La Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) cerró el 2023 con un total de 2.397 mujeres dedicándose a la ciencia —entre ellas, hay investigadoras, personal técnico y becarias—. Hacer visible el impacto de esta labor en el desarrollo sostenible y justo de la sociedad, es el motivo que lleva a la casa de estudios a celebrar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Lo hace cada 11 de febrero, desde el 2015, por iniciativa de la UNESCO y ONU-Mujeres para promover el acceso y la participación plenos y equitativos en la ciencia para mujeres y niñas.
Para la máxima autoridad en ciencia de la UNCUYO, la secretaria Teresa Damiani, esta fecha permite "inspirar a otras mujeres y niñas a elegir la carrera científica como medio de vida y opción laboral".
Damiani considera que también sirve para visibilizar las dificultades, los miedos, las inequidades que tienen que enfrentar cuando transitan una carrera elegida tradicionalmente por hombres. De cara al futuro, advierte que queda mucho por hacer, principalmente en el área de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), donde sólo el 25 por ciento de la población estudiantil son mujeres: “Estas disciplinas son las que mayor demanda laboral tendrán, con mejores salarios y mayores oportunidades de desarrollo”.
Las hacedoras de ciencia
Según datos de la secretaría que Damiani dirige —Investigación, Internacionales y Posgrado (SIIP)—, en los últimos cinco años, el número de investigadoras creció un 65 por ciento, pasando de 803 a 1330. Además de estas científicas, en los equipos se desempeñan otras mujeres que cumplen funciones de personal técnico y becarias. La suma de todas ellas, durante el mismo período, también arroja un incremento del 56 por ciento, pasando de 1535 a 2397 mujeres. La labor que desarrollan algunas de ellas puede conocerse en el repositorio audiovisual, una herramienta que va reuniendo las investigaciones que lleva adelante la Universidad.
En contexto de esta fecha, donde se reivindica la igualdad de oportunidades en el campo científico, tres investigadoras de la UNCUYO relatan el sentido y la importancia de ser mujeres de la ciencia. Hablan del campo de estudio en el que investigan, de cómo la universidad pública aporta al desarrollo de la ciencia, del papel que tienen en la construcción del conocimiento y de la necesidad de que muchas más hagan carrera científica.
En primera persona
Nadia Bannoud
Es docente investigadora de la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) y recientemente ingresó como científica al Instituto de Histología y Embriología de Mendoza (IHEM, UNCUYO-CONICET). Su área de investigación es la Oncoinmunología y la Glicobiología, principalmente orientada a la búsqueda de mecanismos celulares que permitan entender y explicar diversos procesos fisiopatológicos, como por ejemplo, el cáncer y las enfermedades de base inflamatoria. “Si bien soy médica de profesión —aclara—, decidí dedicarme a la ciencia justamente porque me motiva mucho generar preguntas y buscar respuestas”.
Nadia empezó a incursionar en este mundo porque se sintió interpelada con la manera en la que muchos científicos habían logrado grandes descubrimientos, descubrimientos que, en muchos casos, cambiaron la historia de la humanidad.
“Sentí que mi lugar estaba allí, en atender las demandas de la sociedad en términos de salud, mediante la generación de conocimiento”.
Desde su perspectiva, la universidad pública, gratuita y de calidad cumple un rol fundamental en este avance científico porque tiene que atender las necesidades de la sociedad: “Se debe a la sociedad que es la que hace posible su existencia, mediante sus aportes, y una de las maneras de atender esas demandas es mediante la investigación y el desarrollo”.
Y, aunque es sobrada la evidencia de los logros científicos, liderados o compartidos por las féminas, Nadia considera necesario "fomentar no sólo el acceso y la participación en la ciencia, sino también poder romper ese techo de cristal que impide que las mujeres podamos acceder a puestos jerárquicos, a lugares de toma de decisiones y de poder. Creo que en eso también tiene que estar nuestro compromiso como sociedad y como universidad".
Clarisa Alejandrino
Es docente e investigadora experta del Centro de Estudios de Residuos Sólidos (CEIRS) del Instituto de Medio Ambiente de la Facultad de Ingeniería (FING). Se dedica a investigar la incorporación de criterios de sostenibilidad y economía circular en organizaciones industriales.
La vocación científica de Clarisa coincidió con sus primeros pasos como estudiante universitaria. Por eso desde muy joven, y casi sin dudarlo, se incorporó al equipo de investigación del Centro.
"Desde que comencé mi carrera, me interesó buscar soluciones para los problemas de la ingeniería, particularmente, los problemas relacionados con medio ambiente".
Como egresada del Doctorado en Ingeniería de la UNCUYO, también entiende que el papel que juega la universidad pública en el desarrollo científico es muy fuerte: "El contacto que tiene con el medio socioproductivo la nutre mucho y le permite obtener resultados orientados a lo que la sociedad necesita. La ciencia también nutre a la universidad, y a los docentes, ya que les permite perfeccionarse y capacitarse, y esto los ayuda en su labor docente".
Y, si bien se muestra convencida de que los equipos de investigación deben tener diversidad de género, de edades, de carreras, porque permite que se encuentren soluciones y se aporten distintas perspectivas que mejoran los resultados, también sostiene que "todavía se debe reforzar que las mujeres, principalmente las mujeres jóvenes, las estudiantes, se incorporen al mundo científico y formen sus carreras como investigadoras, ya que todavía faltan", asegura.
Natalia Rizzo
Es docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) e investigadora de CONICET en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA). Allí desarrolla su objeto de estudio: las capacidades estatales, especialmente aquellas orientadas a la función pública, a la burocracia, y eso que se llama, a veces, servicio civil.
Una de las razones fundamentales por las que investiga este tema, es porque cree que puede colaborar para garantizar el rol de democrático y de igualdad que tiene que tener el Estado ante la sociedad.
Natalia está segura de que la universidad pública y el rol de la ciencia pública han sido fundamentales para pensar el desarrollo científico y tecnológico como un bien: “Un bien que puede ser un bien común, para beneficio de todo el país y toda la ciudadanía y no como una mercancía”.
“La ciencia pública y la universidad pública generan soberanía, generan riqueza. Atacarla y desfinanciarla es condenarnos a depender del desarrollo, científico y tecnológico de otros países”.
Para la cientista social, el rol de las mujeres en la ciencia ha estado históricamente más relegado, especialmente, en las áreas de las ciencias duras. Y si bien cree que es importante que haya más mujeres en la ciencia, también hace hincapié en que haya diferentes identidades de género: “Esa diversidad nos enriquece y también nos representa”.