Los sacerdotes católicos, padre Héctor Gimeno y padre Jorge Contreras, y el profesor Luis Triviño constituyeron tres ejemplos de vida que vale la pena recordar cuando se cumple un nuevo aniversario del golpe militar de 1976.
La dictadura trajo dolor, muerte, sometimiento económico y degradación social. Hubo muchos mendocinos que, a pesar de la persecución, se la jugaron por sus semejantes. Es bueno recordar a algunos de ellos para que sirvan de ejemplo a todas las generaciones.
Héctor Gimeno
El padre Gimeno se la jugó desde el primer momento por todos los detenidos en el Liceo Militar General Espejo. Su pastoral realizada en conjunto con monseñor Rey y su tarea de correo permitió a muchos comunicarse con sus familiares y amigos. Llevaba y traía mensajes, cartas y recuerdos que permitían mantener viva la esperanza.
Su palabra de aliento y de compromiso con todos, sin exclusiones, fue una luz en los días y meses oscuros de 1976. No se escondió bajo la comodidad del cargo de capellán sino que, al contrario de muchos en ese entonces, reemplazó el “algo habrán hecho” por el “no me importa por qué están acá” porque son todos merecedores del apoyo.
Jorge Contreras
La ejemplar trayectoria y figura carimástica del padre Contreras merece un reconocimiento por haber dedicado su vida a la lucha por cambiar la realidad de la exclusión y la pobreza, con el objeto de hacer efectiva la dignidad humana. Y por su íntimo compromiso asumido con los sectores más desprotegidos de la sociedad, trabajando en pos de la integración junto a los que más lo necesitan.
Fue un referente, sin duda, en la defensa de los derechos humanos con una convicción, fortaleza y coherencia inquebrantables. Su acción en Lavalle, en la Penitenciaría Provincial y en el barrio La Gloria estuvo siempre orientada a la promoción humana y a la lucha contra la injusticia.
Luis Triviño
El profesor Triviño tuvo un gran compromiso con los derechos humanos. Integró numerosos foros y comisiones que bregaron por la convivencia y contra la discriminación. Cuando asumió como decano normalizador de la Facultad de Ciencias Políticas y como rector de la Universidad Nacional de Cuyo posteriormente, demostró una gran amplitud de criterio y abrió las puertas de la Universidad a todos los prestigiosos docentes perseguidos por la dictadura.
Profundamente comprometido con la defensa de los derechos humanos hacia los perseguidos, los humillados y golpeados y los problemas sociales de Mendoza conformó equipos de trabajo para la resolución de temas relacionados con la seguridad, la pobreza y la política penitenciaria, los cuales lo convirtieron en un “maestro social”.