Los retardadores del fuego bromados (BFRs) son un tipo de contaminantes del ambiente, según quedó establecido en la convención de Estocolmo de 2001 sobre contaminantes orgánicos persistentes (COPs). Se trata de compuestos químicos incorporados en materiales poliméricos (plásticos) a los efectos de retardar y/o inhibir el inicio y desarrollo de las llamas. Estas sustancias suelen utilizarse en materiales como la electrónica (cables, circuitos electrónicos, etc.), el transporte (butaca, tablero, etc.), textiles y electrodomésticos.
Durante la vida útil del plástico con el que se fabrican computadoras, televisores y otros electrodomésticos, pero también en tableros de automóviles o cabinas de aeronaves, cortinados, sillones y hasta algunos tipos de almohadas de gomaespuma, estos compuestos se van liberando al ambiente, sobre todo durante los procesos de combustión, es decir cuando entran en contacto con una fuente de calor. “A medida que el material combustiona, estos compuestos estabilizan a los radicales libres que se generan durante el proceso de combustión y hacen que el fuego no se propague. Actúan antes del inicio de la llama, por eso son retardantes de la llama, no matafuegos”, aclara Belén Lana, doctora en Biología y parte de un equipo de investigadores de la UNCuyo-CONICET que realizó las primeras mediciones de estos compuestos en cauces de agua, sedimentos y el aire de la provincia de Mendoza.
El estudio arrojó que existen estos contaminantes en el ambiente mendocino, aunque en muy bajas proporciones que no representan un riesgo inmediato para el ser humano. Sin embargo, llama la atención su presencia ya que la provincia no es una fuente industrial de estos compuestos. “Es un alerta porque los tenemos presentes”, reconoce Lana, y agrega: “El estudio apunta a saber dónde estamos parados: cuánto tenemos, qué tenemos y dónde, e iría a cumplir con el compromiso que tomó Argentina al adherirse al convenio de Estocolmo. De ahí a generar una legislación falta un gran paso”.
El grupo de investigación, integrado además por Jorgelina Altamirano (directora), Néstor Ciocco, Paula Berton y Juan Manuel Ríos, empezó a planificar el monitoreo en 2007 y fue el primero del país en estudiar estos contaminantes. “Químicamente son muy parecidos a los Bifenilos Policlorados (PCB), comúnmente conocidos como los aceites de transformadores, por lo tanto producen los mismos efectos en el ser humano como alergia e hipersensibilidad, cáncer, daño al sistema nervioso central y periférico, desórdenes reproductivos y alteraciones en el sistema inmune, como así también son considerados disruptores endocrinos. Los BFRs ya han sido prohibidos a nivel mundial, pero aun hoy no están siendo regulados por ninguna normativa en el país”, alerta Lana.
Los investigadores hicieron desde 2010 mediciones en distintas matrices ambientales: agua, aire y sedimentos (también en matrices biológicas de la Antártida, donde también detectaron presencia de estos contaminantes). Y actualmente están haciendo lo mismo en peces de la fauna provincial. “Estudiamos toda la cuenca del Río Mendoza, desde la Cordillera hasta el departamento de Lavalle. Muestreamos ríos, canales y acequias y los encontramos pero en muy bajas concentraciones. Esto porque estos compuestos son lipofílicos, se asocian a las grasas. También se puede decir que son compuestos hidrofóbicos, repelen al agua. Entonces es muy difícil encontrarlos en matrices acuosas”, explica la entrevistada.
Los PBDE se liberan al ambiente por combustión, se transportan a través del aire y se van depositando en los distintos sistemas: acuático, donde tienden a acumularse en el sedimento e ingresan a la cadena trófica (alimentaria) a través de los organismos que viven allí. Eso a su vez se va biomagnificando a través de toda la cadena trófica hasta llegar al ser humano. “También muestreamos en sedimentos en la cuenca norte del río Mendoza, en el dique Potrerillos y en El Carrizal y encontramos pero en bajas concentraciones. Hay que tener en cuenta que Mendoza no es una zona industrializada por lo que es normal que los niveles sean bajos”, aclara Lana. El monitoreo, cabe recordar, también incluyó el aire en la cuenca norte del río Mendoza, donde los PBDE aparecieron en las mismas bajas concentraciones. “Pero están”, insiste la investigadora.
¿Cómo llegan estos compuestos a nuestros sistemas naturales? Existen varias teorías, detalla Lana. Se generan en países industrializados o en las zonas más calientes del planeta, la franja tropical. Una vez que estos compuestos son liberados al ambiente, viajan a través de las masas de aire hacia las latitudes más altas del planeta y se van depositando o revolatilizando en numerosos ciclos. En las latitudes altas, al haber menor temperatura, se condensan y se depositan. “Nosotros, al tener un cordón montañoso como la Cordillera de los Andes, las masas de aire fría condensan estos compuestos -explica Lana-. Lo poco que hay en nuestra región, o en la Antártida, suponemos que está ingresando de esta manera”.
Los investigadores, pese a las bajas concentraciones de contaminación por retardadores del fuego que detectaron, insisten en que es necesario prohibir su producción. “Hay un proyecto de ley pero solamente para prohibir el ingreso de aquellos productos electrónicos que contengan esta sustancia”, dice Lana, y cierra: “Sabemos que hay industrias en el país, en la provincia de Buenos Aires, que los están utilizando en sus polímeros”.