El consumo energético de manera eficiente y sostenible es un tema que moviliza a la Universidad Nacional de Cuyo. Por ello, su Consejo Superior aprobó un programa para la gestión de la energía que maximice el uso del recurso sin resentir el funcionamiento de los diferentes edificios y sus actividades.
La iniciativa contempla el estudio de los costos de contratación, el desarrollo de capacitaciones en técnicas de gestión de la energía y la puesta en marcha de una campaña permanente para toda la comunidad sobre el uso racional del recurso.
Ante la inquietud y la demanda de autoridades de las facultades, el equipo técnico de la Coordinación de Infraestructura, Mantenimiento y Servicios (CIMS) trabajó fuertemente en esta propuesta que "permite institucionalizar el tema de la energía y trasladarlo a la CIMS como organismo para revisar y proponer mejoras”, explicó la arquitecta Paula Cepparo, quien lidera esta área de la Secretaría de Gestión Económica y de Servicios.
Consolidada como organismo de referencia, y compuesta por un equipo técnico interdisciplinario, la CIMS cumplirá el rol de administrador energético general del campus, pero cada unidad académica tendrá el suyo propio.
Un poco de contexto
Esta Coordinación ya venía trabajando codo a codo con el Área de Sostenibilidad, principalmente, para medir la huella de carbono. La primera experiencia —aplicada en un evento internacional— consistió en una medición comparativa entre universidades propuesta por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), para saber en qué situación ambiental se encontraban (iniciativa que condujo la arquitecta Carla Ciccarelli, integrante de la CIMS).
“Ahí detectamos un problema vinculado con la medición de energía. O sea, no se identifica un medidor por cada edificio. Entonces no podemos saber cuánto gasta cada uno de esos edificios, lo que es un tema que hay que atacar de alguna manera”, aseguró Cepparo.
“A principios de año, cuando subieron las tarifas energéticas, los decanos nos pidieron ayuda y por eso propusimos armar este programa. La idea es analizar los distintos edificios para ver cómo mejorar su eficiencia energética”, dijo la coordinadora, quien recordó que algunas son construcciones de más de 50 años de antigüedad.
Otros detalles
La primera etapa del programa consiste en armar un diagnóstico, porque a partir del cálculo de la huella de carbono se conoció que algunos consumos se pueden medir, pero otros no. Entonces, lo prioritario es saber qué consume cada edificio.
Para ir en esa dirección, la CIMS trabajó con la Secretaría de Transformación Digital (STxD) el tema de los medidores digitales: “Necesitamos que nos ayuden a identificar qué sistema sería el que más nos conviene, porque son variados y caros”, indicó Cepparo.
Como el estudio de la huella de carbono comenzó con la Facultad de Derecho, —donde la CIMS tiene que hacer el diagnóstico y el plan de mitigación— se aprovechará este edificio para desarrollar la metodología del programa que se aplicará al resto del campus.
Teniendo en cuenta que el consumo de la energía es muy dinámico, hasta el momento, lo que se hizo fue revisar todos los números de identificación (NIC) de la Universidad para la recontratación de las potencias y, de esta forma, evitar el pago de multas.
La labor de la CIMS
En línea con el uso racional de los espacios, esta Coordinación también hace propuestas arquitectónicas a las unidades académicas, que luego pueden ser incluidas en el Plan de Obras de la Universidad.
En ese sentido, trabaja articuladamente con los Institutos de Ciencias Ambientales (ICA) y de Energía (IDE). Incluso ya se armó un grupo de sostenibilidad compuesto por tres arquitectas, un licenciado en Higiene y Seguridad y un licenciado en Ambiente.