En el mundo globalizado, los países económicamente exitosos atraen inversiones capaces de crear buenos empleos, contribuyendo a la prosperidad económica y al equilibrio social, pero saben que las inversiones no se atraen con bajos salarios, ya que ellos son reflejo de baja productividad y tecnología atrasada.
Un factor esencial para radicar inversiones que no se limiten a explotar recursos naturales es el nivel educativo de la fuerza laboral. La modernización y transformación productiva de un país valorizan hoy como nunca todas las dimensiones de la educación, en particular el nivel universitario. No existen países económicamente exitosos cuyas universidades no impartan enseñanza de calidad y en los que los requisitos de ingreso no sean sumamente exigentes para los estudiantes. Quienes acaban de decidir la reforma de los estatutos de las universidades de La Plata y de Buenos Aires no han prestado atención a estos hechos y han optado por un camino diferente.
Es reconocido que gran parte del prestigio cultural francés radica en la calidad de sus grandes institutos, como la Ecole Nationale d´Administration o el Polytechnique , que seleccionan a sus aspirantes con exámenes muy rigurosos. Todos los países con universidades de alta calidad implementan sistemas de evaluación que exigen un esfuerzo importante por parte de los aspirantes al ingreso.
A contramano de esta tendencia universal, se acaban de aprobar en la Argentina reformas estatutarias en las universidades de Buenos Aires y La Plata que consagran el principio del "ingreso libre e irrestricto", es decir, sin ningún examen previo de selección. Esto es lamentable, teniendo en cuenta la grave crisis que aqueja a la educación de nivel medio argentina, que fue puesta en evidencia cuando la OCDE hizo públicos los resultados de su evaluación de la educación secundaria, realizada en 2006. Se tomaron exámenes a alumnos de 15 años en 57 países de varios continentes. Estos resultados fueron muy preocupantes: en las pruebas de lectura e interpretación de textos, nuestros estudiantes se ubicaron en el lugar 53º y superaron apenas a los jóvenes de Azerbaiján, Qatar y Kirguizistán. Estamos por debajo no sólo de todos los países industrializados, sino también de Chile, Uruguay, México, Brasil y Colombia, los latinoamericanos que participaron en esta evaluación.
Lo grave es que, además, nuestro nivel está ahora por debajo del verificado en la prueba del año 2000. Lamentablemente, ocupamos los últimos lugares también en las otras pruebas: en matemáticas, el lugar 52º, y en ciencias, el 51º. Esto evidencia un pésimo desempeño en todas las áreas.
Los estudiantes hoy egresan del secundario sin saber los contenidos esenciales de las materias básicas, tal como lo demuestran no sólo estas pruebas internacionales, sino también que alrededor del 70 por ciento son aplazados en las pocas facultades que toman exámenes de ingreso.
Ingreso irrestricto en la universidad y una mala escuela secundaria son una pésima combinación. Estas graves deficiencias del nivel secundario abruman a la universidad, ya que la obligan a bajar su nivel o a asumir un papel reparador que no le corresponde. Esta situación no es ajena a la pobre relación alumnos-graduados de las universidades públicas. No alcanza a un cinco por ciento, cuando en Alemania y Estados Unidos esta relación se ubica en el 15 por ciento y en Japón y Francia llega al 25 por ciento. En Chile y Colombia, con muchos menos alumnos, se gradúan anualmente más universitarios que en la Argentina, donde de cada cien ingresantes alrededor de 80 no concluyen los estudios.
Hace años se propuso un examen para los egresados del secundario. Aprobar este examen sería indispensable para quienes desearan continuar sus estudios universitarios. Pero nadie se ocupó de concretar esta iniciativa tan positiva ni se piensa más en ella. La difusión de los resultados de este examen por escuela hubiera sido un acicate para mejorar la calidad de las deficientes.
En muchos países existe desde hace tiempo este tipo de prueba y corresponde a naciones bien ubicadas en las comparaciones internacionales. Chile aplica estos exámenes desde la década del 60. Hay que destacar que los resultados de estos exámenes se hacen públicos no a nivel individual, pero sí agregados por escuela secundaria, proporcionando universitaria, como en Brasil, sino que tampoco existen exámenes al concluir el ciclo secundario, como hay en Chile y en muchos países europeos y asiáticos. A contramano del resto del mundo, que procura explicitar toda la información para conocimiento de la comunidad educativa (estudiantes, profesores y padres), nuestra flamante ley de educación, insólitamente, establece en su artículo 97: "La política de difusión de la información sobre los resultados de las evaluaciones resguardará la identidad de los institutos educativos, con el fin de evitar cualquier forma de estigmatización".
Mientras en Chile y Brasil, así como en el resto del mundo, se enfatiza la difusión de la información acerca de la enseñanza de cada establecimiento, aquí se oculta por mandato nada menos que del Congreso Nacional. Si ocultamos lo que anda mal, ¿cómo haremos para mejorar? Es injustificado que, a pesar del evidente deterioro de nuestra escuela secundaria, las universidades nacionales de Buenos Aires y La Plata hayan reformado sus estatutos y consagrado el "ingreso libre e irrestricto". Con estas reglas no podremos avanzar en la mejora de la calidad de la educación.
Además, existe un claro desequilibrio entre las demandas tecnológicas de la sociedad moderna y la actual oferta de las universidades, que tiene una notable inercia tradicionalista, anclada en el pasado.
Cada cien abogados recibidos, se gradúan apenas dos matemáticos y un físico. Los alumnos que estudian ingeniería, ciencias agropecuarias, química, física y matemática no llegan al diez por ciento del total en las universidades públicas. En las universidades privadas, esta relación cae drásticamente al 2,5 por ciento.
En proporción a la población se gradúan en la Argentina menos ingenieros que en Colombia, México, Chile y Brasil, para no mencionar a China, Japón, Estados Unidos, Corea y Taiwan. Es evidente que con ingreso "irrestricto y libre" se hará prácticamente imposible orientar la matrícula universitaria en función de las necesidades de un país moderno.
Abundan los discursos por el crecimiento económico, la inclusión social y la equidad en la distribución del ingreso mediante la formación de "recursos humanos altamente calificados". Sin esfuerzo y con facilismo podremos hacer buenos discursos, pero no lograremos estos objetivos.
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22 de noviembre de 2024