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Opinión: Encontrando soluciones definitivas para nuestra sufrida patria

27 de marzo de 2009, 17:47.

Es hora de encontrar soluciones definitivas a un estado de cosas que no se tolera más. Los ciudadanos bien nacidos de este país no podemos soportar que este neopopulismo manipulador continúe apropiándose de la riqueza que legítimamente generamos.

Debemos encontrar una salida terminante que encauce definitivamente los destinos del país hacia el futuro que la gente decente de nuestra patria desea y merece. No podemos entonces seguir confiando en los burdos mecanismos electorales que el gobierno populista digita a discreción.

Sabemos, como bien se nos ha explicado recientemente, que las masas de excluidos son una especie de humanoides que, por el choripán y la cerveza, se movilizan por igual a manifestaciones o votaciones siguiendo irracionalmente las indicaciones gubernamentales.

¡Que no nos vengan con los discursos reivindicatorios de la fortaleza de la alternancia democrática a partir del veredicto soberano de las urnas! No nos engañan: sabemos que detrás de estos discursos se esconden los nostálgicos de otros pasados populistas que lo único que pretenden es manejar la caja del Estado a partir de su control demagógico de las extraviadas masas incultas.

Ni siquiera los medios de comunicación pueden expresarse libremente, toda vez que son censurados sistemáticamente por las autoridades electas en esta pseudo-democracia.

No, ya no esperamos más de ella. Si al menos se reconociera que nuestro voto tiene un valor diferencial frente al de los otros, aquellos que no nos quieren y que son llevados como ganado a apoyar las políticas que nos quitan nuestra legítima riqueza. Si esto fuera posible, tal vez aceptaríamos sentarnos a conversar sobre los procedimientos democráticos. Pero, hastiados de los abusos, planteamos nuestra propuesta.

Ha surgido luego de corroborar su validez en los pueblos y ciudades donde residen los verdaderos argentinos que van a luchar por una patria seria y pujante. Con este apoyo incondicional y convencidos de que es lo mejor para nuestra Nación, proponemos la suspensión inmediata y absoluta del mandato de toda la clase política que detenta cargos electos.

Nos basamos en la deslegitimación que éstos poseen, toda vez que su supuesta legitimidad proviene del voto cautivo que tienen sometido y engañado gracias al uso discrecional de los recursos que extraen de la riqueza que los argentinos de bien generamos.

Una vez concretada esta medida, y ante el clamor favorable que seguramente surgirá en apoyo a estas acciones, recurriremos a una dama -una verdadera dama- para que desde su sabiduría conduzca, con la mano férrea que necesitamos, los destinos de nuestro país.

Con su sapiencia, pero sobre todo con la sensibilidad con la que ha sabido engrandecer y enaltecer la cultura nacional durante tantos años. En efecto, nos referimos a Susana I, ella debe ser. Quien ha tenido el coraje de decir lo que todos queríamos decir y callábamos.

Ella tuvo el valor.

Dijo lo que todos queremos: el castigo que merecen los que se burlan de nosotros utilizando los vericuetos de garantías constitucionales y derechos humanos. No necesitaremos de congresos, cortes supremas, legislaturas o ministerios, ella sabrá determinar quiénes serán sus colaboradores más idóneos para la tarea. Algunos de ellos, siguiendo su ejemplar valentía, expresaron su apoyo a Susana I y deberían sin lugar a duda formar parte de su Corte.

Debemos reconocer que tenemos que presentar esta pequeña rectificación: algunos de los pertenecientes a la perimida y corrupta clase política actual son rescatables.

Ahí tenemos a nuestro admirado Mauricio, quien bien podría colaborar en puestos ejecutivos si Susana I lo acepta.

La, por qué no, condesa Lilita quien sabría asesorar a nuestra reina y coordinar los esfuerzos que Susana I seguramente va a definir para ayudar a aquellos pertenecientes al populacho que demuestren fehacientemente que no quieren lastimarnos. Debería Lilita reeditar el digno ejemplo de las damas caritativas de las primeras horas de nuestra patria y refundar la Sociedad de la Beneficencia.

Los fondos de esta nueva y revitalizada beneficencia provendrán de las generosas donaciones que harán nuestros sufridos hombres de campo cuando recuperen lo que les pertenece; es decir, cuando se hayan eliminado definitivamente las retenciones expoliatorias del populismo dictatorial.

Estamos seguros que con ellos, entre muchos más, la cosa pública será ordenada, se protegerá a los creadores de riqueza, cancelando todo gasto superfluo e innecesario en esas políticas que fomentan la ociosidad y la delincuencia.

Al mismo tiempo, y siguiendo la lúcida propuesta de nuestra reina Susana, dedicaremos parte de esos recursos que han estado por años fomentado la vagancia y el ocio, a la reinstalación definitiva del servicio militar obligatorio, recuperando ese ámbito de trabajo y disciplina que modeló a nuestros jóvenes para engrandecer a la Nación. Llevará tiempo, lo sabemos, tenemos que recuperarnos de los disolventes años de esta democracia corrupta.

Pero no debemos desesperarnos, dado que desde la renovada Sociedad de Beneficencia se cancelarán por completo las pecaminosas políticas de planificación familiar y educación sexual que los populistas han dirigido a nuestra desvariada juventud, dispondremos de una masiva cantidad de niños prestos a ser educados en la templanza y el respeto a los supremos valores de la Patria.

Estamos convencidos de que este camino no puede fallar, contaremos además con la invalorable colaboración de los medios de comunicación que, una vez liberados del yugo populista, nos ayudarán a llevar adelante nuestro patriótico proyecto.

Estamos confiados también que la descendencia de nuestra sagrada reina madre y su nobleza sabrá continuar este proyecto por décadas, enderezando definitivamente el rumbo del país.

Aunque debemos confesarlo, una cosa nos alarma. El problema es que hemos cometido el pecado de olvidarnos de la otra gran mujer que en los últimos años también ha jugado un papel central en ésta, nuestra batalla política y cultural por la verdadera Nación que nos merecemos.

Nuestra otra madre Mirtha.

Lo sabemos, no podemos tener dos reinas. Pero no debemos alarmarnos, la sabiduría celestial que las sostiene las iluminará para resolver este pequeño problema y les permitirá encontrar la solución para conducirnos hacia el destino de la patria engrandecida que nos merecemos.

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