Pareciera que para eso, nada sería mejor que recurrir a las soluciones que brinda la industria cultural y de entretenimiento, que tiene la agenda bien planeada para atrapar también a este jugoso y redituable “target”: los niños en vacaciones.
Y es que, como en años anteriores, en estas vacaciones la oferta de espectáculos infantiles es nuevamente muy amplia y variada. Y esto, aunque tenga algunos aspectos positivos, no hace más que contribuir a la “saturación sígnica” de la cual son víctimas también los niños.
Esto lo sufren no sólo porque durante el año están expuestos al permanente bombardeo de imágenes y mensajes audiovisuales, sino también porque esta sobreoferta de espectáculos infantiles, condensada en el tiempo que duran las vacaciones de julio, resulta prácticamente indigerible. Participar de esta inmanejable cantidad de opciones no permite las pausas necesarias para la reflexión, el análisis y la asimilación conciente de todos esos brillantes, coloridos y ruidosos estímulos que reciben los chicos.
Pero además, todo esto (las ultradivertidísimas vacaciones de invierno) se da precedido y sucedido de larguísimos periodos en los que las opciones culturales y de entretenimiento para los niños son prácticamente nulas (excluyo de la ecuación las horas en el ciber, frente a la tele o con los video juegos, claro está).
Sin (des) calificar el nivel y la calidad de algunas de las opciones para los chicos en estas vacaciones, sería interesante ponerse a pensar en los efectos que pueden tener en los niños estas avalanchas de entretenimiento.
Tal vez sería útil reflexionar sobre los mensajes que se les ofrecen a los chicos, cuáles y cuántos son, cómo los reciben, o hasta la posibilidad de una complementariedad o articulación con los contenidos que reciben en la escuela... Pero esto hacerlo considerando la posibilidad de idear un plan “integral”, que no esté sólo centrado en llenar los espacios de tiempo libre que dejan las vacaciones de invierno.
Y sobre todo, entender que esta es una tarea que deben llevar a cabo conjuntamente los creativos y artistas con los padres y los formadores. Porque ni los productores, ni quienes manejan la industria cultural tienen interés en hacerlo. No les conviene. Ellos sólo se preocupan por satisfacer las supuestas necesidades inmediatas, dejar contentos a padres y niños. Y por supuesto, lucrar con eso.
María Victoria Erice
mverice@yahoo.com