La premisa de "Nueve reinas" tiene que ver con una gran estafa de unas estampillas de la república de Weimar. Sin embargo, detrás de esta estafa, y a espaldas del estafador principal Marcos, existe otro plan para estafarlo a él y, a fin de cuentas, a los espectadores que no se lo esperan tampoco. Además de esto, la película se completa con tramas paralelas de la corrupción tanto individual como familiar, judicial, bancaria, nacional e internacional. En una entrevista, el director Fabián Bielinsky reconoce que en "Nueve reinas" se ha interpretado una “cierta decadencia moral real” sobre la Argentina actual; muchos espectadores le han comentado “Esto es lo que somos, qué mal que estamos.” Pero a Bielinsky le parece una exageración: “si la gente de un país se siente plenamente identificada en su ser nacional con dos estafadores, estamos jodidos. Y, sin embargo, la gente admite que hay algo de esto en nuestra idiosincrasia. Y, lo más curioso, es que he podido comprobar que gente de otras grandes urbes también se siente identificada con este sentimiento. Hay una cierta globalización del ‘sálvese quien pueda’” (www.clubcultura.com/clubcine/nuevereinas/nuevereinas2.htm).
Y en "Nueve reinas" se ve este recurso de supervivencia bajo la globalización. Por ejemplo, la primera escena de la película muestra una estación de servicio ESSO iluminada de noche. Uno de los personajes principales, Juan, está por entrar por la puerta adornada con una etiqueta AMEX. Es interesante la elección de la multinacional ESSO para esta escena en vez de una tiendita de barrio ya que Juan va a intentar estafar a la cajera. Aunque Juan es descubierto por el jefe de la ESSO, otro estafador en el mini-mercado, Marcos, se declara falsamente policía y lo lleva a la fuerza a Juan, cuando en realidad lo está salvando. Inmediatamente después, Marcos examina un chocolate que él mismo ha robado de la ESSO, y dice: “Crunchy, elaborado en Grecia. Este país se va a la mierda,” y tira el chocolate al suelo. Bajo este signo de lo descartable y de la falta de producción autóctona, los dos incómodamente, desconfiadamente, acuerdan trabajar juntos, o sea estafar a gente, “sólo por un día,” y empiezan a vagar por la ciudad. Según Jean Franco, en The Decline and Fall of the Lettered City, este tipo de “traición se hace sinónimo de la adaptabilidad. Tales sujetos nomádicos, vacíos de la ética y dedicados a la supervivencia a toda costa se han vuelto inteligibles en la era del capitalismo salvaje y el neoliberalismo” (Franco 246, traducción propia). Entonces, a falta de otras posibilidades, Marcos y Juan deciden trabar su propia producción – la delincuencia menor.
Además, agrega Franco, en las historias sobre crímenes en la cultura de la letra, el delincuente simboliza el derrumbe de la sociedad civil (222). Entonces las historias sobre delincuentes sirven como un “costumbrismo de la globalización,” pero al revés porque muestran que en todo el mundo (no sólo América Latina) los excluidos por la globalización y el neoliberalismo buscan sus propias formas de supervivencia. Además, “estas historias reflejan el horror de las clases medias mientras se colapsa todo su mundo cultural” (222) y se convierte en espacios anti-utópicos. De la misma manera, en Nueve reinas se ven diferencias llamativas entre ciertos espacios habitados, como las avenidas principales y las calles perpendiculares. Las principales están ocupadas y atestadas de transeúntes y negocios. Juan y Marcos, los dos pequeños estafadores al margen del éxito neoliberal se desvían de las avenidas principales con frecuencia, para meterse en las calles perpendiculares que son grises, decaídas, ausentes de personas y negocios. El banco que al final quiebra se encuentra en una calle principal, como si estuviera exponiendo la máscara cosmopolita del supuesto éxito neoliberal en Argentina. También se ve el otro lado del supuesto éxito neoliberal en una escena clave, cuando Marcos le enseña a Juan, y a los espectadores, los peligros y amenazas que existen en la calle porteña. Marcos dice “aquellos dos; aquél; están allí, pero no los ves. De eso se trata. Están allí y van a estar siempre. Así que guarda el auto, el maletín, la valija, la puerta, el culo, la espalda, cuida los ahorros.” No son simplemente “ladrones,” sino “chorros, descuidistas, abanicadores, mecheras, gárfios, culateros, gallos ciegos, boqueteros, arrebatadores, piqueros, mostazeros, filos.” Esta escena le deja al espectador muy inquieto, por lo que ve y no ve a la vez, y por tener que depender de un estafador para enterarse. Por esto, lo visual, incluyendo el género cinematográfico, también es parte integral del engaño en "Nueve reinas".
