Por primera vez, la Universidad Nacional de Rosario respetará la identidad de una alumna trans.
El día de la inscripción a la carrera de enfermería, Camila fue a la Universidad Nacional de Rosario con ese DNI que no dice Camila y, luego de hacer la fila, hizo la misma pregunta de siempre:
–¿Me tengo que inscribir con el nombre que figura en mi documento?
–Claro –respondió la empleada y, al tomar el documento con sus manos y hacer la comprobación de rigor, la miró un poco confundida–: ¿Pero este DNI de quién es?
–Soy yo –dijo ella, acostumbrada a convivir con ese otro yo que vive en los papeles.
–Ah, disculpame –entendió finalmente la empleada–. Sí, tenés que poner ese nombre.
“Ese nombre” la persigue desde que ella se dio cuenta de quién era y la tinta azul del viejo documento, insensible a la realidad que vive fuera de los reglamentos, no aceptó ser borrada.
“No tengo ningún conflicto porque un papel más me trate como dice el DNI, pero cuando me llaman así en público, en mi presencia, me resulta muy angustiante”, dice Camila y cuenta que el primer día de clases del curso introductorio a la carrera estaba nerviosa, pensando en lo que pasaría cuando la tutora pasara lista. Entonces, se sentó bien cerca y fue controlando, nombre por nombre, hasta llegar a ese que, dice la ley, es el suyo. “Soy yo”, le dijo rápidamente a la tutora antes de que lo pronunciara en voz alta. La tutora ya se había dado cuenta y le evitó el mal momento. Luego le dijo que no se preocupara, que con ella no habría problemas.
Entusiasmada por esa primera victoria, Camila fue a la Secretaría de Políticas Estudiantiles de la facultad y planteó formalmente que no quería ser llamada con ese nombre. Dijo que aceptaba que apareciera en los papeles, pero pidió que al pasar lista o dirigirse a ella la llamaran Camila, o bien usaran sólo su apellido. Para su sorpresa, la persona que la atendió agarró su “cuponera” y la corrigió a mano: ahora tenía un pedazo de papel con su nombre de verdad. Durante el resto del curso de ingreso, Camila pudo llamarse Camila.
Aprobó, con nueve. Ahora, la Universidad Nacional de Rosario (UNR) aceptó buscar una solución dentro de los márgenes de la ley para garantizar que esta estudiante de enfermería de 29 años sea tratada por su nombre y respetada en su identidad en las aulas de la Facultad de Medicina. “En los cursillos previos al ingreso ya figuró con su nombre elegido y la han tratado muy bien. Además, la facultad se comprometió a adoptar esta modalidad. Ya habíamos tenido casos de transexuales que en los listados figuraban con el nombre de sus DNI, y realmente es muy fuerte que las llamen así cada vez que pasan lista”, dijo a medios locales la coordinadora del Programa Universitario de Diversidad Sexual de la UNR, la antropóloga Violeta Jardon.
ACCESIBILIDAD O EXPULSIÓN. “Que Camila pueda estudiar y sea llamada por su nombre significa un avance sustantivo en la calidad del ejercicio ciudadano para ella y para todas las personas trans. Cotidianamente, ejercemos como sociedad una discriminación hacia las personas trans. La negación del nombre es la negación de ellas mismas como personas y como ciudadanas, refuerza los estigmas y prejuicios y profundiza la exclusión social”, opinó Esteban Paulón, activista gay rosarino y dirigente de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans. Paulón adelantó a Crítica de la Argentina que en las próximas semanas se presentará un proyecto en la Legislatura de Santa Fe para garantizar el tratamiento con el nombre elegido por las personas trans en todos los ámbitos del Estado provincial, tal como ya sucede en Rosario.
Para la directora del Área de Diversidad Sexual de la Municipalidad de Rosario, Noelia Casati, “uno de los obstáculos en la accesibilidad a la educación es la discriminación, así como la falta de dinero. Por eso rescatamos la buena disposición de la Facultad de Medicina de la UNR. Sabemos que ocurre en otros espacios también, pero es necesario repensar los criterios de accesibilidad-expulsividad que se sostienen. De allí surge la propuesta con respecto al nombre elegido, ahora dentro del ámbito académico”. La funcionaria viene acompañando a Camila desde 2007, a través de la campaña de inclusión social de travestis y transexuales que lleva adelante el gobierno socialista. El municipio ayuda a las que lo solicitan a iniciar los tratamientos hormonales, les brinda asistencia jurídica y las apoya para que conquisten “el empoderamiento subjetivo”. Por eso, cuando Camila planteó que quería estudiar en la universidad, la acompañaron en su reclamo para que fuera reconocida en su identidad.
“Elevamos un pedido para que se reconozca su nombre e hicimos participar al Programa Universitario de la Diversidad Sexual, dependiente de la Universidad Nacional de Rosario, con el que ya veníamos haciendo acciones conjuntas. Por otra parte, compartimos nuestra experiencia: en todas las dependencias municipales las personas trans son tratadas con el nombre elegido. Entendemos que hay instancias administrativas que no se pueden modificar si no cambian las leyes nacionales, como es el caso del título, y otros documentos, pero al menos, dentro de un circuito interno, sí se puede garantizar un trato respetuoso de su identidad”, explicó Casati a este diario.
LA CALLE O LAS AULAS. “Es lamentable que gran parte de la sociedad considere que la única ocupación posible de una travesti es la prostitución. Yo tuve la posibilidad de irme a Europa a ganar 100 euros cada 20 minutos, pero elegí el sacrificio de trabajar en una peluquería en Pérez, que queda a 45 minutos de Rosario, y además de eso elegí estudiar. Me gustaría dedicarme por completo al estudio, pero necesito trabajar para sobrevivir. A mí me enorgullece saber que con optimismo y mucho esfuerzo logro mis metas independientemente de lo que muchos piensen”, dice Camila.
–Luego de haber conseguido que te traten por tu nombre en la universidad, ¿qué falta ahora?
–¡Cuánto falta! Los pasos no son muchos, pero el Estado debería agilizarlos, para evitar estas encrucijadas. El paso siguiente debería ser el cambio de DNI, y para eso vengo recorriendo un largo camino, con el apoyo del municipio y de la asociación Vox, pero el final dependerá de la decisión de un juez. Sin embargo, hoy a mí lo que más me importa no es el papel sino la necesidad de operarme, no para “cambiar de sexo”, como dicen, sino para afirmar mi sexo y ser definitivamente una mujer. Para eso estoy haciendo los tratamientos hormonales con los médicos del municipio.
Camila recuerda que muchos de los problemas por los que ella tuvo que atravesar se podrían solucionar si se aprobara el “magnífico” proyecto de Ley de Identidad de Género presentado por la diputada Silvia Augsburger junto a legisladores y legisladoras de diversos bloques políticos. Esa ley permitiría a las personas trans la rectificación de sus datos de registro y el acceso a un DNI con sus nombres, evitando los interminables procesos judiciales a los que deben someterse actualmente para que el Estado reconozca que se llaman como se llaman.
Hace unos años, otra estudiante trans que llegó a segundo año de la carrera de Medicina en la UNR decidió finalmente abandonar sus estudios por la angustia que le causaba ser llamada con nombre de varón. Ahora, al enterarse de lo conseguido por Camila, se anotó en enfermería y volverá a las aulas.