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Memorias del paraíso

EL CIELITO (Argentina-Francia, 2004)   Dir.: María Victoria Menis Intérpretes: Leonardo Ramírez, Rodrigo Silva, Darío Levy, Mónica Lairana. En El cielito Menis combina una mirada que rescata los lazos de amor y solidaridad que son posibles donde quiera con una punzante denuncia del abandono de los marginados.   Por Marcela Raggio  

06 de septiembre de 2005, 10:48.

Con un tono que sugiere la tristeza más que mostrarla en toda su desnudez; con una mirada que deja entrever apenas el dolor de los personajes, pero que despliega toda la pantalla en las reverberaciones que sus sentimientos tienen en el paisaje, María Victoria Menis logra un acabado film en el que el lugar es más que un entorno: es la aspiración, el ensueño y la inalcanzable posibilidad de algo mejor, del cielo ?el cielito, porque es solamente en diminutivo como puede ser construido.

Es Félix, el joven que llega en tren una mañana, quien siempre está en busca de ese espacio que tal vez nadie le prometió, pero que él intuye puede ser alcanzado. El ?cielito?de Félix se construye de a retazos de memoria (la abuela, la infancia), de paisaje (el campo, el trabajo entre los frutales), pero sobre todo, de la relación que poco a poco va creciendo entre él y el pequeño Chango. De ahí que el título del film resulte tan apropiado: no es ?el cielo?, algo grande e inalcanzable para un ser marginado como Félix, sino El cielito, un reducto que pareciera, a pesar del entorno, ser posible acá nomás, a la vuelta.

Y es que si el espectador vislumbra que el pasado de Félix, hasta el momento mismo de saltar del tren, ha sido duro, injusto, como con todos los excluidos, de todas maneras las luminosas imágenes del recuerdo de la niñez dejan adivinar algunos momentos felices. En cambio, el entorno supuestamente apacible del campo y las tareas de la chacra, que podrían ser un lazo de unión con arcaicos modos de vida, están preñados de una violencia que apenas si llega a estallar en la imagen, pero que sí marcan el tono cada vez más oscuro de la narración.

Junto con ese cielito de los recuerdos de Félix, surge otro más, el que intentará crearse para sí y para Chango, en quien puede que vea su propia imagen de niño. Y es aquí donde se termina de comprender el alcance del ?cielito?: no se trata de un lugar físico, sino de un estado del alma: las memorias de Félix, el campo ?mientras es posible encontrar momentos de paz-, y cuando esto ya no ocurre, también la ciudad ?la megápolis donde los seres son anónimos, duros, egoístas.

Menis combina una mirada que rescata los lazos de amor y solidaridad que son posibles donde quiera, y una punzante denuncia del abandono de los marginados ?una denuncia que nos implica a todos. La última imagen que ve Félix ?y que compartimos por el impúdico ojo de la cámara- es una vez más el cielito de los recuerdos, el de la infancia, el que él vivió y quiso, hasta el final, recrear para Chango. Los silencios, las intuiciones y las miradas de sus personajes dejan en claro que es probable que tanta violencia ?de adentro, de afuera, del campo, de la ciudad, de este mundo que nos rodea, en fin- sea lo que ha puesto fin a la posibilidad de realizar, ya que no de imaginar, el cielito de cada día.

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