Además, su forma visual, aparentemente transparente, también cuestiona la noción misma de la transparencia, tanto visual como política, cuando uno cree ver, y sin embargo no ve la corrupción o la estafa hasta que sea demasiado tarde.
Pero quien ha hablado más de la relación entre la delincuencia y la identidad cultural en Argentina es Josefina Ludmer. En su estudio El cuerpo del delito, Ludmer afirma que el tipo de delincuencia que se observa en una determinada época puede revelar detalles sobre el estado, la política, la sociedad, los sujetos, la cultura y la literatura de esa época. Aunque el estudio de Ludmer trata la literatura, sólo hay un paso muy corto hasta el cine. Entonces, lo que vemos en Nueve reinas es un ámbito de estafadores y víctimas que co-existen con el “éxito” y el fracaso neoliberal global, y las múltiples formas de corrupción. Además, sostiene Ludmer, el delito en la literatura define una cultura: “para separarla de la no cultura y para marcar lo que la cultura excluye” (13). Así es el juego de identidades que se ve en la escena anterior donde Marcos le enseña los peligros de la calle a Juan. Marcos siempre dice “ellos son,” nunca se incluye a sí mismo como delincuente, y le advierte “cuida…” a Juan [y al espectador] como si éste fuera víctima susceptible, aunque Juan es pequeño estafador, también. En otras escenas Juan y Marcos muchas veces dicen “no soy un chorro,” o “no soy un ladrón.” Entonces, crean sus identidades alrededor del “no soy.” En este sentido, y como han captado muchos críticos, Nueve reinas parece burlarse de y condenar una cierta fama argentina de la viveza criolla.
Sin embargo, hay una crítica más global en "Nueve reinas". Según Jean Franco, en los relatos de la delincuencia en la era de la globalización, la identidad nacional es un chiste (Franco 228) precisamente porque los excluidos del supuesto éxito neoliberal no pueden tomar en serio las instituciones que han vendido las responsabilidades del estado a las injusticias del mercado global y privatizado. Esta crisis institucional se ve claramente en el siguiente intercambio entre los dos pequeños estafadores: Juan le pregunta a Marcos “¿A qué se dedica uno con una vocación como [cómplice]?” y Marcos responde irónico y rápidamente “¿Ministro?” De parecida manera, "Nueve reinas" parece encarar el lado “entretenido” de la corrupción cuando subraya y hace burla de la importancia finisecular de la máquina de destruir papeles; en la película, el rico español que tiene que abandonar el país por enriquecimiento ilícito está destruyendo impugnemente todos sus documentos mientras acuerda, verbalmente, la compra de las estampillas con Juan y Marcos. Finalmente, otro estafador, Washington, vestido de traje y portando un maletín (nombre y porte simbólicos, por supuesto), responde “Yo no soy un delincuente” a Marcos cuando éste le quiere comprar un arma. Sin embargo, en su maletín, entre otras cosas, lleva cheques domésticos e internacionales, personales y de caja, falsificados o robados, relojes y otros bienes del mercado negro. Más allá de la viveza criolla, son chistes e imágenes que se pueden entender en todas partes como signo de los tiempos, pero que en la Argentina cobraron una seriedad llamativa con el estallido de la crisis del 2001.
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22 de noviembre de 2024