¿Qué hacemos con los apuntes? ¿Hay que hacer algo con los apuntes o en verdad no suponen un problema en el marco de otros muy significativos? Y si tienen algo de problemático, ¿de qué se trata? ¿Simplemente los demonizamos, para estar a tono con la indignación frente a lo vulgar, pre-sesentista, retórica e individualista, abierta en algunas zonas de la cultura? Las preguntas se habilitan porque, sobre todo en universidades masivas como la UBA (que poseen de cinco a diez veces menos presupuesto que otras similares de Brasil y México, por ejemplo), las bibliotecas están debilitadas y en desventaja ostentosa frente a las latinoamericanas mencionadas. En este contexto, la utilización de los apuntes está relacionada con la cantidad de estudiantes, cuestión que hace por lo menos problemática la consulta simultánea en biblioteca de selecciones de diez textos diferentes para 300 o más estudiantes. Concretamente, los llamados apuntes consisten en selecciones de fragmentos de textos, en la mayoría de los casos fotocopiados, que componen a criterio de una cátedra cuestiones relevantes para el desarrollo de un programa de estudios. De esta tarea se encargan las secretarías de publicaciones de los centros de estudiantes y comercios privados.
La masividad en la universidad no es incompatible con la calidad educativa, aunque el sentido común promovido por los especialistas en educación que construyeron los programas del Banco Mundial sostenga lo contrario. Claro que masividad más presupuesto exiguo y ausencia de políticas universitarias arman un mapa preocupante y, en el caso de una universidad con historia como la UBA, decadente. La masividad, aun en este contexto, no impide el uso del libro, como mostramos desde nuestra cátedra de Sociología General, en la que nos valemos de libros clásicos de la teoría social y de, por lo menos, tres obras de autores contemporáneos. Promovemos la relación con el libro, ubicándolo en la biblioteca si estuviere, en la red, o comprándolo. No me valdré del recurso retórico rápido de promover el robo de libros que el patetismo pequeñoburgués identifica como transgresión. A nuestros amigos libreros les compramos los libros. Y si alguien quiere transgredir en serio, que vaya y robe un banco.
No obstante, utilizamos también el recurso de los apuntes, porque los consideramos una herramienta pertinente que contribuye a nuestros objetivos de formación. Pero lo que resulta evidente para cualquiera es que el objeto real, si hay algo que no posee –para decirlo de una manera contundente y clara– es encanto. Por lo tanto, nuestra propuesta es encantar los apuntes y para eso invitamos a artistas visuales a hacer obras que acompañen el cuadernillo “La construcción del objeto”, de nuestra cátedra. Con los mínimos elementos (blanco y negro en papel A4), los artistas Diego Bugallo, Mariana Cerviño, Nadia Finck, Syd Krochmanly, Fernanda Laguna, Diego Melero, Pomarola Talk, Jorge Porcel de Peralta, Gustavo Ríos, Lucas Rozenmacher y Mariela Scafatti construirán cada uno una obra que será reproducida separando los distintos artículos del cuadernillo. Además, esas obras serán serigrafiadas y se pegarán 800 copias en las puertas, ventanas y paredes del aula. Será algo así como una clase-muestra “Por el encantamiento de los apuntes”, de la que participarán los artistas. Al finalizar la exhibición, las reproducciones serigrafiadas de las obras estarán a disposición de todos.
Este hecho artístico, con voluntad de reencantamiento y reconstitución de lazos en el mundo cultural, puede ser también una mínima expresión de la necesaria y significativa lucha político-cultural por reencontrar a la UBA en su implicación productiva con diferentes zonas de la ciencia y la cultura y, por tanto, con la fortaleza simbólica que le posibilite abordar las grandes cuestiones de la sociedad argentina.