Al comienzo, problemas
Los becados destacan como positivo el hecho de haber estudiado en escuelas albergue, porque encuentran que allí se forman en valores de convivencia, de tolerancia, de respeto por los demás. La prueba, es que son todos muy compañeros entre ellos, sostiene Carla Rosales.
Todos se socializaron, se educaron –en la escuela, en la casa, en el pueblo– sin pensar en ser estudiantes universitarios.
–Yo no pensaba estudiar, hasta que la Universidad me lo ofreció. Quería, pero no tenía recursos –afirma Valeria Guaquinchay, huarpe.
Por ello, les resulta muy difícil de repente ejercer ese rol de universitarios. Eso se notó el primer año de la experiencia, en 2003. Esta situación explica en parte por qué fue necesario reforzar la preparación para el ingreso en 2004. Los diez estudiantes de ese año siguiente pudieron finalmente dar ese paso, y aún son estudiantes.
Ese 2004, se incorporó un curso de comprensión lectora. En 2005 ellos mismos pidieron mayor cantidad de actividades. Se incorporó Historia Argentina, sumamente reclamada. “Eso tiene que ver con el tema de la identidad, muy fuerte en los huarpes”, dice Carla. Además, se mejoró la actuación de los llamados “Alumnos tutores”: estudiantes que ayudan a los estudiantes de zonas rurales.
Ir al campo
Y si casi ninguno de los jóvenes de escuelas-albergue se había imaginado a sí mismo como estudiante universitario, ¿qué los hizo cambiar de proyecto? Ellos lo dicen: se plantearon ser universitarios cuando llegó gente de la universidad, a través de la Secretaría de Bienestar Universitario, con una propuesta concreta, y con la posibilidad de becas. Trabajadores de Acción Social lograron para ello, a fines de 2005, mejorar la comunicación con los pueblos rurales: se reunieron con directores de escuelas, fueron a la casa los chicos, en puestos lejanos, a hablar con los padres…
Entonces, hay dos flancos de trabajo con las comunidades. Por un lado, el social. Por el otro, el académico. En 2006, se mejoró aún más este punto. Junto a la Secretaría Académica, se elaboró un plan de materias y se fijaron pautas de aprendizaje. Ahora, los quince chicos que provienen de escuelas-albergue cursan de mañana las siguientes materias: comprensión lectora, resolución de problemas, lengua y redacción e historia argentina; además, reciben apoyo vocacional, para ayudarles a elegir la carrera. Por la tarde, se completa una formación que pretende ser integral: tienen actividades con profesores de educación física, de música y de teatro. Asimismo, se reúnen semanalmente en un taller de encuentro, con gente de Acción Social, y mensualmente con los docentes del programa, para comentar sus impresiones y saber cómo les va a los otros miembros del grupo.
–Me asustó la grandeza de la universidad. Y el modo de estudiar. Acá hace falta exigencia, exactitud… En el secundario vos podías “versear”. Y si andabas por ahí, el profesor te aprobaba –comenta Mauricio Bazán, paceño.
Germán Fernández
Para ¡en contActO!, boletín de la Secretaría de Bienestar Universitario
2006
(Continuará la semana próxima)