Justo reconocimiento a un científico mendocino de trascendencia nacional y mundial, no obstante olvidado por las nuevas generaciones. Un ejemplo a seguir y del que aprender.
El 24 de octubre, en la ciudad de Mendoza se impuso el nombre de Ramón Enrique Gaviola a la escuela N° 3-406. Fue un acto de justicia y una agradable noticia en nuestra Argentina del olvido, de la indiferencia y la falta de reconocimiento de los valores que nos son propios.
Porque Ramón Enrique Gaviola fue no sólo uno de los científicos más importantes que produjo la Argentina en toda su historia sino, ante todo, una persona de bien, con un corazón muy amplio que estaba dispuesto a ayudar en forma incondicional a todo aquel que lo necesitara.
Pero también es un deber, en especial para las nuevas generaciones, conocer e intentar recorrer el camino que nos marcara este mendocino tan singular, cuya obra de amplitud universal ha sido tan injustamente olvidada.
Ramón Enrique Gaviola nació en Rivadavia, el 31 de agosto de 1900. Como su vocación era la Física, luego de recibirse de agrimensor en la Universidad de La Plata a fin de poder contar con recursos económicos para continuar sus estudios, se trasladó a Alemania en 1922. Allí estudió primero en la Universidad de Göttingen y luego en la de Berlín, con los profesores más notables de la ciencia de esa época.
Veintitrés de las materias que cursó fueron dictadas, por profesores galardonados con el Premio Nobel, Albert Einstein incluido. Y también dos de ellos, en 1926, dirigieron en Berlín su tesis de grado, calificada Magna cum laude.
Luego de su graduación trabajó primero con Jean Baptiste Perrin, reciente Premio Nobel, y luego, por sugerencia de Einstein, en Baltimore, EEUU, junto al notable científico Robert Wood.
La carrera científica de Gaviola en el Hemisferio Norte, tanto en Europa como en EEUU fue vertiginosa. Aún como estudiante publicó artículos importantes en fluorescencia y polarización en diferentes materiales. Diseñó y construyó un fluorómetro de fase.
Con estos trabajos, estableció los fundamentos teóricos y experimentales para evaluar la fluorescencia en materiales y para medir con precisión los tiempos de vida de los estados excitados de los átomos emisores. Esto dio origen a una nueva disciplina en biología y bioquímica: la espectroscopía fluorescente.
Ya en EEUU se dedicó a tecnologías de vacío y alta tensión. El equipo que construyera junto con dos colegas permitió abrir la física nuclear hacia el campo experimental ya que lograron, en 1928, obtener 5.2 MV de tensión de aceleración. El equipo que construyeran es considerado el primer antecedente importante de un acelerador de partículas.
También en 1928 realizó la primera comprobación experimental de la emisión atómica estimulada, predicha por Einstein en 1917. Este trabajo permitió analizar en forma crítica la teoría de Schrödinger y fue la verificación experimental de lo que posteriormente se conociera como láser.
Pero a partir de 1931 decidió regresar en forma definitiva a la Argentina para poner sus esfuerzos al servicio del país. Gaviola participó en la génesis del Instituto de Física de Bariloche, hoy Instituto Balseiro, en la del actual Conicet, en la creación de IMAF (actual Famaf de la ciudad de Córdoba), en la de la instalación del Radiotelescopio de Pereyra Iraola, en la puesta en marcha del Observatorio Astronómico de Bosque Alegre y en tantas otras iniciativas que beneficiaron no sólo a la ciencia argentina.
Como ejemplo de esto, podemos decir que ya en la Argentina, donde se orientó hacia la astronomía, también realizó aportes internacionales. Gaviola fue el que introdujo la tecnología diferencial en la configuración de las superficies reflectoras para espejos de telescopios. Este logro fue particularmente importante para poder concretar la habilitación del gran espejo de 200 pulgadas de Mount Wilson.
En agradecimiento, John A. Anderson -director del Observatorio Astrofísico del California Institute of Technology- le manifestó: “Deseo expresarles mi gran admiración por este trabajo. Han hecho una obra maravillosa que, estoy seguro, llegará a ser clásica".
En 1943, siendo director del Observatorio Astronómico de Córdoba, con Ricardo Platzeck construyeron el primer espectrómetro estelar del mundo realizado totalmente con espejos. George D. Birkhoff, decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Harvard, al contemplar la obra que habían realizado manifestó: “Esta es la verdadera Declaración de Independencia argentina”.
Sus trabajos fueron de tal relevancia, que su foto y la de algunos de los equipos que utilizó se encuentran actualmente en el Museo de Ciencia y Tecnología de la Smithsonian Institution de Washington DC.
También como reconocimiento, años después, con motivo de celebrarse la finalización del siglo XX y del Milenio, en EEUU, Emily Mc Murray editó la enciclopedia Notable Tweintieth Century Scientist dedicada a los científicos más notables que dio la humanidad en ese período. Y Gaviola fue incluido dentro de esa categoría. Además, la Unión Astronómica Internacional, en 1981, puso su nombre a un asteroide, algo poco frecuente en esta Institución.
Y siempre defendiendo a su país, a partir de 1949 se constituyó en la casi solitaria voz que, con fuertes argumentos, denunciaba públicamente la estafa del caso Richter en la isla Huemul de Bariloche.
Desde 1963 hasta 1967 Gaviola trabajó en el Centro Atómico Bariloche y en el Instituto Balseiro, pero finalmente regresó a su querida Mendoza donde falleció el 7 de agosto de 1989.
Es saludable recordar cuánto le debe la Argentina y particularmente nuestra provincia a este mendocino tan singular que debería servir de modelo a las nuevas generaciones de argentinos.
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22 de noviembre de 2024