En la actualidad muchos son los factores que desde diferentes movimientos se deben enfrentar ante los petrificados signos de una sociedad paternalista y conservadora como la nuestra. En esta batalla las mujeres, además de retar estos aspectos, debemos reprender las estadísticas que muy pocas veces alivian la lucha.
Según datos oficiales las mujeres conformamos la mayor parte de la población ceñida bajo de la línea de pobreza, mientras que en el trabajo siguen manifestándose disparidades incluso en la realización de la misma labor. En la vida cotidiana siguen apareciendo casos de violencia familiar, índices encabezados por la mujer; y en aspectos legales el debate sobre la legalización del aborto se mantiene pendiente, mientras casi el 40% del total de las muertes maternas en Argentina son a causa de complicaciones de abortos inducidos y realizados clandestinamente. Este y otros aspectos se encuentran en el seno de una lucha que se despliega política, social e históricamente en la conformación de un nuevo camino y nos anima a asumir un rol protagónico, más allá de los grupos, sin temor a hablar con voz propia, en plural y en femenino, en lo concerniente a la problemática de género.
Son numerosos los síntomas de cambio y adelanto observados en el recorrido de aparición y gesta de diferentes movimientos de mujeres que, con disímiles posturas, se embanderan por la misma causa. Con respecto a las grandes conquistas alcanzadas por muchas mujeres que desde diferentes sectores pelean por la eliminación de diferencias de género, nuestro papel en la construcción histórica política y social toma cada vez mayor relevancia; prueba de ello es el protagonismo adquirido por las mujeres trabajadoras, obreras y campesinas en toda Latinoamérica, en la toma de fábricas, huelgas, piquetes y demás indicios que detectan la creciente participación de las mujeres en ámbitos antaño dominados o adjudicados al ejercicio exclusivo de los hombres.
Uno de los hechos más importantes en la construcción de un marco de debate representativo de los tópicos que involucran a la mujer, viene realizándose desde hace 19 años en el Encuentro Nacional de Mujeres. Cada año diferentes movimientos de mujeres de todo el país se reúnen bajo la consigna de analizar y definir los lineamentos de grandes temas en torno a la problemática de la mujer en la actualidad, siendo cada vez más numerosa la cantidad de participantes: en el 2003 el encuentro realizado en la ciudad de Rosario, convocó a 13.000 mujeres.
Por otro lado, la creciente participación de la mujer en el escenario mundial ha sido en reiteradas oportunidades analizado por diferentes especialistas y el caso de Argentina parece destacarse. Según el prólogo de “Cómo las mujeres cambian la política”, de P. Bataille y F. Gaspard, es en nuestro país donde las mujeres tuvieron altos índices de representación en las primeras elecciones (1951, 1953 y 1955), los cuales no pudieron reproducirse hasta fines de siglo. Aunque la Argentina fuera el octavo país latinoamericano en dar el voto las mujeres, propiciaron esta avanzada la existencia desde principios del siglo XX de un movimiento feminista que contó con figuras de relieve como Cecilia Grierson, Julieta Lanteri Renshaw, la dirigente socialista Alicia Moreau de Justo y su compañera de militancia Sara Justo, por ejemplo.
Posteriormente, en 1947, la ley 13.010 que otorgara el voto a la mujer mostró, más allá de los resultados, la incipiente necesidad y capacidad de participación y ruptura hacia un orden masculinamente establecido. Los embates sufridos por la década infame y por algunos de sus rezagos hasta la actualidad no mermaron la lucha destacándose el resurgimiento del movimiento feminista aún dentro de los partidos tradicionales.
En 1991, a través de proyecto que recogió la propuesta formulada por mujeres radicales independientes, y que fuera presentado por Margarita Malharro de Torres, senadora radical por Mendoza, se aprobó con la ley 24.012 “Ley de cupo femenino”, por la que los partidos deben componer sus listas con al menos un 30% de mujeres y en posiciones que posibiliten su elección. Si bien esta ley se aplicó por primera vez en las elecciones legislativas de 1993, recién en 1999 se sobrepasó el número de diputadas de 1955.
Uno de los aspectos importantes en la emergencia de este paradigma de movimientos sociales, se debe a propiciar espacios donde el despliegue de diversos matices ideológicos y políticos, permitan avizorar los caminos en los que la conquista social se consolide a través de la participación y protagonismo de su pueblo sin distinción de clase ni género con el cuidado de que el presente que se construye se parezca al futuro que se sueña.
Andrea Cecilia Lamantia
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