Carlos La Rosa, en su columna de ayer en esta página en recuerdo de Luis Triviño, dice sobre el intelectual fallecido el miércoles, que fue “un universitario en serio".
A lo largo de la larga amistad con Luis, pude corroborar esa afirmación. Él no estaba encerrado en su disciplina antropológica sino que, por el contrario, estaba abierto a lo interdisciplinario, a lo transdisciplinario, al conocimiento de síntesis u holístico. De allí su excepcional capacidad para ser rector de la Universidad Nacional de Cuyo en 1985 y siguientes.
Gracias a esa amplitud de visión pude traer a Mendoza al gran psiquiatra vienés, Viktor Frankl, en 1986.
Cuando yo inicié el trámite en la Facultad de Ciencias Médicas para que la UNC otorgara a Frankl el título de Doctor Honoris Causa, nadie conocía la importancia del propuesto. Sin embargo, el rector Triviño sí lo sabía y me apoyó incondicionalmente. Así, al año siguiente, él mismo, como Rector, entregó en sus manos el título mencionado al visitante ilustre.
A partir de entonces iniciamos una gran colaboración interdisciplinaria enriqueciendo él mismo la doctrina del vienés, planteando el tema de los valores desde el enfoque sociológico. Pero aparte de la amplitud de sus conocimientos y de su permanente presencia en el nivel universitario, también aportó en el nivel secundario. Sin embargo, un aspecto a destacar era su permanente disposición a colaborar con diversos grupos e instituciones en una verdadera extensión universitaria, convirtiéndose en lo que Adler llamaba un “maestro social”.
Nuestro último encuentro, hace pocas semanas fue más de tipo metafísico. Me obsequió su reciente libro sobre ateísmo. Le recordé entonces lo que decía la filósofa francesa Simone Weil sobre el “ateísmo purificador”, y le obsequié el libro “El Dios Vivo”, de Mario Berta, presidente de la Sociedad Uruguaya de Logoterapia. Acá tuvimos dos enfoques distintos: él desde lo sociológico y Berta desde el análisis existencial. Dr. Omar Lazarte, profesor de Psicología Médica de la UNCuyo.