Desde la recuperación de la democracia, la Universidad de Buenos Aires promueve la producción científica en todas sus unidades académicas, a la par de atender la creciente población que ingresa a sus aulas. Es por ello que hoy, además, genera un programa de incrementos en cantidad y calidad dirigido a otorgar subsidios para la investigación, promueve las becas para graduados con el objeto de que realicen maestrías y doctorados, financia viajes para los investigadores a centros académicos de excelencia y la presentación de trabajos científicos a eventos internacionales, afectando cada año más presupuesto para financiar estas actividades.
Aun en el marco de restricciones presupuestarias, la UBA se distingue no sólo por sus aportes al conocimiento científico, sino también por la amplitud de sus ofertas de grado y de posgrado cuidadosamente diseñadas, evaluadas y con egresados que se insertan en la producción académica y científica del país y del mundo. Se trata de la consolidación, luego de 187 años de vida, de un modelo original de producción académica que, a la par que desarrolla la oferta más vital para las universidades argentinas, produce investigación científica.
La universidad, en ese complejo modelo, se enorgullece de poder dar respuesta a los que tienen interés por el cursado de carreras tradicionales como a los que acuden para cursar carreras de corte diferente, algunas en el cruce de disciplinas como las de las tecnologías de alimentos y otras propias del desarrollo actual de los campos científicos.
Es difícil sostener si ése es un modelo profesionalista de origen en la universidad napoleónica o es el fruto del impacto que el modelo humboldtiano recoge en las universidades anglosajonas. Se trata, en síntesis, de un modelo genuinamente regional que intenta atender las necesidades del desarrollo de la ciencia y la técnica, los intereses y vocaciones personales, al mismo tiempo que el mejoramiento de la enseñanza. La masividad no condicionó el modelo a adoptar, sino que favoreció, en el marco de la oferta de la educación pública y gratuita, que se diera una respuesta valiosa para los jóvenes en su etapa formativa. En todos los casos, los modelos se inscriben en los contextos que le dan sentido. Distinguirlos sin reconocerlo distorsiona cualquier análisis que se haga.
Lo que genera este debate es la distribución de un pequeño incremento de la partida de funcionamiento de las unidades académicas, que de ninguna manera indica que “la UBA posterga la ciencia”. Los criterios para la asignación por unidades académicas responden a un acuerdo puntual sin que expresen criterios para futuras distribuciones. Esto es así porque se trata de pautas flexibles que atienden las dificultades perentorias, las necesidades urgentes de una universidad con déficits para atender cuestiones referidas a la habitabilidad, como el gas o la electricidad, la seguridad en los ascensores junto con los libros, los laboratorios y los hospitales. ¿Es posible frente a tanta dificultad pensar que construimos modelos para siempre? La universidad responde a una coyuntura de emergencia que nos convoca a todos a deponer enfrentamientos y a construir, tal como venimos haciendo, una universidad de calidad pese a las dificultades cotidianas. El desafío es encontrar y consensuar los criterios de distribución más equitativos y justos que beneficien a toda la comunidad universitaria.
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22 de noviembre de 2024