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Machismo en el lenguaje y la invisibilización de la mujer

Es en la sociedad y a través de su organización que la palabra deja de ser neutral y se convierte en ideológica al ser utilizada por un discurso político, artístico, religioso y pasa a constituirse en el discurso interno o pensamiento de todo individuo.

Sabemos que es a través del lenguaje  que las personas no sólo nos comunicamos, y, por tanto, nos relacionamos, sino que también es a través de él que se transmiten significaciones que representan a la realidad y que al mismo tiempo la construye. En ese construir se ponen en juego luchas de poder que intentan imponer un modo de ver e interpretar la realidad. Por tanto, esta realidad de la que hablamos no es neutral ni natural, es ideológica. Por ello, al decir de Bajtin, donde hay signo hay ideología. Es en la sociedad y a través de su organización que la palabra deja de ser neutral y se convierte en ideológica al ser utilizada por un discurso político, artístico, religioso, etc. Y pasa a constituirse en  el discurso interno o pensamiento de todo individuo.

Encontramos que en el leguaje hay una sobre valoración de lo masculino y, por tanto, una desvalorización de lo femenino hasta su invisibiliación.

Alda Facio en, El derecho como producto del patriarcado dice que: “Una de las principales características de una cultura masculina es que es androcéntrica, quiere decir, centrada en el hombre (...) toma al hombre / varón como medida de todas las cosas, como modelo, prototipo o paradigma de ser humano. Pero esta perspectiva no es sentida como una perspectiva masculina sino como una ‘no-perspectiva’, como un hecho totalmente objetivo, universal e  imparcial (...)  En virtud del androcentrismo, los resultados de las investigaciones, observaciones y experiencias que tomaron al hombre  como central a la experiencia humana, son tomados como válidos para la generalidad de los seres humanos, tanto hombres como mujeres;  El androcentrismo subyace no solamente en el lenguaje sino también  en las investigaciones científicas, en la historia, se nos aparece en el cine, en la televisión, más aún en los comerciales. Existe en el imaginario popular, en nuestra relación con lo divino, etc.

Existen múltiples ejemplos que ilustran esta situación. En el imaginario colectivo a través de refranes, valorizaciones degradantes hacia la mujer inscriptas en algunas palabras como por ejemplo

Zorro: Espadachín Justiciero

Zorra: Puta

Hombrezuelo: Hombrecillo, mínimo, pequeño

Mujerzuela: Puta

 Hombre público: Personaje prominente. Funcionario público.

Mujer pública: Puta

 DIOS: Creador del universo y cuya divinidad se transmitió a su hijo varón por línea paterna.

DIOSA: Ser mitológico de culturas supersticiosas, obsoletas y olvidadas

DON JUAN: Hombre en todo su sentido.

DOÑA JUANA: La mujer de la limpieza

Existen muchas más. ¿Esto quiere decir que las mujeres no hemos participado en la construcción de nuestras sociedades? No, continuando con el artículo de Alda Facio, ella dice que: se habla de una cultura masculina en el sentido de que son los valores masculinos los que dominan y predominan en ella y no en el sentido de que las mujeres no hayamos hecho nada a lo largo de la existencia de la humanidad.

Ivana Ilardo

iilardo@lab.cricyt.edu.ar

Departamento de Sociedad y Movimientos Sociales

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