Dijo, como cierre: “Espero recibirme, estar orgullosa de que valió el sacrificio, y que los demás estén orgullosos también”.
Final abierto
Terminamos, por ahora, esta saga de notas sobre la relación entre las personas que hacen cosas por los discapacitados y los mismos protagonistas, en la UNCuyo. Intentamos conocer qué hace la institución, por un lado (ahí estamos nosotros, como Secretaría de Bienestar Universitario). Por otra parte, tratamos de saber qué necesitan y qué ofrecen los discapacitados. No agotamos el tema: dentro de algunas semanas volveremos. Tenemos muchos que hacer, aún.
Germán Darío Fernández
Para ¡en contActO!, boletín de la Secretaría de Bienestar Universitario
UNCuyo – 2007
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